7

La sesión fotográfica duró otras tres horas. Strike esperó en el jardín, fumando y tomando más agua embotellada mientras caía la noche. De vez en cuando, volvía al interior del edificio para ver si avanzaban y parecían ir tremendamente lentos. En alguna ocasión entrevió o escuchó a Somé, que parecía estar crispado, espetando órdenes al fotógrafo o a alguno de los subalternos vestidos de negro que revoloteaban entre los percheros de ropa. Por fin, casi a las nueve, después de que Strike se comiera un par de trozos de pizza que había pedido la taciturna y agotada ayudante del estilista, Ciara Porter bajó por las escaleras donde había estado posando con sus dos compañeras y se unió a Strike en la sala de maquillaje que Bryony se apresuraba a vaciar.

Seguía llevando el minivestido plateado y rígido con el que había posado para las últimas fotografías. Débil y angulosa, con su piel lechosa, el pelo casi igual de blanco y los ojos de color azul claro y muy separados, estiró sus infinitas piernas, que llevaban zapatos de plataforma y que tenían atadas largas tiras plateadas por encima de las pantorrillas, y se encendió un Marlboro Light.

—¡Dios, no me puedo creer que seas el hijo de Rokers! —dijo sin aliento, con sus ojos de color crisoberilo y sus labios carnosos—. ¡Es superraro! Yo le conozco. Nos invitó a Looly y a mí al lanzamiento de sus grandes éxitos el año pasado. Y conozco a tus hermanos. ¡Al y Eddie! ¡Me dijeron que tenían un hermano mayor en el ejército! Dios. Es de locos. ¿Has terminado, Bryony? —añadió Ciara de forma cortante.

La maquilladora parecía estar muy ocupada recogiendo las cosas de su trabajo. Entonces, se empezó a dar más prisa mientras Ciara fumaba y la observaba en silencio.

—Sí, ya estoy —dijo Bryony por fin con voz alegre echándose una pesada caja sobre el hombro y cogiendo más maletines en cada mano—. Hasta luego, Ciara. Adiós —añadió dirigiéndose a Strike. Y se fue.

—Es una maldita entrometida y una cotilla —le dijo Ciara a Strike. Se echó hacia atrás su pelo largo y blanco, volvió a recoger sus piernas retozonas y preguntó—: ¿Sueles ver mucho a Al y a Eddie?

—No —contestó Strike.

—Y tu madre —dijo ella sin inmutarse, echando el humo por la comisura de su boca—. Es decir, ella es algo así como una leyenda. ¿Sabes que Baz Carmichael hizo una colección hace dos temporadas que se llamaba «Supergrupi» y que estuvo totalmente inspirada en Bebe Buell y en tu madre? ¿Con faldas largas, camisas sin botones y botas?

—No lo sabía.

—Fue como… ¿Conoces esa estupenda cita sobre los vestidos de Ozzie Clark de que a los hombres les gustaban porque simplemente podían abrirlos con mucha facilidad y follarse a las chicas? Eso es como de la época de tu madre.

Movió la cabeza de nuevo para apartarse el pelo de los ojos y lo miró, no con la forma escalofriante y ofensiva de Tansy Bestigui, sino con lo que parecía un asombro verdadero y manifiesto. A él le pareció difícil saber si estaba siendo sincera o si estaba interpretando su propio personaje. Su belleza se interponía, como una tela de araña a través de la cual era difícil verla con claridad.

—Bueno, pues si no te importa, me gustaría hacerte unas preguntas sobre Lula.

—Dios, sí. Sí. No, de verdad que quiero ayudar. Cuando me enteré de que alguien lo estaba investigando, yo me puse como… bueno. Por fin.

—¿En serio?

—Dios mío, sí. Todo aquello fue jodidamente espantoso. No me lo podía creer. La sigo teniendo en mi teléfono. Mira esto.

