Capítulo 23

14 de diciembre de 2012

MANDO DE DEFENSA DEL ESPACIO AÉREO NORTEAMERICANO

(NORAD).

COLORADO

Al mayor Joseph Unsinn se le sale el corazón del pecho al oír sonar la alarma de misiles del NORAD. Decenas de técnicos contemplan horrorizados cómo se llenan de datos entrantes las enormes pantallas de sus terminales informáticos.

¡ALERTA MÁXIMA! ¡ALERTA MÁXIMA!

DETECTADOS MÚLTIPLES LANZAMIENTOS

DE MISILES BALÍSTICOS

Lugar del lanzamiento: Bakhtaran, Irán

Objetivo: Israel

OBJETIVO: MISILES TIEMPO DEL IMPACTO MIN/SEG
Meggido 2 4:12
Tel Aviv 3 4:35
Haifa 4 5.38
Altos del Golán 1 5:44

Los datos son transmitidos de inmediato desde el centro de procesamiento de alta velocidad del NORAD directamente a los mandos de campaña norteamericanos en Israel y el golfo Pérsico. Momentos después aparece en el videocomunicador el mayor Unsinn, hablando con el secretario de Defensa.

SALA DE SITUACIONES DE RAVEN ROCK

MARYLAND

El complejo de alto secreto conocido tan sólo como Raven Rock funciona como un Pentágono bajo tierra. Dentro de este centro nervioso se encuentra la «sala de situaciones», una cámara de forma circular que contiene una maraña de sistemas integrados de última tecnología para comunicación por voz y gestión de datos. Desde aquí, el presidente y sus asesores pueden transmitir directrices al Centro de Mando Estratégico de Estados Unidos (STRATCOM), otro centro neurálgico subterráneo que se halla en contacto directo con todas las fuerzas estratégicas de naves espaciales, aviones, submarinos y misiles de todo el mundo. Al igual que el NORAD, los búnkeres de Raven Rock y de STRATCOM se han aislado con el fin de proteger sus sensibles equipos de alta tecnología de los pulsos electromagnéticos generados durante un ataque nuclear.

El presidente Maller se encuentra sentado en un sofá de cuero en su despacho privado, tembloroso y haciendo un esfuerzo por apartar a un lado su dolor personal, aunque sólo sea durante unos minutos. Fuera de su oficina, el secretario de Defensa, Dick Pryzstas, y el general Fecondo conversan íntimamente con Pierre Borgia.

—El presidente está conmocionado —susurra Pryzstas—. Pierre, como miembro superior del Gabinete que eres, el protocolo exige que asumas tú el mando.

—El NORAD ha detectado una escuadrilla de cazas rusos que se dirigen a Alaska. Nuestros Raptores ya se encuentran en camino para interceptarlos. ¿Estás preparado para emitir los códigos de lanzamiento…?

—¡No! —Maller sale del despacho—. Sigo estando yo al mando, señor Pryzstas. Inicie el Escudo Global. Secretario Borgia, quiero hablar ahora mismo con Viktor Grozny y con el general Xiliang. No me importa que tenga que ir usted personalmente a Moscú para conseguir que Grozny se ponga al maldito teléfono, simplemente hágalo.

—Sí, señor.

DESIERTO DEL SINAÍ

ISRAEL

El avión de carga 747-400F describe una trayectoria en forma de ocho a una altitud de doce mil quinientos metros sobre el desierto del Sinaí. A pesar de las apariencias, no es un simple Jumbo. En el interior del morro en forma de trompa redondeada lleva alojado el Láser Aerotransportado (ABL). YAL-1 de las Fuerzas Aéreas, un arma diseñada para interceptar misiles SAM, de crucero y balísticos tácticos.

El mayor David Adashek observa fijamente el módulo de su estación mientras el sistema formado por el director del haz de láser Lockheed Martin y Búsqueda y Seguimiento por Infrarrojos (IRST) rastrea los cielos del noreste.

En la pantalla aparecen diez blancos.

—Allá vamos, muchachos. Diez misiles balísticos con cabezas nucleares. Están entrando en el radio de alcance. Trescientos kilómetros y acercándose.

—El haz ha captado los objetivos, señor. Blancos fijados.

—Lancen el COIL.

Con un brillante destello luminoso, el láser multi-megavatio TRW COIL del Boeing se activa y dispara un rayo de color naranja desde el morro del avión. Dicho rayo surca el cielo nocturno a la velocidad de la luz y convierte el primer misil iraní en una bola de fuego que se precipita hacia tierra.

En los treinta próximos segundos serán destruidos los nueve misiles restantes.

EL ESPACIO

La estilizada nave espacial blanca y negra se sitúa suavemente en su nueva órbita, girando por encima de la Tierra en silencio y completa soledad. A diferencia de su prima lejana de la NASA, la VentureStar de Lockheed Martin, que es un vehículo espacial reutilizable construido y puesto en órbita a bombo y platillo, esta nave, conocida simplemente por las siglas SMV (Vehículo de Maniobras Espaciales) por sus diseñadores norteamericanos de la Boeing, jamás ha visto la luz del día. El SMV, concebido en los últimos días de la Iniciativa de Defensa Estratégica del presidente Reagan, fue financiado en secreto por la Oficina de Aviones Espaciales Militares del Laboratorio de Investigación de las Fuerzas Aéreas y, cosa bastante irónica, lanzado desde un cohete Protón comprado a Rusia. Capaz de permanecer en posición hasta un año, este vehículo totalmente automático y sin piloto no transporta ninguna carga comercial útil ni ha servido nunca a los intereses de la Estación Espacial Internacional ni del sector privado; el SMV fue diseñado para un único propósito: atrapar y destruir satélites enemigos.

Oculta en el interior de la estructura de siete metros y medio del SMV se encuentra una plataforma montada sobre vigas que soporta el láser de alta energía TRW Alpha de fluoruro de hidrógeno y un telescopio Hughes de cuatro metros con proyección de haz.

El avión espacial se centra en su primera víctima, un satélite ruso, uno de los dieciocho situados en una órbita geosíncrona, a una distancia de treinta y cinco mil seiscientos kilómetros sobre Norteamérica. El SMV activa sus reactores para estabilizar su órbita; a continuación, manteniendo la misma velocidad que el satélite ruso, retrae las puertas curvas al interior del morro y deja al descubierto su carga útil secreta.

El sistema de guiado Lockheed Martin se fija sobre su objetivo.

El láser se carga hasta alcanzar su máxima potencia y se dispara proyectando su haz invisible sobre la superficie del satélite ruso de cinco metros y medio de longitud. El delgado revestimiento externo comienza a calentarse y hace que el casco metálico adquiera un resplandor rojo anaranjado. Los sistemas electrónicos de detección que contiene el satélite sufren un cortocircuito. Los sensores chisporrotean y finalmente se funden dejando las tarjetas de circuitos ennegrecidas y carbonizadas.

