vendrán, en serio.
—Pero ¿dónde estás, Lyra?
Ella no podía responder aquella pregunta.
—Creo que estoy soñando, Roger —fue cuanto atinó a decir.
Ella vio detrás del niño más fantasmas, docenas, centenas de fantasmas, que los observaban sin perderse ni una palabra.
—¿Y esa mujer? —preguntó Roger—. Espero que no haya muerto. Espero que se mantenga con vida durante tanto tiempo como sea posible. Porque si aparece por aquí, no habrá lugar donde ocultarnos, se apoderará de nosotros para siempre. Es lo único bueno que tiene el hecho de estar muerto: que ella no lo está. Aunque ya sé que un día morirá…
Lyra lo miró alarmada.
—Creo que estoy soñando, y no sé dónde está esa mujer —dijo Lyra—. Está cerca, y no puedo