27

Sentado en el despacho de Sauniére, el teniente Collet se apretó más el auricular a la oreja, incrédulo. «¿He oído bien?».

—¿Una pastilla de jabón? ¿Cómo ha podido Langdon descubrir el dispositivo GPS?

—Sophie Neveu —respondió Fache—. Ella se lo dijo. —¿Qué? ¿Por qué?

—Buena pregunta. No lo sé, pero acabo de oír una grabación que confirma que ha sido ella.

Collet se había quedado mudo.

«Pero ¿en qué estaba pensando Neveu?». ¿Fache acababa de demostrar que Sophie había entorpecido las operaciones de la policía? A esa mujer no sólo la iban a despedir; iba a acabar en la cárcel.

—Pero, capitán… entonces ¿dónde está Langdon?

—¿Ha sonado alguna alarma contra incendios?

—No, señor.

—¿Y nadie ha pasado bajo la reja de la Gran Galería?

—No, hay un agente de seguridad del Louvre haciendo guardia junto a ella. Como ordenó.

—Muy bien, entonces Langdon debe de estar aún en la Gran Galería.

—¿Dentro? ¿Y qué está haciendo?

—¿Está armado ese guardia?

—Sí, señor.

—Pues que entre él —ordenó Fache—. Mis hombres aún tardarán unos minutos en llegar, y no quiero que Langdon se escape. —Se detuvo un instante—. Y será mejor que le diga al guardia que seguramente Sophie Neveu está con él.

—Creía que la agente Neveu se había ido. —¿Usted la ha visto irse?

—No, señor, pero…

—En realidad nadie en todo el perímetro del edificio la ha visto salir. Sólo la han visto entrar.

Collet estaba impresionado con la bravata de Sophie. «Así que aún está en el edificio».

—Hágase usted cargo de la situación —ordenó Fache—. Cuando vuelva, los quiero a los dos detenidos a punta de pistola.

El conductor del camión se alejó, y el capitán Fache convocó a sus hombres. Robert Langdon había demostrado ser una presa esquiva esa noche, y ahora que la agente Neveu lo ayudaba, acorralarla podía resultar más difícil de lo que había esperado.

Fache decidió no asumir ningún riesgo.

Para cubrirse las espaldas, mandó a la mitad de sus hombres de vuelta al Louvre, mientras que a los demás les ordenó desplazarse hasta el único lugar de la ciudad donde Robert Langdon podía hallar un refugio seguro.