La energía del láser alcanza las células de energía de a bordo…

Y entonces, con una potente sacudida, el satélite de reconocimiento explota y transforma sus chamuscados restos en brillantes fragmentos de basura espacial.

Atrapado por la fuerza gravitatoria de la Tierra, un pedazo de gran tamaño del satélite ruso se incendia al efectuar la reentrada en la atmósfera.

Un muchacho que vive en Groenlandia levanta la vista hacia el cielo nocturno y se emociona viendo ese inesperado espectáculo de luz. Cierra los ojos y formula un deseo al descubrir la estrella fugaz.

El morro del SMV se cierra, el avión espacial acciona sus reactores y se impulsa hacia una órbita más alta, preparado para dar caza a su siguiente objetivo.

CENTRO DE ENSAYOS DE SISTEMAS DE LÁSER

DE ALTA ENERGÍA

(HELSTF).

WHITE SANDS, NUEVO MÉXICO

A los ojos de un transeúnte sin uniforme, la cúpula de acero y hormigón del observatorio situado dentro del complejo de alta seguridad del desierto al sur del estado de Nuevo México no parece nada más que otro puesto de observación de las estrellas, pero debajo de esa cúpula replegable se halla no un telescopio, sino una torreta de disparo de trece centímetros montada sobre una plataforma giratoria de trescientos sesenta grados de rotación rápida.

Se trata del Láser Químico Avanzado de Infrarrojo Medio (MIRACL), el láser más potente del mundo. Desarrollado por TRW y por la empresa israelí RAFAEL, este láser químico de fluoruro de deuterio es capaz de enviar repetidos disparos de alta potencia al espacio a la velocidad de la luz.

Con un funcionamiento basado en los mismos principios que el motor de un cohete, este láser emplea triofluoruro de nitrógeno como oxidante para quemar un combustible, el etileno, el cual, a su vez, libera átomos de flúor excitados. Cuando se inyectan deuterio y helio a través del tubo de escape, se obtiene energía óptica, creando así un rayo láser de tres centímetros de ancho por veintiuno de alto. A continuación, el componente clave del asesino de satélites, el director del haz fabricado por Hughes, se fija sobre su veloz objetivo y proyecta el potente láser a través de la atmósfera y hacia el espacio.

La coronel Barbara Esmedina, directora del proyecto de White Sands, observa impaciente cómo sus técnicos terminan de introducir las coordenadas de los siete satélites de Posicionamiento Global rusos y los cuatro norcoreanos que se hallan en algún punto sobre Norteamérica. Esmedina, una antigua funcionaría que trabajó en el prototipo X-33 del VentureStar de la NASA, tiene fama de ser una persona excitable, testaruda y a menudo sin pelos en la lengua, defensora de los láseres tácticos de alta energía (THEL). Dos veces casada y dos veces divorciada, hace mucho tiempo que renunció a salir con hombres para dedicarse a buscar financiación para su querido proyecto: la construcción de una decena de emplazamientos de MIRACL en la costa como un medio táctico de defensa contra los misiles ICBM enemigos.

A lo largo de ocho años, Barbara Esmedina ha venido librando una guerra personal con el Departamento de Defensa, desde el día en que el gobierno de Kim Jong Il terminó de desarrollar el Taepo Dong-2, un misil de largo alcance de dos etapas capaz de llegar a la costa oeste de Estados Unidos. Aunque es sumamente respetada por sus superiores, a Barbara la han reprendido por ser demasiado lista para su propio bien y demasiado guapa para tener un temperamento tan desagradable, este último un rasgo irreprimible que a menudo la ha perjudicado a la hora de obtener financiación. A pesar de los esfuerzos por recabar apoyos que realizó hace cinco años, el Departamento de Defensa prefirió destinar fondos al nuevo CVN-78 de la Marina, un portaaviones secreto de seis mil millones de dólares.

Barbara menea la cabeza en un gesto negativo al acordarse. «Justo lo que necesitábamos, otro maldito elefante blanco de seis mil millones de dólares».

—Estamos listos, coronel.

—Ya era hora. Abran la cúpula.

Se oye un gemido hidráulico procedente de lo alto cuando se repliega la inmensa cúpula de hormigón para dejar ver el cielo del desierto, cuajado de estrellas.

—Cúpula abierta, coronel. Láser sobre el objetivo. Tenemos el campo despejado.

—Disparen el láser.

En menos de un abrir y cerrar de ojos, se enciende un brillante haz de luz de color rojo carmesí que traza una línea hacia el cielo. La coronel Esmedina y una decena de técnicos concentran la mirada en un monitor de ordenador que marca la posición del satélite enemigo. La imagen muestra un vivo destello y después desaparece bruscamente.

—Primer objetivo destruido, coronel. Pasamos a la adquisición del segundo objetivo.

Esmedina reprime una sonrisa mientras la torreta del láser gira para situarse en posición.

—Eso, camarada Grozny, es lo que nosotros llamamos una bofetada en la cara desde el espacio exterior.

DEBAJO DE LA PIRÁMIDE DE KUKULCÁN

CHICHÉN ITZÁ

Mick está flotando.

Contempla las dos figuras inconscientes que yacen boca abajo sobre el extraño suelo, y lo que ve son unos rostros congelados en una expresión de dolor, de un tinte azulado bajo las gafas de bucear.

Al reconocer los cuerpos, no siente pena ni remordimiento, sino tan sólo un bendito alivio, mezclado con una insólita sensación de curiosidad. Se gira y ve el túnel abierto ante sí, la luz brillante que lo atrae. Entonces, sin titubear, entra por él volando igual que un pájaro, sin alas.

Percibe la presencia del ser y experimenta una inmediata oleada de amor y calor, algo que no ha sentido desde su infancia temprana.

«¿Madre?».

La luz lo abraza, lo envuelve con su energía.

«No es tu hora, Michael…».

En eso, un profundo retumbar llena sus oídos y la luz se disipa.

La bilis ascendente expulsa el regulador de la boca de Mick y le provoca una serie de convulsiones. Aspira una bocanada de aire, después otra, y a continuación se arranca las gafas de la cara y rueda boca arriba agitando violentamente el pecho y contemplando el extraño arqueado del techo.

«¿Madre?».

—Dominique…

Se incorpora con esfuerzo sobre las rodillas y gatea hasta la muchacha. Rápidamente le quita las gafas, dado que el regulador ya lo tiene fuera de la boca. Tras verificar que aún tiene pulso, le echa la cabeza hacia atrás y le abre las vías aéreas para soplar en el interior de su boca con el fin de insuflar aire en los pulmones.

«Vamos…».

Dominique tiene la boca llena de agua. Mick se coloca a horcajadas sobre ella y le presiona el abdomen con ambas manos para obligar al líquido a salir del estómago.

Le despeja la boca y vuelve a empezar.

Una decena más de intentos.

De pronto el rostro de Dominique cobra color. Tose, escupe agua y abre los ojos.