Hurgó en un bolso enorme y sacó por fin un iPhone blanco. Tras recorrer su lista de contactos, se inclinó hacia él para enseñarle el nombre de «Looly». Su perfume era fresco e intenso.

—Siempre estoy esperando que me llame —dijo Ciara con voz momentáneamente melancólica mientras volvía a meter el teléfono en el bolso—. No puedo borrarla. Voy a hacerlo y, luego, es como que me rajo, ¿sabes?

Se levantó inquieta, dobló una de sus largas piernas por debajo, se volvió a sentar sobre ella y fumó en silencio durante unos segundos.

—Pasaste con ella la mayor parte de su último día, ¿no? —preguntó Strike.

—Joder, no me lo recuerdes —contestó Ciara cerrando los ojos—. Le he dado vueltas como un millón de veces, tratando de entender cómo se puede pasar de ser como completamente feliz a estar muerta en cosa de horas.

—¿Era completamente feliz?

—Dios, esa última semana, más de lo que nunca la había visto. Habíamos vuelto de un trabajo en Antigua para Vogue y ella y Evan estaban otra vez juntos y celebraron la ceremonia de compromiso. Todo estaba siendo fantástico para ella, estaba en el séptimo cielo.

—¿Estuviste en esa ceremonia de compromiso?

—Sí —respondió Ciara dejando caer la colilla de su cigarro en una lata de Coca Cola, donde se apagó con un pequeño siseo—. Dios, fue de lo más romántico. Evan se lo soltó en la casa de Dickie Carbury. ¿Conoces a Dickie Carbury, el restaurador? Tiene una casa fabulosa en los Cotswolds y pasamos todos allí el fin de semana y Evan hizo un regalo para los dos de unas pulseras a juego de Fergus Keane, preciosas, de plata oxidada. Nos obligó a que bajáramos todos al lago después de la cena, en medio del frío helador y la nieve y, luego, recitó un poema que había escrito para ella y le colocó la pulsera en la muñeca. Looly se partía de la risa, pero luego ella le respondió recitando otro poema que conocía. De Walt Whitman —dijo Ciara con repentina seriedad—. Fue, de verdad, impresionante. Era el poema perfecto, simplemente eso. La gente cree que las modelos son tontas, ¿sabes? —Se volvió a echar el pelo hacia atrás y le ofreció a Strike un cigarro antes de coger otro para ella—. Me aburro de decirle a la gente que he pedido una prórroga de mi plaza para estudiar literatura inglesa en Cambridge.

—¿Sí? —preguntó Strike incapaz de ocultar el tono de sorpresa.

—Sí —contestó echando el humo con elegancia—. Pero, ya sabes, la carrera de modelo me va tan bien que voy a aplazarlo otro año. Te abre puertas, ¿sabes?

—Así que esa ceremonia de compromiso fue… ¿cuándo? ¿Una semana antes de que Lula muriera?

—Sí, el sábado de antes.

—¿Y consistió solamente en un intercambio de poemas y pulseras? ¿Sin votos ni oficiante?

—No. No fue vinculante legalmente ni nada de eso. Fue simplemente como un momento encantador y perfecto. Bueno, salvo por Freddie Bestigui, que estuvo un poco pesado. Pero, al menos —Ciara dio una fuerte calada a su cigarro—, su condenada esposa no estaba allí.

—¿Tansy?

—Tansy Chillingham, sí. Es una zorra. No me sorprende para nada que se divorcien. Llevaban vidas como totalmente separadas. Nunca se les veía salir juntos.

»Si te digo la verdad, Freddie no estuvo demasiado mal ese fin de semana para la reputación tan mala que tiene. Solo fue un rollo, por el modo en que trataba de hacerle la pelota a Looly, pero no fue lo espantoso que dicen que se puede poner. Me contaron una historia de una chica ingenua total a la que él prometió un papel en una película… Bueno, no sé si fue verdad. —Ciara entrecerró los ojos un momento desde el otro extremo de su cigarro—. De todos modos, ella nunca lo denunció.

