[1] En el verano de 1889, Conrad acababa de regresar a Londres, después de más de dos años de ausencia (aquí la cifra parece estar un poco exagerada), y tenía el proyecto de ir a visitar a su tío Thaddeus Bobrowski, que vivía en territorio ruso. Pero Conrad, en su condición de ex súbdito del Imperio ruso, encontró dificultades para realizar este viaje, y fue entonces cuando tomó en alquiler una habitación en Bessborough Gardens, en Vauxhall Bridge, mientras buscaba de nuevo trabajo en la Marina Mercante.
Durante varios meses su búsqueda no tuvo éxito, y fue en este período de paro forzoso cuando Conrad empezó a escribir lo que más tarde sería su primera novela: Almayer’s Folly. <<
[2] No es éste el único caso en que Conrad hace referencia a su pasión por los mapas y, en particular, al episodio de su niñez en que, al contemplar un mapa de África, puso el dedo sobre un gran espacio vacío y pensó: «Cuando sea mayor iré allí». <<
[3] El país a que se hace referencia es el Congo. Desde el año 1876, en que Leopoldo II, rey de Bélgica, fundó la «Asociación Internacional para la Exploración y la Civilización en África», se habían realizado numerosas expediciones a través de este territorio. Entre 1876 y 1877, Henry Morton Stanley atravesó el área más impenetrable de África Central, por encargo de Leopoldo II. A partir de entonces se produjo un incesante movimiento de exploradores, comerciantes y simples aventureros en busca de riquezas, que fueron estableciendo estaciones a través de una extensa zona, estaciones que constituyeron la base para la conquista y explotación de lo que, en 1885, se convertiría en el Estado Independiente del Congo, bajo la soberanía de Leopoldo II.
En 1876, año de la fundación de la «Asociación Internacional…», el soberano belga había declarado ante la Conférence Géographique Africaine: «Le sujet qui nous réunit aujourd’hui est de ces qui méritent au premier chef d’occuper les amis de l’humanité. Ouvrir à la civilisation la seule partie du globe où elle n’a pas encore pénétré, percer les ténèbres, qui enveloppent des populations entières, c’est si j’ose le dire, une croisade digne de ce siècle progrès». <<
[4] La Société Anonyme pour le Comerce du Haut-Congo, con sede en Bruselas, que se hallaba bajo el control del capitán Albert Thys, previamente uno de los hombres de confianza de Leopoldo II. <<
[5] Conrad tenía un pariente, Alexander Poradowski, que vivía en Bruselas desde 1863, y cuya esposa, Marguerite Poradowska, mantenía contacto con algunas de las personas directamente relacionadas con las expediciones al Congo. Parece ser que Conrad se había puesto en contacto con el propio Thys antes de dirigirse a sus familiares, y que sólo recurrió a ellos cuando se cansó de esperar a que Thys cumpliera su promesa: ponerle al frente de uno de los vapores de la compañía.
Dos días después de que Conrad llegara a Bruselas (en su segundo viaje a esta ciudad) moría Alexander Poradowski. A partir de ese momento se fue produciendo un progresivo acercamiento entre él y Marguerite Poradowska, que fue quien en realidad logró a través de sus conocidos que Conrad consiguiera el trabajo que ansiaba. <<
[6] No se sabe con certeza de qué altos funcionarios se trata en realidad. Posiblemente uno de ellos fuera Charles Buls, que había trabajado para Thys; otro podría ser el geógrafo A. J. Wauters, que estaba estrechamente relacionado con los proyectos de Leopoldo II. <<
[7] Tampoco en este caso Conrad se aparta sustancialmente de los acontecimientos reales. En efecto, el puesto que la compañía le ofrecía acababa de quedar vacante por la desaparición del capitán Freisleben, muerto en una riña con los nativos. <<
[8] Conrad, como Marlow, tuvo muy poco tiempo para llevar a cabo los últimos preparativos y abandonar Europa. En espacio de pocos días tuvo que hacer dos viajes entre Londres y Bruselas. Antes de partir visitó las oficinas de la compañía (en la rue Bédérode), se sometió a una revisión médica y se despidió de su tía; exactamente igual que Marlow.
