El Gran Juego de Pelota ya no está.
Michael Gabriel se encuentra de pie, solo, dentro de un remolino de energía verde esmeralda, un cilindro en forma de túnel que gira a mil millones de revoluciones por minuto.
A su izquierda se encuentra la entrada del portal, cuya abertura, cada vez más pequeña, deja ver la base norte de la pirámide. Puede ver a Dominique, tumbada en los dos últimos escalones. Llorando.
A su derecha se abre otro portal, la entrada a Xibalba Be, el Camino Negro. En su centro se distingue un punto de luz blanca que contrasta con la oscuridad del espacio.
Lo inunda una sensación de frío que calma sus nervios en tensión.
«Guardián, ¿lo he conseguido?».
«Sí, Hunahpú. Los dos Señores del Mundo Inferior están muertos. El portal está cerrándose. Una vez más, al Dios de la Muerte se le ha denegado el acceso a tu mundo».
Mick observa cómo la abertura que tiene a su izquierda continúa cerrándose.
«¿Entonces ha desaparecido la amenaza que pesaba sobre la humanidad?».
«Por el momento. Ha llegado la hora de escoger».
Delante de Mick comienza a materializarse un sarcófago de granito de color marrón. Suspendida encima del interior en forma de bañera se halla una vaina lisa y semejante a un ataúd.
«Te aguardan dos destinos. Puedes vivir hasta el fin de tus días siendo Michael Gabriel, o bien puedes continuar y viajar a Xibalba a cumplir tu destino como Hun-Hunahpú, intentando salvar las almas de nuestro pueblo».
«Los Nephilim…».
Sesenta y cinco millones de años atrás, el Guardián y los Nephilim supervivientes eligieron quedarse en la Tierra para salvar el futuro de una especie desconocida, con la esperanza de que llegara un día su mesías genético para devolverles el favor. Mick se acuerda de las caras de terror de los niños de Xibalba, de sus almas atrapadas en aquel purgatorio.
«Tan asustados. Tan solos…».
Mira a Dominique, anhelando abrazarla, consolarla. Se imagina la vida que le han negado las circunstancias desde que era pequeño. Amor, matrimonio, hijos; una existencia rodeado de felicidad.
«No es justo. ¿Por qué he de escoger? Me merezco vivir lo que me quede de vida».
Se imagina a sí mismo envuelto en el calor de Dominique, sin tener que despertarse en mitad de la noche en el frío suelo de hormigón de una celda, sintiéndose tan solo…
Tan vacío.
«El sacrificio supremo…».
Recuerda la dulce voz de Dominique: «Mick, ninguno de nosotros tiene control sobre las cartas que nos han repartido…».
«Posees libre albedrío, Michael. Has de darte prisa en escoger antes de que se cierre el portal».
Entonces, arrancando su corazón de Dominique, se mete en el interior de la vaina.
Mick abre los ojos. Está tumbado boca abajo, dentro del luminoso casco azulado de la vaina, viajando velozmente por el espacio exterior a través de un tortuoso túnel de intensa gravedad. Aunque está envuelto en un halo de energía, consigue ver a través de las paredes de su transporte. Más allá del resplandor distingue las estrellas, que pasan raudas por su lado.
Al girar la cabeza hacia atrás ve la Tierra, un mundo azul que va perdiéndose de vista, así como la trayectoria cósmica del conducto cuatridimensional, que va evaporándose detrás de él dejando nada más que oscuridad a su paso.
El vacío, cada vez más pronunciado, desgarra su alma torturada.
«Bien venido, Hun-Hunahpú. Ya has llegado».
«La echo de menos».
«Ella ha sido bendecida, en su vientre está creciendo la semilla de nuestro pacto, su destino está para siempre ligado al tuyo».
Allá al frente se ve una luz blanca cuyo brillo va haciéndose cada vez más intenso. Un terror glacial y desolado invade la mente de Mick.
«Es Xibalba…».
El miedo y la ansiedad lo dominan.
—¿Qué he hecho? Guardián, por favor… ¡quiero volver!
«Ya es demasiado tarde. No temas, Michael, porque jamás te abandonaremos. Has realizado el sacrificio supremo, y al hacerlo has devuelto la humanidad a tu especie y has otorgado a las almas de nuestros antepasados una oportunidad de ser redimidas. El camino que has elegido es noble; te revelará los secretos mismos del universo y enfrentará la esencia misma del bien con la del mal, la luz con la oscuridad, y hay en juego mucho más de lo que tú podrías imaginar.
»Ahora cierra los ojos y descansa mientras te preparamos, porque lo que te espera es el mal, en su forma más pura».