—Has dicho que Freddie estuvo pesado, ¿en qué sentido?

—Dios, no paraba como de acorralar a Looly y de decirle lo estupenda que estaría en la pantalla y que si su padre era un tipo estupendo.

—¿Sir Alec?

—Sí, sir Alec, claro. ¡Dios mío! —exclamó Ciara con los ojos abiertos de par en par—. ¡Si llega a conocer a su verdadero padre, Looly habría flipado del todo! ¡Habría sido como el sueño de su vida! No, él solo decía que había conocido a sir Alec hace muchísimos años y que eran como del mismo barrio del East End, así que ella tenía que considerarlo como su padrino o algo así. Creo que trataba de parecer gracioso, pero no. De todos modos, todos vieron cómo él trataba de hacer que ella entrara en una película. Fue un gilipollas durante la ceremonia de compromiso. No paraba de gritar: «Yo llevo a la novia al altar». Estaba borracho. Bebió como un loco durante toda la cena. Dickie tuvo que hacerle callar. Luego, después de la ceremonia, todos bebimos champán al volver a la casa y Freddie se tomó como dos botellas más después de todo lo que se había metido ya. No paraba de gritarle a Looly que sería una actriz estupenda, pero a ella no le importó. Simplemente le ignoró. Estaba acurrucada con Evan en el sofá, como…

Y de repente, las lágrimas brillaron en los ojos de Ciara, maquillados con lápiz de ojos, y ella las sofocó con las palmas de sus preciosas manos blancas.

—… locamente enamorada. Era feliz de cojones. Nunca la había visto más contenta.

—Viste a Freddie Bestigui otra vez, ¿verdad? La tarde anterior a la muerte de Lula. ¿No pasasteis las dos por su lado en el vestíbulo, cuando salíais?

—Sí —respondió Ciara dándose todavía toques en los ojos—. ¿Cómo lo sabes?

—Wilson, el guardia de seguridad. Cree que Bestigui le dijo algo a Lula que a ella no le gustó.

—Sí. Es verdad. Se me había olvidado. Freddie dijo algo sobre Deeby Macc, que Looly estaría emocionada por su llegada y que él estaba deseando tenerlos a los dos juntos en una película. No recuerdo exactamente qué dijo, pero hizo que sonara a algo sucio, ¿sabes?

—¿Sabía Lula anteriormente que Bestigui y su padre adoptivo habían sido amigos?

—Me dijo que fue la primera vez que lo oía. Siempre se mantenía alejada de Freddie en el edificio. No le gustaba Tansy.

—¿Por qué no?

—A Looly no le interesaba nada esa mierda de a ver qué marido tiene el jodido yate más grande. No quería rodearse de esa gente. Ella era mucho mejor que eso. No le gustaban nada las chicas Chillingham.

—De acuerdo —dijo Strike—. ¿Me puedes hablar de la tarde y la velada que pasaste con ella?

Ciara dejó caer su segunda colilla en el interior de la lata de Coca Cola con otro burbujeo e inmediatamente se encendió otro.

—Sí. Vale, déjame pensar. Bueno, la vi en su casa por la tarde. Bryony vino a hacerle las cejas y terminó haciéndonos la manicura a las dos. Fue como pasar juntas una tarde de chicas.

—¿Qué aspecto tenía ella?

—Estaba… —Ciara vaciló—. Bueno, no estaba tan feliz como lo había estado esa semana. Pero no como una suicida. O sea, para nada.

—Su chófer, Kieran, creyó que estaba rara cuando salió de la casa de su madre en Chelsea.

—Dios, sí. Bueno, ¿por qué no iba a estarlo? Su madre tenía cáncer, ¿no?

—¿Te habló Lula de su madre cuando te vio?

