Per istam sanctam…

«El conde Devon está realmente apenado por lo ocurrido con la vitrina de la porcelana, pero sucedió, piensa, debido a que su mente está muy preocupada porque los ratones están royendo su retrato. El cuadro estaría muy contento de regresar a su antiguo lugar en la pared si tan sólo alguien se lo ordenara. El lo ha intentado, pero éste no oye su voz.

»El conde no quiere que se destruya su retrato, ya que sin él no puede recordar cuál es su aspecto.

»Los ratones lo preocupan. Dice que hay demasiados. Es el resultado de estar encerrados en un desván aislado y cómodo sin ningún tipo de depredadores; su difunta esposa tenía terror a los gatos. Los ratones han disfrutado de una vida muy cómoda y ahora están gordos y lustrosos y han desarrollado toda una afición por el arte. Sin embargo, durante sus paseos solitarios, en permanente vigilia (pues los muertos que pueden dormir lo hacen sin despertarse jamás, mientras que aquellos que no pueden conseguirlo deambulan constantemente en busca de descanso), ha descubierto muchos cadáveres diminutos en el desván.

»Los ratones se están muriendo y no comprende por qué. Sus cuerpecillos cubren el suelo, cada vez en mayor número. Además, le extraña que una mujer que había vivido al otro lado de la calle y que, al parecer, murió por falta de atención y tardaron tres días en darse cuenta de ello, le ha contado que los roedores de su desván también están corriendo la misma suerte.

«Allí encerrados, a salvo y seguros, asegura ella que se están asfixiando».