Langdon no había levantado la vista de la pantalla desde que había empezado la búsqueda.
«Cinco minutos. Dos entradas. Y las dos irrelevantes». Estaba empezando a preocuparse.
Pamela Gettum estaba en la sala contigua preparando las bebidas calientes. Langdon y Sophie, imprudentes, le habían preguntado si podían tomar café en vez de té, y a juzgar por el sonido del microondas, sospechaban que su anfitriona iba a obsequiarlos con su versión instantánea.
Al cabo de un rato, el ordenador emitió unos agudos sonidos esperanzadores.
—Parece que ha encontrado algo más —gritó Gettum desde la otra habitación—. ¿Cuál es el título?
Langdon miró la pantalla.
Alegoría del Grial en la literatura medieval: tratado sobre Sir Gawain y el Caballero Verde.
—Alegoría del Caballero Verde —respondió.
—Nada. No tenemos demasiados gigantes mitológicos enterrados en Londres —comentó Gettum.
Langdon y Sophie seguían sentados, impacientes, frente a la pantalla, esperando. Un sonido volvió a indicar que había otro resultado, pero el enunciado les sorprendió.
DIE OPERN VON RICHARD WAGNER
—¿Las óperas de Wagner? —preguntó Sophie.
Gettum apareció en la puerta con un bote de café instantáneo en la mano.
—Qué raro. ¿Era Wagner caballero?
—No —respondió Langdon, intrigado—. Pero sí un francmasón reconocido. «Como Mozart, Beethoven, Shakespeare, Gerswhin, Houdini y Disney».
Se habían escrito libros enteros sobre los vínculos entre los masones y los templarios, el Priorato de Sión y el Santo Grial.
—Me gustaría echarle un vistazo a este documento. ¿Cómo hago para que me aparezca el texto completo?
—El texto completo no le hace falta —dijo Gettum—. Haga click en el título hipervinculado. El ordenador le mostrará una prelog y tres postlogs para contextualizar la entrada.
Langdon no entendía muy bien lo que acababa de decirle, pero hizo click y se abrió una nueva ventana.
… caballero mitológico llamado Parsifal que…
… metafórico Grial; búsqueda que según…
… la London Philarmonic en 1855…
… Rebeca Pope; antología Divas…
… Wagner, tumba en Bayreuth, Alemania…
—No es el Papa que buscamos —comentó Langdon decepcionado.
Con todo, le maravillaba lo fácil de usar que era, aquel sistema. Las palabras clave, con su contexto, le bastaron para hacerle recordar que Parsifal, la ópera de Wagner, era un homenaje a María Magdalena y al linaje de Jesucristo, homenaje que se explica a través de la historia de un caballero que va en busca de la verdad.
—Un poco de paciencia —pidió Gettum—. Esto es un juego de números. Dejemos que la máquina haga su trabajo.
En el transcurso de los siguientes minutos, el ordenador les mostró algunas otras referencias al Grial, incluido un texto sobre trovadores, los famosos juglares errantes franceses. En realidad, estos eran «ministros» de la iglesia de María Magdalena y usaban la música para divulgar la historia de la divinidad femenina entre el pueblo llano. Hasta nuestros días, los trovadores habían cantado siempre las virtudes de «nuestra Señora», una mujer bella y misteriosa a la que rendían eterna pleitesía.
Impaciente, hizo aparecer el hipertexto pero no encontró nada. El ordenador volvió a sonar.
CABALLEROS, SOTAS, PAPAS Y PENTÁCULOS: HISTORIA DEL SANTO GRIAL A TRAVÉS DEL TAROT.
—Lógico —le dijo Langdon a Sophie—. Algunas de las palabras clave que hemos introducido coinciden con los nombres de algunas cartas. —Alargó el brazo para pulsar el botón izquierdo del ratón sobre la entrada—. No sé si tu abuelo te lo mencionó alguna vez cuando jugabas con él al Tarot, Sophie, pero la baraja es un «catecismo visual» que explica la historia de la Doncella Perdida y de su opresión por parte de la malvada Iglesia.
Sophie lo miró incrédula.
—No tenía ni idea.
—Así tiene que ser. Usando un juego metafórico, los seguidores del Grial ocultaban su mensaje de la todopoderosa mirada de la Iglesia. —Langdon se preguntaba cuántos jugadores de cartas modernos sabían que los cuatro palos de la baraja francesa (picas, corazones, tréboles y rombos), eran símbolos relacionados con el Santo Grial que provenían directamente de los respectivos palos del Tarot: espadas, copas, varas y pentáculos.
Las picas eran las espadas —el filo. Lo masculino.
Los corazones eran las copas —el cáliz. Lo femenino.
Los tréboles eran las varas —el linaje real. La descendencia floreciente.
Los rombos eran los pentáculos —la Diosa. La divinidad femenina.
Cuatro minutos después, cuando Langdon ya empezaba a temerse que no iban a encontrar lo que habían venido a buscar, en la pantalla apareció otra entrada.
La gravedad de un genio: Biografía de un caballero moderno.
—¿La gravedad de un genio? —repitió Langdon en voz alta para que Gettum lo oyera—. ¿La biografía de un caballero moderno?
Gettum asomó la cabeza por la puerta.
—¿Muy moderno? Por favor, no me diga que se trata de vuestro sir Rudy Giuliani. A mí personalmente ese nombramiento me pareció un poco fuera de lugar.
Langdon también tenía sus opiniones sobre la reciente concesión del título de sir a Mick Jagger, pero le pareció que aquel no era el momento para debatir sobre la política seguida por la Corona en materia de títulos nobiliarios.
—Echémosle un vistazo —dijo pinchando sobre la entrada.
… honorable caballero, sir Isaac Newton…
… en Londres en 1727 y…
… su tumba en la abadía de Westminster…
… Alexander Pope, amigo y colega…
—Supongo que «moderno» es un término relativo —comentó Sophie en voz alta para que la bibliotecaria la oyera—. Es un libro viejo. Sobre sir Isaac Newton.
Gettum negó con la cabeza desde el quicio de la puerta.
—Nada. A Newton lo enterraron en la abadía de Westminster, sede del protestantismo inglés. Es imposible que un Papa católico hubiera estado presente. ¿Quieren leche y azúcar?
Sophie asintió.
Gettum se quedó esperando.
—¿Robert?
A Langdon el corazón le latía con fuerza. Apartó los ojos de la pantalla y se puso de pie.
—Sir Isaac Newton es nuestro caballero. Sophie seguía sentada.
—¿De qué estás hablando?
—Newton está enterrado en Londres —dijo—. Sus obras supusieron la aparición de nuevas ciencias que despertaron las iras de la Iglesia. Y fue un Gran Maestre del Priorato de Sión. ¿Qué más queremos?
—¿Qué más? —Sophie señaló el poema—. ¿Y qué hay del «enterrado por el Papa»? Ya has oído a la señora Gettum. A Newton no lo enterró un Papa católico.
Langdon alargó la mano para llegar al ratón.
—¿Quién ha dicho nada de un Papa católico?
Pulsó sobre la palabra «Pope» y apareció la frase completa:
«El entierro de sir Isaac Newton, al que asistieron reyes y nobles, fue presidido por Alexander Pope, amigo y colega, que le dedicó unas palabras de elogio antes de echar un puñado de tierra sobre el ataúd».
Langdon miró a Sophie.
La segunda búsqueda ya nos había dado al «Papa» que buscábamos. Es Alexander Pope.
Sophie se levantó, boquiabierta. Jacques Sauniére, el maestro de los dobles sentidos, había demostrado una vez más ser un hombre de una inteligencia excepcional.