—No, la verdad es que no. O sea, ella solo dijo que se había sentado con ella porque estaba, ya sabes, un poco hecha polvo tras la operación, pero nadie pensaba entonces que lady Bristow se fuera a morir. Se suponía que la operación la había curado, ¿no?

—¿Mencionó Lula alguna otra razón por la que se sentía menos feliz que antes?

—No —contestó Ciara negando despacio con la cabeza mientras su pelo rubio claro le caía por la cara. Volvió a apartárselo y dio una fuerte calada a su cigarro—. Sí que parecía un poco baja de ánimos, un poco distraída, pero yo lo achaqué al hecho de que había visto a su madre. Tenían una relación extraña. Lady Bristow era como muy sobreprotectora y posesiva. A Looly le parecía un poco claustrofóbico, ¿sabes?

—¿Viste si Lula llamó a alguien por teléfono mientras estaba contigo?

—No —respondió tras una pausa para pensar—. Recuerdo que miraba mucho el teléfono, pero no habló con nadie, por lo que yo recuerdo. Si llamó a alguien, fue en privado. Estuvo un rato saliendo y entrando del dormitorio. No lo sé.

—Bryony cree que parecía emocionada por Deeby Macc.

—¡Oh, por el amor de Dios! —exclamó Ciara con impaciencia—. Eran todos los demás los que estaban emocionados por Deeby Macc. Guy, Bryony y… bueno, incluso yo lo estaba un poco —dijo con una sinceridad adorable—. Pero a Looly le daba igual. Estaba enamorada de Evan. No hay que creer todo lo que dice Bryony.

—¿Tenía Lula algún papel en las manos que puedas recordar? ¿Un papel azul en el que ella había escrito algo?

—No —volvió a responder Ciara—. ¿Por qué? ¿Qué era?

—Aún no lo sé —contestó Strike, y Ciara pareció quedarse de repente atónita.

—Dios… ¿No estarás diciendo que dejó una nota? Ay, Dios mío. Eso sería una puta locura. Pero… ¡No! Eso significaría como que ya había decidido que lo iba a hacer.

—Puede que fuera otra cosa —dijo Strike—. En la investigación, tú mencionaste que Lula expresó su intención de dejárselo todo a su hermano, ¿no es así?

—Sí, así es —asintió Ciara con gran seriedad—. Sí. Lo que pasó fue que Guy le había enviado a Looly unos bolsos fabulosos de la nueva línea. Yo sabía que a mí no me iba a enviar ninguno pese a que yo estaba también en el anuncio. En fin, desenvolví el blanco, el Cashile, ya sabes, y era como superbonito. Él les pone unos forros desmontables de seda y los había personalizado para ella con unos estampados africanos. Así que le dije: «Looly, ¿me dejarás este cuando te mueras?», en plan broma. Y ella me contestó como muy seria: «Le voy a dejar todo a mi hermano, pero estoy segura de que él dejará que cojas lo que quieras».

Strike la observaba y la escuchaba tratando de encontrar algún indicio de que estaba mintiendo o exagerando, pero pronunció aquellas palabras de una forma fácil y, según parecía, sincera.

—Es extraño que dijera aquello, ¿no?

—Sí, supongo —respondió Ciara apartándose de nuevo el pelo de la cara—. Pero Looly era así. A veces, podía ponerse un poco oscura y dramática. Guy solía decirle: «Déjate de yuyus, Cuco». —Ciara soltó un suspiro—. En fin, ella no pilló la indirecta de lo del bolso Cashile. Yo esperaba que me lo regalase sin más. O sea, ella tenía cuatro.

—¿Dirías que tenías una relación estrecha con Lula?

—Dios, sí. Superestrecha. Me lo contaba todo.

—Un par de personas han mencionado que no se confiaba con demasiada facilidad. Que tenía miedo de que sus confidencias pasaran a la prensa. Me han dicho que ponía a prueba a la gente para ver si podía confiar en ellos.

