3

—Y estás segura de que es un detective, ¿no? Porque cualquiera puede hacer eso. Cualquiera puede buscar a otra persona en Google.

Matthew estaba irascible después de un largo día, un cliente insatisfecho y una reunión poco satisfactoria con su nuevo jefe. No le gustaba lo que le parecía una admiración ingenua e inapropiada por parte de su prometida hacia otro hombre.

—Él no ha buscado a la gente en Google —dijo Robin—. He sido yo quien lo ha hecho mientras él trabajaba en otro caso.

—Pues a mí no me gusta cómo suena todo eso. Está durmiendo en su despacho, Robin. ¿No crees que ahí hay algo que huele un poco mal?

—Te lo he dicho. Creo que acaba de romper con su pareja.

—Sí, apuesto a que es así —dijo Matthew.

Robin dejó caer el plato de él sobre el suyo y se dirigió airada hacia la cocina. Estaba enfadada con Matthew y algo molesta con Strike. Le había gustado buscar a los conocidos de Lula Landry por el ciberespacio ese día, pero al verlo ahora a través de los ojos de Matthew le parecía que Strike le había dado un trabajo sin sentido y para pasar el rato.

—Mira, yo no digo nada —insistió Matthew desde la puerta de la cocina—. Solo que me parece raro. ¿Y qué es eso de los paseítos para disfrutar de la tarde?

—No fue un paseíto para disfrutar de la tarde, Matt. Fuimos a ver la escena del… Fuimos a ver el lugar donde un cliente cree que ocurrió algo.

—Robin, no es necesario andarse con tanto maldito misterio —dijo Matthew riéndose.

—He firmado un contrato de confidencialidad —espetó, mirando hacia atrás—. No puedo hablarte del caso.

—El caso.

Soltó otra pequeña carcajada burlona.

Robin se movía por la cocina, apartando ingredientes y cerrando de golpe las puertas de los armarios. Un rato después, observando cómo se movía, Matthew pensó que quizá había sido poco razonable. Se acercó por detrás mientras ella echaba las sobras a la basura, la rodeó con los brazos, enterró la cara en su cuello y colocó las manos sobre su pecho, aún magullado por el golpe que Strike le había dado accidentalmente. Esto había influido irrevocablemente en la opinión de Matthew sobre aquel hombre. Murmuró unas frases reconciliadoras entre el cabello de color miel de Robin, pero la joven se apartó y dejó los platos en el fregadero.

Robin se sentía como si se estuviese cuestionando su propia valía. Strike parecía interesado en las cosas que ella había encontrado en internet. Había expresado su gratitud por su eficiencia y su iniciativa.

—¿Cuántas entrevistas de las de verdad tienes la semana que viene? —preguntó Matthew mientras ella abría el grifo del agua fría.

—Tres —gritó por encima del ruido del fuerte chorro de agua, fregando de forma agresiva el plato de arriba.

Esperó a que él se fuera al comedor antes de cerrar el grifo. Había visto que había un trozo de guisante congelado en el engaste de su anillo de compromiso.