En una carta enviada el 22 de mayo a Charles Zagórski —cuñado de Marguerite Poradowska— desde la capital de Sierra Leona, Conrad escribe: «… y si tú supieras todos los frascos de medicinas y todos los deseos afectuosos que he traído conmigo, entenderías en qué tifón, ciclón, huracán, terremoto —no—, en qué cataclismo universal, en qué atmósfera fantástica de mezcla de compras, negocios y escenas afectuosas, he pasado dos semanas enteras». <<
[9] Se trata del capitán Albert Thys (ver notas 4 y 5). <<
[10] Conrad desembarcó en Boma, hasta donde había viajado desde Burdeos en el barco francés Ville de Maceio. <<
[11] Matadi, «el más remoto lugar navegable», a 40 millas de la costa. En aquella época Matadi era una estación importante, con 170 habitantes europeos y cuatro puestos comerciales —uno inglés, uno francés, uno holandés y uno portugués—, además de los edificios de la «Expedición de Exploradores Sandford», que formaba parte de la Siciété Anonyme pour le Commerce du Haut-Congo. Conrad desembarcó en Matadi el 13 de junio de 1890. <<
[12] La línea de ferrocarril que debía unir los asentamientos de Matadi y Kinshasa. <<
[13] La descripción que hizo el capitán Thys de Matadi es casi tan tenebrosa como la que hace Conrad: «Lorsqu’on arrive à Matadi on se croirait devant un pays maudit, véritable barrière qui semble créée par la nature pour arrêter le progrès». <<
[14] El nombre de Kurtz no aparece en el manuscrito original de la obra. En su lugar aparece el nombre de Klein. En efecto, George Antoine Klein era un agente de la compañía que, como Kurtz, estaba a cargo de la Estación Interior. Se desconoce hasta qué punto el relato que Conrad hace de Kurtz está inspirado en el agente Klein. <<
[15] Conrad permaneció cerca de dos semanas en Matadi, iniciando el 28 de junio la marcha hasta la estación que la compañía tenía en el Lago Stanley, en Kinshasa. La caravana, en la que marchaban 31 porteadores, además de Conrad y un tal M. Harou («un hombre grueso que con frecuencia estaba enfermo»), tardó treinta y seis días en hacer el recorrido. <<
[16] En un diario que Conrad comenzó a escribir mientras permanecía inactivo en Matadi, y que conservó durante el resto del viaje, se alude a varios cadáveres de negros (probablemente asesinados) con que la caravana se topó a lo largo del recorrido. <<
[17] «Stone», unidad de peso inglesa equivalente a 6,350 kilogramos, aproximadamente. <<
[18] Cuando Conrad llegó a Kinshasa, el vapor para el que había sido contratado, el Florida, se había hundido en condiciones semejantes a las del vapor de Marlow. Sin embargo, y aquí el relato parece apartarse de la realidad, Conrad no tuvo que permanecer en la estación ni reparar su vapor, sino que partió en el Roi des Belges, como primer oficial. Él sólo asumió el mando del barco durante una breve enfermedad del capitán. <<
[19] Probablemente este personaje está inspirado en otra de las personas que Conrad conoció durante su estancia en el Congo: Camille Delcommune, que recientemente había sido nombrado director en funciones de la compañía en la región. <<
[20] También el viaje que Conrad realizó en el Roi des Belges tenía por objeto recoger a Klein, que se encontraba gravemente enfermo, y que, al igual que Kurtz, murió poco después, en el viaje de regreso. <<
[21] Conrad debía de sentir en realidad gran desprecio por la gente que le rodeaba en aquella época. Su diario y la correspondencia que mantenía con sus parientes pueden servir como muestra del malestar que le producían los «peregrinos». En una de las páginas de su diario leemos: «La característica preeminente de la vida social aquí: todo el mundo hablando mal de los demás». <<
[22] Estas frases están escritas en un tono notablemente irónico. En Geography and some Explorers, Conrad calificó la empresa del Congo como «la más vil rapiña que haya jamás desfigurado la historia de la conciencia humana y la exploración geográfica». <<
[23] En la carta que envió a Zagórski desde Sierra Leona (ver nota 8 del capítulo I), Conrad escribía: «Lo que hace que uno se sienta intranquilo es saber que un sesenta por ciento de los empleados de la compañía regresan a Europa antes de haber completado seis meses de servicio. ¡Fiebre y disentería! A otros se les manda de regreso a casa después de un año, para que no mueran en el Congo. ¡Dios nos salve!… En una palabra, parece ser que sólo un siete por ciento pueden completar sus tres años de servicio». <<
[24] Conrad, cuya salud nunca debió de ser demasiado buena, estuvo enfermo varias veces desde que salió de Europa. A raíz de su estancia en el Congo sufrió una serie de achaques permanentes que se manifestaron, de forma intermitente, durante el resto de su vida. <<
[25] Conrad juega aquí con la palabra inglesa unsound, utilizándola para calificar dos cosas distintas en las frases: «Do you call this an unsound method?», y más adelante: «I was unsound!». En el segundo caso el adjetivo tiene un doble significado, imposible de reproducir en castellano. Aquí se ha optado por traducir: «¡Yo estaba en un error!», con el mismo término empleado en el primer caso; pero esta traducción no tiene la connotación de «enajenado» que tiene la expresión original. <<
[26] Conrad no regresó a Europa hasta el mes de noviembre de 1890. Cuando tomó la decisión de abandonar el Congo su salud era muy precaria. En A Personal Record escribió: «… llegué a aquella deliciosa capital de Boma, donde, antes de que el barco que me iba a conducir a casa partiera, me dio tiempo para desear mi muerte una y otra vez con perfecta sinceridad». <<