«Acababan de apagarse las velas en el interior y en ese mismo instante apareció Gisa en la puerta; había abandonado la habitación cuando aún había luz, pues atribuía mucha importancia a la decencia. Al poco tiempo también apareció Schwarzer y, sorprendidos agradablemente, anduvieron por el camino despejado de nieve. Cuando llegaron a la altura de K, Schwarzer le dio unas palmadas en el hombro y dijo:
—Si mantienes esta casa ordenada y limpia, puedes contar conmigo. A causa de tu conducta por la mañana, sin embargo, he oído graves quejas de ti.
—Está mejorando —dijo Gisa sin mirar a K y sin ni siquiera detenerse.
—El hombre lo necesita urgentemente —dijo Schwarzer, y se apresuró para no distanciarse de Gisa». <<