ESTRECHO DE BERING

FRENTE A LA COSTA DE ALASKA

1.43 (hora de Alaska).

Los siete Raptores Lockheed Martin F-22, los cazas más avanzados del mundo, cruzan como cohetes el cielo de Alaska en mitad de la noche a velocidad supersónica. Estos aviones secretos parcialmente sin cola, del tamaño aproximado de un F-15, no sólo son invisibles al radar, sino que además vuelan más rápido y más alto que cualquier reactor.

El mayor Daniel Barbier flexiona los músculos para no dormirse en la cabina del piloto, que se halla a oscuras. Han transcurrido ocho largas horas y cinco reabastecimientos de combustible en pleno vuelo desde que su equipo abandonó la base de las Fuerzas Aéreas de Dobbins ubicada en Marietta, Georgia, y el jefe de la formación ya nota el cansancio en los huesos. Este piloto, de origen canadiense, introduce una mano en el bolsillo frontal de la cazadora y saca la foto de su mujer, su hija y dos niños gemelos de cuatro años, besa a cada uno de ellos para que le den suerte y a continuación vuelve a fijar su atención en los colores de la consola que tiene frente a sí.

La pantalla táctica del F-22 es un sistema de gestión de sensores diseñado para proporcionar al piloto la máxima cantidad de información sin que ésta resulte abrumadora. Los tres sensores principales del caza llevan asignados colores y símbolos específicos que permiten reconocerlos rápidamente. El radar del Raptor, un Northrop Grumman/Raytheon APG-77, es tan potente que permite al piloto adquirir, identificar y destruir un objetivo mucho antes de que el enemigo sepa que se encuentra ahí. Además del radar, el F-22 va equipado con otros dos sensores, ambos pasivos, sin emisiones, que ayudan a preservar la condición secreta del avión.

El primero de ellos es el sistema de guerra electrónica (EW). ALR-94 de Lockheed-Sanders, un detector que rastrea el campo de batalla en busca de señales enemigas. Cuando se detecta un enemigo, el EW determina inmediatamente el rumbo y el alcance del blanco y acto seguido programa los misiles AMRAAM del Raptor para que lo intercepten. Un segundo sistema pasivo, denominado enlace de datos, recopila información de los AWACS aerotransportados y suministra al piloto del F-22 importantes datos de navegación e identificación del objetivo.

Pese a la superior tecnología de la aeronave, Barbier tiene el estómago tenso por el miedo. Ahí delante lo espera un escuadrón de cazas rusos, que según se cree llevan armas nucleares. Mientras que el fuselaje del Raptor reduce al mínimo la sección transversal en el radar basándose en el diseño de sus ángulos, su homólogo ruso produce una nube de plasma que envuelve el avión y disminuye las señales reflejadas por el radar. Localizar al enemigo no va a resultar tarea fácil.

—Leñador a Blancanieves. Responda, Blancanieves.

Barbier se ajusta el auricular para hablar con la base de las Fuerzas Aéreas de Elmendorf.

—Adelante, Leñador.

—La Bruja Mala (el NORAD) ha detectado a los enanitos. Procedo a descargar las coordenadas.

—Roger.

Barbier ve que su pantalla táctica se ilumina igual que un árbol de Navidad. A continuación, un enlace seguro de datos intravuelo ofrece una pantalla idéntica a cada uno de los siete Raptores de manera simultánea, mientras el sistema analiza y coordina una lista de disparos.

Siete círculos azules indican los F-22 en formación. Por el noroeste se aproximan nueve triángulos rojos, que también vuelan en formación, más cerca del agua.

Barbier toca una barra de su palanca de gases. Al instante, a cada uno de los malos se le asigna un círculo blanco con un número, y dichas asignaciones aparecen tanto en la pantalla táctica como en la de ataque de cada Raptor.

En el interior de la panza del F-22 de Barbier hay dos bodegas de carga para armamento ventrales y otras dos laterales. Las ventrales albergan cada una cuatro misiles HAVE DASH II aire-aire de medio alcance avanzados (AMRAAM), un proyectil propulsado por estatorreactores Mach-6 capaz de atravesar un muro de hormigón de dos metros de espesor desde una distancia de cien millas náuticas. Cada una de las bodegas laterales contiene un Sidewinder AIM-9X de GM-Hughes, un misil buscador capaz de localizar blancos situados hasta noventa grados fuera del visor del caza.

En la pantalla de ataque de Barbier y en la que lleva montada en el casco aparece simultáneamente la palabra disparar. El piloto toca el botón observando en su pantalla táctica cómo el F-22 cruza desde el anillo más exterior hasta el anillo central de ataque. A ese alcance, las armas del Raptor pueden atacar al enemigo, mientras que los malos se encuentran demasiado lejos para devolver el fuego.

Barbier susurra:

—Que lo paséis bien, hijos de puta.

Con cuarenta G de presión, los lanzadores neumático-hidráulicos situados debajo de cada uno de los F-22 eyectan una salva de misiles. Dichos misiles se vuelven autónomos al cabo de unos instantes y se cierran sobre sus objetivos a una velocidad hipersónica de mil novecientos cincuenta kilómetros por segundo.

Acto seguido los F-22 se lanzan en picado bruscamente y descienden para situarse en una altitud inferior.

El jefe del escuadrón ruso siente que el corazón le da un vuelco y se le sube a la garganta al ver iluminarse su sistema de advertencia de la presencia de misiles y al oír dispararse la alarma de a bordo. Rompe a sudar bajo el traje de vuelo, y se apresura a lanzar los señuelos y a deshacer la formación, incapaz de imaginar de dónde puede provenir el ataque. Mira el radar y se encoge aterrorizado al ver cómo el reactor que vuela a su lado se incinera en medio de una brillante bola de fuego.

La alerta se convierte en un ensordecedor canto fúnebre. Con los ojos clavados en la pantalla del radar, presa del pánico, el piloto lucha por comprender el concepto de que, de algún modo, el cazador ha sido cazado.

Un segundo después, el misil AMRAAM viola su fuselaje y vaporiza su existencia para transformarla en eternidad.

DEBAJO DE LA PIRÁMIDE DE KUKULCÁN

CHICHÉN ITZÁ

Mick y Dominique, ambos descalzos, caminan cogidos de la mano por la nave alienígena, con la parte superior del traje de neopreno colgando desabrochada alrededor de la cintura.

El pasillo en forma de túnel está tibio aunque bastante oscuro, pues la única luz presente es un resplandor azul luminiscente que se ve más adelante. El suelo, las paredes y el techo arqueado, que se encuentra a nueve metros de altura, están vacíos y lisos. Por su aspecto parecen estar hechos de un polímero negro, traslúcido y muy pulimentado.

Mick hace una pausa para apoyar la cara contra la pared oscura y vítrea, en un intento de ver qué hay al otro lado.

—Creo que hay algo detrás de estas paredes, pero el cristal está tan tintado que no distingo nada. —Se vuelve hacia Dominique, la cual lo mira aterrorizada—. ¿Estás bien?