—Sí. Se puso un poco como paranoica después de que su verdadera madre empezase a vender historias sobre ella —contestó con un ligero movimiento de su cigarro—. La verdad es que me preguntó si yo le había contado a alguien que había vuelto con Evan. O sea, venga ya. No había forma de que pudiera mantenerse eso en secreto. Todos hablaban de ello. Le dije: «Looly, lo único que hay peor de que hablen de ti es que no hablen de ti». Lo dijo Oscar Wilde —añadió con generosidad—. Pero a Looly no le gustaba ese aspecto de ser famosa.

—Guy Somé cree que Lula no habría vuelto con Duffield si él no hubiese estado fuera del país.

Ciara miró hacia la puerta y bajó la voz.

—Es propio de Guy. Era como muy superprotector con Looly. La adoraba. La quería de verdad. Creía que Evan le hacía mal pero, sinceramente, él no conoce al verdadero Evan. Evan está como hecho una mierda total, pero es una buena persona. Fue a ver a lady Bristow no hace mucho y yo le dije: «¿Por qué, Evan? ¿Por qué narices has tenido que pasar por esa situación?». Porque la familia de ella le odiaba, ¿sabes? ¿Y sabes lo que me dijo? «Solo quiero hablar con alguien a quien le importe tanto como a mí el hecho de que ella se haya ido». O sea, ¿hay algo más triste que eso?

Strike se aclaró la garganta.

—La prensa la tiene tomada con Evan. Es muy injusto. No puede hacer nada a derechas.

—Duffield fue a tu casa la noche que ella murió, ¿verdad?

—Sí, Dios. ¡Ahí lo tienes! —exclamó Ciara con indignación—. ¡Se inventaron que estuvimos como echando un polvo o algo así! Él no tenía dinero y su chófer había desaparecido, así que simplemente fue como dándose una caminata por todo Londres para poder llegar a mi casa. Durmió en el sofá. Claro, estábamos juntos cuando se enteró de la noticia.

Levantó el cigarro hacia su boca y dio una profunda calada con los ojos en el suelo.

—Fue horrible. No te lo imaginas. Horrible. Evan estaba… Dios mío. Y luego —continuó con una voz apenas más fuerte que un susurro—, todos decían que había sido él. Después de que Tansy Chillingham dijera que había oído una pelea. La prensa se volvió loca. Fue espantoso.

Levantó los ojos hacia Strike, manteniéndose el pelo apartado de la cara. La intensa luz del techo iluminó sus pronunciados y perfectos pómulos.

—No te has reunido con Evan, ¿no?

—No.

—¿Quieres hacerlo? Puedes venir ahora conmigo. Me dijo que iba a ir esta noche a Uzi.

—Eso sería estupendo.

—Fabuloso. Espera.

Se puso de pie de un brinco y gritó hacia la puerta abierta:

—Guy, cariño, ¿puedo ponerme esto esta noche? Anda… Para ir a Uzi.

Somé entró en la pequeña habitación. Parecía agotado tras sus gafas.

—De acuerdo. Asegúrate de que te hacen fotos. Como lo estropees le pongo una demanda a tu esquelético culo de blanca.

—No voy a estropearlo. Llevo a Cormoran para que conozca a Evan.

Guardó sus cigarros en su enorme bolso, que parecía contener también la ropa de ese día, y se lo echó al hombro. Con sus tacones quedó a menos de dos centímetros de la altura del detective. Somé miró a Strike con los ojos entrecerrados.

—Asegúrese de que se lo hace pasar jodidamente mal.

—¡Guy! —exclamó Ciara con un mohín—. No seas tan malo.

—Y tenga cuidado, señor Rokeby —añadió Somé con su habitual tono de resentimiento—. Ciara es una verdadera zorra. ¿No es así, querida? Y es como yo. Le gustan los grandullones.

—¡Guy! —repitió Ciara fingiendo horrorizarse—. Vamos, Cormoran. Tengo al chófer en la puerta.