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Cuando llegué a la comisaría me hicieron quitarme los cordones de los zapatos y vaciarme los bolsillos en el mostrador de recepción por si tenía algo en ellos con lo que pudiera matarme o escapar o atacar a un policía.

El sargento al otro lado del mostrador tenía las manos muy velludas y se había mordido tanto las uñas que le habían sangrado.

He aquí lo que yo llevaba en los bolsillos:

  1. Una navaja del Ejército Suizo con 13 accesorios, entre ellos unos alicates, una sierra, un mondadientes y unas pinzas.
  2. Un pedazo de cordel.
  3. Una pieza de un rompecabezas de madera que era así

  4. 3 bolitas de comida de rata para Toby, mi rata.
  5. 1,47 libras (compuestas por una moneda de 1 libra, una moneda de 20 peniques, dos monedas de 10 peniques, una moneda de 5 peniques y una moneda de 2 peniques).
  6. Un clip sujetapapeles rojo.
  7. Una llave de casa.

También llevaba mi reloj y quisieron que lo dejara en el mostrador pero les dije que necesitaba llevar puesto el reloj porque necesitaba saber exactamente qué hora era. Cuando trataron de quitármelo me puse a gritar, así que dejaron que me lo quedara.

Me preguntaron si tenía familia. Dije que sí. Me preguntaron quién era mi familia. Dije que Padre, que Madre estaba muerta. Y dije que también estaba tío Terry, pero que vivía en Sunderland y que era el hermano de Padre, y que estaban también mis abuelos, pero tres de ellos habían muerto y la abuela Burton vivía en una residencia porque tenía demencia senil y decía que yo salía en la televisión.

Entonces me preguntaron el número de teléfono de Padre. Les dije que tenía dos números, uno de casa y otro que era un teléfono móvil, y les di ambos.

Me sentí bien en la celda policial. Era un cubo casi perfecto, de 2 metros de largo por 2 metros de ancho por 2 metros de alto. Contenía aproximadamente 8 metros cúbicos de aire. Tenía una pequeña ventana con barrotes y, en el lado opuesto, una puerta metálica con una trampilla larga y estrecha cerca del suelo para deslizar bandejas de comida al interior de la celda y otra trampilla más arriba para que los policías pudiesen mirar y comprobar que los prisioneros no se hubiesen fugado o suicidado. También había un banco acolchado.

Me pregunté cómo me escaparía si fuera una novela. Sería difícil porque las únicas cosas que tenía eran la ropa y los zapatos, que no tenían cordones.

Decidí que el mejor plan sería esperar a que hiciese un día de mucho sol y entonces utilizaría mis gafas para proyectar la luz solar en una de mis prendas de ropa y prender un fuego. Entonces me fugaría cuando vieran el humo y me sacaran de la celda. Y si no se dieran cuenta siempre podría hacer pipí en el fuego y apagarlo.

Me pregunté si la señora Shears le habría dicho a la policía que yo había matado a Wellington y si, cuando la policía descubriera que había mentido, la meterían a ella en la cárcel. Porque contar mentiras sobre la gente se llama calumniar.