—¿Bien? —Ella sonríe nerviosa, temblándole el labio inferior—. No, creo que desde que te conozco no estoy nada bien. —Sonríe de nuevo, y de pronto se echa a llorar—. Supongo… supongo que lo bueno de todo esto es que no estás loco. ¿Quiere decir que vamos a morir todos?

Mick le coge la mano.

—No te asustes. Esta nave pertenece a Kukulcán, o sea cual sea el nombre que se dio a sí mismo ese humanoide.

—¿Cómo vamos a salir de aquí?

—Esta nave debe de estar enterrada justo debajo de la pirámide. Lo más probable es que haya algún tipo de pasadizo oculto que lleve hasta el templo. Encontraremos una salida, pero antes tenemos que averiguar cómo impedir que se haga realidad la profecía del día del juicio.

Mick la conduce hasta el final del pasillo, el cual desemboca en una enorme cámara con forma de cebolla. Sus paredes redondeadas irradian un tenue resplandor azul eléctrico. En el centro mismo del techo abovedado, semejante al de una catedral, se distingue un pasadizo de un metro y medio de ancho que asciende en línea recta igual que una chimenea y que desaparece en la oscuridad, por encima de ellos.

Justo debajo de dicha abertura hay un gigantesco objeto con forma de bañera.

Se trata de un pulido rectángulo de granito marrón, de 2,30 metros de largo por un metro de ancho y otro metro de alto. Al acercarse un poco más, en un lado de esa bañera de granito surge un leve resplandor carmesí que va cobrando intensidad a medida que se aproximan ellos.

Mick abre mucho los ojos al descubrir las hileras de jeroglíficos de color rojo luminiscente.

—Es un mensaje, escrito en antiguo maya quiché.

—¿Sabes traducirlo?

—Creo que sí. —Mick siente un estremecimiento interior provocado por la adrenalina—. Esta primera parte identifica al autor, un ser cuyo nombre, traducido al maya, quiere decir «guardián».

—Léelo —susurra Dominique.

—Yo soy el Guardián, el último de los Nephilim. No somos de este mundo, pero somos uno. Los antepasados del hombre fueron… nuestros hijos. —Y deja de leer.

—¿Qué? Continúa…

—Nosotros… vuestra semilla.

—No entiendo. ¿Quiénes eran los Nephilim?

—La Biblia los llama gigantes. El libro del Génesis menciona brevemente a los Nephilim como ángeles caídos, hombres de inteligencia superior. Los Manuscritos del mar Muerto insinúan que posiblemente los Nephilim procrearon con mujeres humanas antes de la época del Diluvio Universal, un período que coincide con el deshielo de la última glaciación.

—Espera, ¿estás diciendo que estos extraterrestres se cruzaron con los humanos? Eso es enfermizo.

—No estoy diciendo nada, pero es perfectamente lógico que a ti te dé por pensar eso. Habrás oído hablar del eslabón perdido de la evolución, ¿no? Tal vez fue la síntesis de una raza avanzada de ADN humanoide lo que causó que el Homo sapiens diera un salto tan importante en la cadena evolutiva.

Dominique sacude la cabeza, en un gesto de perplejidad.

—No consigo asimilar todo esto… sigue leyendo.

Mick vuelve a centrarse en el mensaje.

—Los jefes de los Nephilim organizaron vuestra especie en sociedades, guiaron los trabajos de vuestra salvación, abrieron vuestras mentes para que pudierais ver. Dos mundos, una sola especie, unidos en el tiempo y en el espacio por un enemigo común, un enemigo que devora las almas de nuestros ancestros; un enemigo cuya presencia pronto eliminará vuestra propia especie de este mundo.

—Vaya, espera… ¿qué enemigo? ¿Esa cosa que hay en el Golfo? ¿A qué se refiere con eso de que devora nuestras almas? ¿Está diciendo que todos vamos a morir?

—Déjame terminar, sólo queda un párrafo más.

Mick se enjuga las gotas de sudor que le caen sobre los ojos y vuelve a fijar la vista en el texto incandescente.

—Yo soy Kukulcán, maestro del Hombre. Soy el Guardián, el último de los Nephilim. Ya cercano a la muerte, mi alma está preparada para realizar el viaje al mundo espiritual. El mensaje está ya transcrito, y todas las cosas están preparadas para la llegada de Hun-Hunahpú. Dos mundos, un pueblo, un solo destino. Únicamente Hun-Hunahpú puede sellar el portal cósmico antes de que llegue el enemigo. Únicamente Hun-Hunahpú puede hacer el viaje a Xibalba y salvar las almas de nuestros antepasados.

Mick deja de leer.

—Vale, Mick, ¿qué se supone que quiere decir todo esto? Tenía entendido que ese tal Hun-Hunahpú era el personaje del mito de la creación al que le cortaron la cabeza. ¿Cómo demonios se supone que va a ayudarnos? ¿Y a qué se refiere el Guardián con eso de que el portal cósmico tiene que sellarse? ¿Mick? Oye, ¿te encuentras bien? Estás muy pálido.

Mick se derrumba en el suelo y se apoya contra la bañera de granito.

—¿Qué sucede?, ¿qué te pasa?

—Dame un segundo.

Dominique se sienta a su lado y le masajea la nuca.

—Lo siento. ¿Estás bien?

Mick asiente con la cabeza al tiempo que respira haciendo inspiraciones lentas y profundas.

—¿Es ése el final del mensaje?

Mick asiente de nuevo.

—¿Qué sucede? Dímelo…

—Según el Popol Vuh, Hun-Hunahpú murió hace mucho tiempo.

—¿Y qué vamos a hacer?

—No lo sé. Me parece que tenemos un serio problema.

MANDO DE DEFENSA DEL ESPACIO AÉREO NORTEAMERICANO

(NORAD).

COLORADO

23.01 horas

El comandante en jefe (CINCNORAD), el general André Moreau, pasea despacio junto a las varias filas de estaciones de radar de alta tecnología, consolas de comunicación y pantallas de vídeo. Ninguno de sus controladores levanta la vista cuando pasa él, pues cada hombre y cada mujer se hallan completamente concentrados en sus estaciones, Con sus destrozados nervios alimentados por una mezcla de cafeína y adrenalina.

Moreau experimenta una tensión en el estómago al observar el monitor en el que parpadea el rótula DEFCON-1. El Estado de Preparación para la Defensa es una postura militar que varía entre la situación cotidiana en tiempo de paz DEFCON-5 y la máxima de DEFCON-1, un estado que equivale a una situación de ataque y respuesta con armas nucleares.

