tú eres Lyra.

De pronto la niña recordó lo que significaba. Se sintió mareada, incluso en sueños; tenía la sensación de llevar un pesado fardo sobre sus hombros. Y para acabar de complicar las cosas, notó que volvía a sumirse en un profundo sueño y que el rostro de Roger se desvanecía en la sombra.

—Bueno, yo… sé que hay mucha gente de nuestro lado, como la doctora Malone… Roger, ¿sabías que existe otro Oxford como el nuestro? Yo… la encontré en… Ella nos habría ayudado… Pero en realidad sólo existe una persona que…

Le resultaba casi imposible ver al niño, y sus pensamientos divagaban y se alejaban como ovejas por un prado.

—Pero podemos fiarnos de él, Roger —añadió Lyra con un último esfuerzo—,