¿Por qué se encontraban allí?

Estaban apresados. Alguien había cometido un crimen, aunque nadie sabía qué era, quién lo había cometido ni qué autoridad había juzgado a los culpables.

¿Por qué pronunciaba el niño continuamente el nombre de Lyra?

Porque no había perdido la esperanza.

¿Quiénes eran?

Fantasmas.

Y Lyra no podía tocarlos, por más que lo intentara. Sus manos se agitaban desordenadas, incesantemente, mientras el niño seguía invocando su nombre.

—Roger —dijo Lyra, pero su voz apenas era un murmullo—. Oh, Roger, ¿dónde estás? ¿Qué lugar es éste?

—Es el mundo de los muertos —respondió él—. No sé qué hacer, no sé si voy a quedarme aquí para siempre, no sé si he cometido una mala acción o qué, porque he tratado de ser bueno, pero lo odio, tengo miedo, lo odio…

Y Lyra dijo:

—Yo…