Moreau cierra los ojos. Después de treinta y dos años de servicio en las Fuerzas Aéreas y en el NORAD, el general ha visto más de lo que le toca en lo que se refiere a excitación. Recuerda aquellos seis terroríficos minutos, en noviembre de 1979, en los que se inició en su reloj un estado de DEFCON-1. Sin que lo supiera el NORAD, una cinta de prácticas de un ordenador había generado una falsa alarma y había convencido a los operadores de que los soviéticos habían lanzado un gran número de misiles ICBM contra Estados Unidos. Durante los momentos de tensión que siguieron, se llevaron a cabo los preparativos de emergencia para una represalia nuclear, y de hecho los aviones de las Fuerzas Aéreas estuvieron en el aire antes de que el radar de detección temprana PAVE PAWS del NORAD hubiera localizado el error humano.

El general vuelve a abrir los ojos. Aunque a lo largo de los años se dieron otra decena más de ocasiones en las que estuvo a punto de ocurrir algo parecido, ninguna de ellas alcanzó el grado de ansiedad de la de 1979.

Hasta ahora.

La ALERTA MÁXIMA hace trizas los pensamientos del general. Durante un instante de surrealismo, se siente como si estuviera cayendo por un precipicio al ver aparecer en todos los monitores de vídeo del monte Cheyenne el mismo mensaje de pesadilla.

¡ALERTA MÁXIMA! ¡ALERTA MÁXIMA!

DETECTADOS MÚLTIPLES LANZAMIENTOS DE MISILES

BALÍSTICOS

¡ALERTA MÁXIMA! ¡ALERTA MÁXIMA!

DETECTADOS MÚLTIPLES LANZAMIENTOS DE MISILES

BALÍSTICOS

«Dios santo…».

—¡Quiero un informe de sistemas!

Una decena de técnicos con teléfonos en ambos oídos se apresura a ponerse en contacto con bases de todo el mundo mientras la voz femenina robotizada continúa anunciando: «ALERTA MÁXIMA».

El general aguarda impaciente mientras se conecta una comunicación por voz que enlaza los siete centros del NORAD que se encuentran en funcionamiento.

—¡General, el informe de sistemas es válido!

—General, los satélites DSP han identificado y confirmado cuatro despliegues enemigos. Están apareciendo en la pantalla, señor.

ALERTA DE ENTRADA DE MISILES:

Misiles balísticos intercontinentales 2754

Misiles balísticos lanzados desde submarinos 86

Cuatro despliegues enemigos identificados

Objetivos: Alaska (17).

Hawai (23).

Estados Unidos continental (2800).

TRAYECTORIA DEL ÁRTICO

17 ICBM

TIEMPO PARA PRIMER IMPACTO: 18 MIN, 08 SEG

(Base de Elmendorf).

TRAYECTORIA DEL PACÍFICO

23 ICBM

TIEMPO PARA PRIMER IMPACTO: 28 MIN, 47 SEG

(Pearl Harbor).

TRAYECTORIA NOROESTE DEL PACÍFICO

1167 ICBM 36 SLBM

TIEMPO PARA PRIMER IMPACTO: 29 MIN, 13 SEG

(Seattle).

TRAYECTORIA DEL ATLÁNTICO

1547 ICBM 50 SLBM

TIEMPO PARA PRIMER IMPACTO: 29 MIN, 17 SEG

(Washington, DC).

El general observa el monitor por espacio de unos instantes de infarto, y a continuación agarra el teléfono de emergencia y conecta con Raven Rock y con el Mando Estratégico de Estados Unidos.

CENTRO DE MANDO BAJO TIERRA DE RAVEN ROCK

MARYLAND

2.04 horas

El presidente Mark Maller, con las mangas subidas, está sudando copiosamente a pesar del aire acondicionado, que funciona a plena potencia. Contra una de las paredes de su despacho insonorizado se apoya una serie de videoteléfonos que unen el Centro de Mando directamente con el mando del STRATCOM. Tras terminar de dictar los códigos de lanzamiento nuclear al comandante, Maller aparta la mirada de la imagen del general Doroshow y cede el monitor a su secretario de Defensa.

El presidente se levanta de su escritorio y se derrumba sobre el sofá de cuero para mirar el monitor y contemplar impotente cómo el ordenador va descontando los últimos e históricos minutos de los Estados Unidos de América.

«Eso no está ocurriendo. No puede estar ocurriendo. Dios, por favor, que me despierte en mi cama al lado de mi mujer…».

Maller pulsa el intercomunicador por enésima vez en los seis últimos minutos.

—¿Borgia?

—Señor, aún estoy intentándolo. Los ayudantes de Grozny juran que han pasado la llamada, pero que el presidente se niega a hablar con usted.

—Siga intentándolo.

Un Dick Pryzstas de rostro ceniciento gira la cabeza del monitor de vídeo.

—Bien, señor, nuestros pájaros están en el aire. A lo mejor eso logra que Grozny se ponga al teléfono.

—¿Cuánto falta?

—Nuestros SLBM caerán sobre Moscú y Pekín dos minutos después del ataque de los misiles de la coalición.

—Querrá decir dos minutos después de que sean borradas del mapa todas las ciudades importantes de la costa este y oeste de Estados Unidos. —Maller se inclina hacia delante. Le tiembla toda la parte superior del cuerpo—. Toda nuestra preparación, todos nuestros tratados, toda nuestra tecnología… ¿Qué coño ha pasado? ¿Qué es lo que hemos hecho mal?

—Mark, el botón no lo hemos apretado nosotros, sino ellos.

—Chaney tenía razón, ¡esto es una locura! —Maller se pone de pie; le arde la úlcera—. Maldita sea, Borgia, ¿dónde diablos está Grozny?

En ese momento se reúne con ellos el general Joseph Fecondo. Su cutis bronceado tiene ahora un tono oliváceo.

—Los comandantes en jefe informan de que están en el aire todas las unidades. Tendrá que disculparme, señor presidente, pero voy a quedarme en el centro de mando. Mi hijo mayor se encuentra en Elmendorf. Han… han dicho que van a ponerlo en el videoteléfono.

Una mujer miembro del alto mando se adelanta a Fecondo y entrega un fax al presidente.

—Señor, los británicos y los franceses han accedido a no lanzar ninguno de sus misiles.

Dick Pryzstas abre los ojos desmesuradamente.

—¡Los franceses! Puede que sean más ambiciosos de lo que creemos. Desarrollan en secreto la fusión pura, detonan los dispositivos de Rusia y China, y luego se apoderan de lo que quede del mundo después de que los tres grandes nos aniquilemos unos a otros.

Borgia levanta la vista hacia Maller.

—Es posible.

—¡Hijos de puta! —Maller propina una patada a su escritorio.

Entra en la sala otro ayudante.

—Señor presidente, el vicepresidente por la VC-4. Dice que es urgente.

Maller enciende el monitor de vídeo.

—Hable deprisa, Ennis.

—Señor presidente, las tres detonaciones de fusión… podemos demostrar que se originaron en la nave alienígena.

—Por Dios, Ennis, no tengo tiempo para eso…

Aparece en el monitor la imagen del capitán Loos.

—Señor presidente, es cierto. Estamos descargando imágenes filmadas con anterioridad por uno de nuestros Predator.

La imagen cambia, y aparece un inmenso remolino de color verde esmeralda. El personal del centro de mando al completo se para a mirar fijamente los tres objetos oscuros que salen por el embudo del torbellino.

—Santo Dios —susurra Maller con asombro—. Es verdad.

Borgia grita desde su estación de comunicaciones:

—¡Señor, VC-8, 9 y 10! ¡Tengo a Grozny y al general Xiliang, y también al secretario general de las Naciones Unidas!

El presidente Maller mira a su secretario de Defensa.

—No se lo van a creer. Dios, si no me lo creo ni yo.

—Entonces, consiga que se lo crean ellos. Dentro de menos de diecisiete minutos van a morir dos mil millones de personas, y usted y esos dos hijos de puta son las únicas personas de este mundo que pueden impedirlo.

DEBAJO DE LA PIRÁMIDE DE KUKULCÁN

CHICHÉN ITZÁ

Mick examina los costados de la enorme bañera de granito, que ahora ha vuelto a oscurecerse salvo por una única fila de puntos y rayas de color escarlata.

—¿Qué son? —inquiere Dominique.

—Números. Números mayas, del cero al diez.

—A lo mejor es una especie de combinación de una cerradura. ¿Hay algún código numérico grabado en las ruinas?

A Mick se le iluminan los ojos.

—Mejor aún: hay un código numérico incluido en el diseño de la Gran Pirámide, el templo de Angkor Wat y la ciudad de Teotihuacán. El código de la precesión… 4320.

Mick toca el símbolo que representa cuatro puntos.

El número cuatro maya cambia del rojo incandescente a un intenso azul eléctrico.

Después toca consecutivamente los números mayas tres y dos, y por último el símbolo que equivale al cero. Cada icono cambia a un tono azul luminiscente.

Entonces, el interior de la bañera se ilumina con un resplandor azul brillante y aparece un objeto situado dentro de los confines de la misma.

A continuación el resplandor disminuye y permite ver el interior del enorme recipiente.

Dominique reprime un grito.

Mirándolos a su vez, cubierto por una raída túnica blanca, aparece un enorme humanoide, un anciano que posee los rasgos faciales de un centenario. La carne que presenta al descubierto tiene un color blanco fantasmal, y su barba y su cabellera blanca son finas como la seda. La cabeza, perfectamente conservada, es alargada, y el cuerpo mide casi dos metros de largo. Los ojos, abiertos y con la inmovilidad de la muerte, irradian una mirada sobrenatural de un color azul mar.

Ante los ojos de ambos, el humanoide comienza a desintegrarse. La pálida piel se encoge y se vuelve parda, después gris, hasta que por fin se marchita y se transforma en un polvo fino. Los órganos vitales, deshidratados, se hunden hacia el interior de un poderoso esqueleto. Los huesos quedan al descubierto y enseguida se ennegrecen, luego se descomponen, y al final se evaporan y quedan reducidos a ceniza.

Mick se queda mirando la tela blanca cubierta de cenizas, lo único que ha quedado dentro de la bañera de granito.

—Dios mío… ha sido horroroso —susurra Dominique—. ¿Era Hun-Hunahpú?

—No, creo… yo diría que era Kukulcán, quiero decir el Guardián. —Mick se inclina hacia delante para examinar el interior del contenedor de granito.

—Tenía un cráneo… enorme.

—Alargado. —Mick se mete dentro de la bañera.

—Mick, ¿estás loco? ¿Qué demonios crees que estás haciendo?

—No pasa nada…

—Sí que pasa. ¿Y si vuelve a surgir el resplandor de antes?

—Eso espero.

—Maldita sea, Mick, no hagas eso, me estás dando un miedo terrible… —Agarra a Mick por el brazo, intentando sacarlo de la bañera.

—Dom, déjame. —Mick le quita la mano de su muñeca y se la besa—. No va a pasarme nada…

—Eso no lo sabes…

—Dom, Hun-Hunahpú está muerto. Si el Guardián nos dejó un medio de salvarnos, tengo que encontrarlo.

—Muy bien, pues vamos a registrar esta nave. Sufriendo una radiación dentro de ese ataúd no vas a resolver nada.

—No es radiación. Ya sé que suena extraño, pero creo que se trata de un portal.

—¿Un portal? ¿Un portal hacia qué?

—No lo sé, pero tengo que averiguarlo. Te quiero…

—¡Mick, sal de ahí ahora mismo!

Mick se tiende en el fondo. En el momento en que su cabeza toca el suelo de la bañera, se enciende desde dentro una luz de color azul neón que lo envuelve con su energía. Antes de que Dominique pueda protestar, se ve empujada hacia atrás por un invisible campo magnético que la aparta de la tumba.

Aterriza de espaldas en el suelo. Cuando vuelve a levantarse, se asoma al interior de la bañera de granito protegiéndose los ojos del fuerte resplandor.

El cuerpo de Mick ha desaparecido en el interior de la luz.

CENTRO DE MANDO BAJO TIERRA DE RAVEN ROCK

MARYLAND

2.19 horas

El presidente Maller y sus asesores militares, con los puños cerrados con fuerza, contemplan fijamente la imagen de Viktor Grozny. El presidente ruso lleva puesto un jersey negro y una gran Cruz de la Victoria colgada del cuello.

A la izquierda de la pantalla se ve al general Xiliang, con el semblante bastante pálido. A la derecha se encuentra el secretario General de las Naciones Unidas.

—General, presidente Grozny, les ruego que me escuchen —empieza Maller—. Estados Unidos no es responsable de esas detonaciones de fusión pura. ¡No lo es ninguna de nuestras naciones! ¡Permítannos que se lo demostremos a ustedes antes de que destruyamos medio mundo!

—Adelante —concede el secretario general.

Viktor Grozny permanece impasible.

Maller se gira hacia Pryzstas.

—Proceda. Descargue las imágenes.

El secretario de Defensa transmite el video del Boone.

Al otro extremo del centro de mando, el general Joseph Fecondo lucha por mantener la compostura mientras reza junto con su hijo Adam y los dos comandantes de las bases de las Fuerzas Aéreas de Elmendorf y Eielson, en Alaska.

El reloj superpuesto en todos los videoteléfonos con el rótulo TIEMPO PARA EL IMPACTO: ALASKA se acerca rápidamente a los cinco últimos segundos.

Adam Pryzstas y los dos coroneles de las Fuerzas Aéreas saludan a su comandante en jefe.

El general Fecondo devuelve el saludo, y las lágrimas le ruedan por las mejillas cuando las imágenes de su hijo y de los dos oficiales desaparecen en un cegador destello de luz blanca.

Maller observa las pantallas principales, en las que los rostros del ruso y del chino han sustituido al vídeo del remolino alienígena.

—¿Qué tontería es ésta? —grita el general Xiliang con el rostro distorsionado por la cólera.

El presidente Maller se seca el sudor de los ojos.

—Nuestros científicos descubrieron hace dos meses esa nave alienígena en el golfo de México. Les hemos transmitido las coordenadas exactas. Utilicen sus satélites espías de infrarrojos para verificarlas. Les ruego que comprendan que hace sólo unos minutos que sabemos que fueron esos objetos que salen de la nave alienígena los que causaron las detonaciones nucleares.

Un torrente de palabras en chino.

—¿Y esperan que aceptemos esos efectos especiales de Hollywood?

—¡General, utilice los satélites! Verifique la existencia de esa nave…

Grozny mueve la cabeza negativamente, en un gesto de disgusto.

—Por supuesto que le creemos, señor presidente. Ésa es la explicación de que en este preciso momento haya dos mil quinientos misiles nucleares suyos camino de nuestras ciudades.

—¡Viktor, no lo sabíamos, lo juro! Escúcheme… Aún nos quedan ocho minutos para detener esta locura…

El dignatario de las Naciones Unidas está sudando profusamente.

—Caballeros, les quedan menos de diez minutos. ¡Destruyan sus misiles ya!

—Adelante, señor presidente —dice Grozny en tono áspero—. Demuestre su sinceridad al pueblo ruso y al chino destruyendo primero sus misiles.

—¡No! —salta Fecondo desde el otro extremo de la sala—. ¡No crea una palabra de ese hijo de puta asesino…!

Maller se gira con los ojos llameantes.

—Queda usted relevado del puesto, general.

—¡No lo haga! ¡No…!

—¡Sáquenlo de aquí!

Un policía militar con cara de perplejidad empuja al crispado general al exterior de la sala.

Maller se vuelve otra vez hacia el monitor, cuya pantalla indica nueve minutos y treinta y tres segundos para el impacto.

—Hace menos de una hora, ha sido detonado un dispositivo termonuclear en uno de nuestros centros de mando bajo tierra. Han fallecido trescientas personas, incluidos mi mujer y mis… —a Maller le falla la voz— hijos. Para poner fin a esta locura, Grozny, seré yo quien haga el primer movimiento. Voy a dar la orden de que vuelvan nuestros bombarderos, pero los misiles ICBM hemos de desactivarlos juntos.

Grozny niega con la cabeza y sonríe con tristeza.

—¿Acaso nos toma por idiotas? Sus armas de fusión pura han asesinado a dos millones de ciudadanos nuestros, ¿y aun así espera que nos creamos que no ha sido usted, que ha sido… qué, un extraterrestre?

El secretario de las Naciones Unidas mira fijamente a Maller.

—Estados Unidos debe hacer el primer movimiento hacia la paz.

Maller se gira hacia su secretario de Defensa.

—Secretario Pryzstas, ordene que todos los bombarderos regresen a la base. Dé instrucciones a todos los centros de mando de submarinos y de misiles para que inicien la secuencia de autodestrucción ALFA-OMEGA-TRES. Destruya todos los ICBM y los SLBM a cinco minutos del impacto.

A continuación, el presidente se vuelve hacia Grozny y el general Xiliang.

—Estados Unidos ha dado el primer paso para poner fin a esta locura. El siguiente deben darlo ustedes. Retrocedan. Destruyan sus misiles de inmediato. Denles a sus naciones la oportunidad de vivir.

En la sala flota un ambiente de tensión. Detrás del presidente Maller hay dos decenas de personas que contemplan impotentes las imágenes de los dignatarios ruso y chino, aguardando una respuesta por su parte.

Grozny levanta la vista. Sus penetrantes ojos azules contrastan vivamente con sus rasgos angelicales.

—¿Qué demos a nuestras naciones la oportunidad de vivir? Cada día mueren de hambre en sus hogares más de un millar de rusos…

En la pantalla parpadea: SIETE MINUTOS PARA EL IMPACTO.

—Aborte el ataque, y nos sentaremos a hablar de soluciones…

—¿Soluciones? —Grozny se acerca a la cámara—. ¿De qué sirven las soluciones económicas cuando tu país continúa ocupado en políticas de guerra?

—Estados Unidos lleva dos décadas apoyando a la Federación Rusa —chilla Borgia—. El motivo de que su pueblo se muera de hambre tiene más que ver con la corrupción de su propio gobierno que con ninguna política de…

El presidente se traga la bilis que le sube a la garganta. «Esto no está llevándonos a ninguna parte». Hace una seña a uno de los policías militares.

—Su arma, sargento. Entréguemela.

Maller empuja a Borgia a un lado y se planta a solas delante del videoteléfono con el rostro blanco como la cal.

—Presidente Grozny, general Xiliang, escúchenme. En menos de un minuto, nuestros ICBM y SLBM se autodestruirán. Eso le dará a usted menos de dos minutos para hacer lo mismo. Si no lo hace, mi secretario de Estado ordenará un ataque nuclear total contra sus dos países con todos los ICBM y SLBM que queden en nuestro arsenal. Borraremos a sus naciones del mapa tan seguro como que ustedes borrarán la nuestra. Caballeros, por el bien del planeta les ruego que recuperen la racionalidad en este momento de locura. De igual modo que lamento profundamente la muerte de mi propia familia, también lamento las pérdidas que han sufrido ustedes, pero como he dicho antes, Estados Unidos no es responsable de esas detonaciones de fusión pura. Demuestren al mundo que poseen el valor necesario para impedir esta locura. Dennos una oportunidad para descubrir cuál es el verdadero enemigo.

El presidente respira hondo.

—Sé que lo que les he dicho resulta difícil de creer. Así que, para que sepan que no tengo ulteriores motivos, les ofrezco esto.

Y acto seguido el presidente Mark Richard Maller se lleva la pistola calibre 45 a la sien y dispara.

DEBAJO DE LA PIRÁMIDE DE KUKULCÁN

CHICHÉN ITZÁ

La conciencia de Michael Gabriel se eleva…

Se eleva en vertical sobre el techo cuadrado de la pirámide de Kukulcán, salta hacia arriba y ve cómo el verde exuberante de la selva del Yucatán besa las azules aguas del Golfo…

Un salto sin tropiezos hasta la estratosfera, y aparece a sus ojos la península en su totalidad. Otro salto, y el Hemisferio Occidental se aleja de él y surge la esfera de la Tierra en la ventana de su mente.

El profundo silencio del espacio…

Ahora que se desplaza más deprisa, la Tierra se convierte en una canica de color azul y la Luna pasa como un rayo a su lado. Un salto cuántico, y la Tierra desaparece y es sustituida por los nueve planetas, que giran alrededor del Sol en órbitas distintas…

Otro salto cuántico, y el Sol se transforma en un diminuto punto de luz, una única estrella entre un océano de soles.

La velocidad de la luz… Las estrellas pasan raudas a su lado y se alejan cada vez más rápido, a la vez que surgen unas brillantes nubes de gas y polvo interestelares.

Un último salto, y aminora la velocidad. Su conciencia contempla un remolino de forma espiral repleto de estrellas, tan espléndido que su sobrecogedora belleza, su escala y su omnipotencia resultan casi demasiado abrumadoras para mirarlas.

Mick siente que su alma se estremece al contemplar la Vía Láctea en su totalidad, y su cerebro se ahoga al comprender lo insignificante que es él.

«Dios mío… qué maravilla…».

Miles de millones de estrellas, billones de mundos, todos ellos parte de un organismo cósmico vivo, una isla que da vueltas en el inmenso océano del espacio.

Mick vuela por encima del abultado centro de la galaxia, elevándose aún más, hasta tener a sus pies el negro corazón de la Vía Láctea, un vórtice de gravedad incalculable, cuyo orificio impulsa la galaxia entera al absorber gas y polvo interestelares hacia el interior de sus monstruosas fauces.

Y entonces, en un abrir y cerrar de los ojos de su mente, la galaxia se transforma y vuelve a surgir en una perspectiva completamente ajena a su especie, una cuarta dimensión del tiempo y el espacio.

El agujero negro se convierte en un radiante embudo de color esmeralda cuyo extremo cae por debajo de la galaxia y va estrechándose cada vez más hasta que finalmente se disgrega en una extensa telaraña de hilos gravitacionales, una celosía de autopistas cuatridimensionales que se esparcen por la Vía Láctea como si fueran una red de pesca que va desenrollándose lentamente, sin tocar en ningún momento los demás cuerpos celestes, y sin embargo tocándolos de alguna manera.

Pero esa información resulta demasiado abrumadora para que la asimile su cerebro.

Mick pierde el conocimiento.

Cuando abre de nuevo los ojos, está contemplando uno de los brazos de la galaxia espiral, y ve un dibujo… una constelación que va materializándose poco a poco conforme se aproxima a ella. Otro salto hacia delante, y aparecen tres estrellas, tres estrellas que forman una alineación conocida.

«Al Nitak, Al Nilam, Mintaka… las tres estrellas del Cinturón de Orión».

Continúa volando y de pronto se ve frente a un planeta de proporciones gigantescas, cuya superficie está coloreada por un tapiz de intensos tonos verdes y azules.

Xibalba. Es como si ese pensamiento le fuera susurrado a su conciencia.

Una solitaria luna órbita alrededor de ese mundo extraterrestre. Mientras su conciencia pasa por encima de la superficie lunar, ve una nave de transporte que se separa de un pequeño puesto de avanzada y se dirige hacia la superficie del planeta.

Su mente se sube a ella.

La nave se sumerge bajo unas densas capas de nubes atmosféricas y después sale a un océano líquido de energía pura. La plateada superficie del mismo refleja como un espejo el magnífico cielo del planeta, de un rojo intenso. Allá delante, sobre el horizonte sur, tiene lugar una triple puesta de sol; el primer sol en ocultarse es Al Nitak, una estrella binaria blanco azulada, y su desaparición hace que el mar adquiera un sinfín de brillantes matices lavanda y magenta.

Mick siente que lo recorre una sensación estimulante mientras la nave de transporte sobrevuela ese mar de color púrpura. Entonces lo ve: un gigantesco continente de una belleza increíble, suaves playas rodeadas por una exuberante selva tropical salpicada de hermosas cascadas, montañas, ríos…

Se acerca un poco más y descubre un habitat megalítico, cristalino, de belleza deslumbrante. Por el paisaje se esparcen numerosas estructuras piramidales de brillante alabastro, conectadas entre sí por serpenteantes senderos que discurren a través de un perfil futurista, extraterrestre. Abajo distingue frondosos jardines tropicales que harían avergonzarse al propio Edén, surcados por ríos y cascadas de energía líquida de tonos plateados.

No hay vehículos que se muevan, ninguna clase de tráfico, y sin embargo la ciudad está rebosante de vida, decenas de miles de personas… Homo sapiens, a no ser por sus cráneos alargados, que pululan por esa colmena de humanidad extraterrestre con una fundamental actitud de seguridad y alegría de vivir.

Durante un momento de éxtasis, la conciencia de Mick se siente bañada de amor.

Y entonces ocurre algo monstruoso.

Cuando se oculta el distante sol de Mintaka, el plácido océano comienza a girar. Unas amenazantes nubes de tonos oliváceos y rojo sangre cruzan el cielo del anochecer. El profundo vórtice va alcanzando proporciones gigantescas.

Mick observa que del centro del remolino empieza a surgir una sustancia gris plomo, un elixir contaminado que inunda la prístina línea de la costa y después continúa avanzando, cada vez más, hasta alcanzar la ciudad de los Nephilim.

Su conciencia registra una presencia demoníaca.

Sobre la ciudad desciende la oscuridad; luego empieza a extenderse como si fuera la sombra de una gran serpiente a lo largo de ese mundo semejante al Edén. Los aterrados humanoides se desploman en el suelo aferrándose la garganta, con los ojos transformados en negros agujeros vacíos y sin pupilas.

Las imágenes abruman a Mick. Y una vez más, su conciencia se desconecta.

Mick vuelve a abrir los ojos.

Lo que antes era una civilización de espléndida belleza se ha convertido ahora en una monstruosa nave alienígena. Los Nephilim, transformados en zombis, con el rostro ceniciento y sin expresión y los ojos carentes de toda vida, se encuentran suspendidos en el aire, inmóviles, mientras sus mentes esclavizadas manipulan con manos invisibles unas placas de iridio gigantescas con las que van dando forma a la armazón de un descomunal casco esférico de once kilómetros de diámetro. En el centro de la nave hay una estructura en forma de vaina, un centro nervioso de kilómetro y medio de diámetro dotado de veintitrés extremidades tubulares.

Situado en el interior de dicha esfera, sujeto entre una miríada de conductos, se distingue un recinto de soporte vital de noventa metros de longitud. Mick se fija en ese abominable objeto y lo reconoce de inmediato.

«La cámara de Tezcatilpoca…».

En ese momento, la conciencia de Mick es invadida por un intenso escalofrío, y su imaginación se esfuerza por comprender quién es el ser alienígena que está emergiendo por el interior del vórtice del remolino.

Es una serpiente, pero no se parece a ninguna que haya visto él. Su rostro viperino es más demonio que bestia; sus pupilas, unas ranuras doradas y verticales, rodeadas por unas córneas rojo incandescente, son más cibernéticas que orgánicas. La cabeza es tan grande como la tolva de una hormigonera, y su cuerpo igual de largo que cuatro autobuses urbanos alineados uno detrás del otro.

El ángulo de visión de Mick cambia cuando la serpiente se aproxima al complejo de los Nephilim. Las mandíbulas de la enorme bestia se abren para dejar al descubierto varias filas de dientes negros y afilados como escalpelos.

De pronto se ve algo que sale de las fauces de la serpiente… un humanoide.

Mick tiene la sensación de que atraviesa su alma una sombra de muerte. No puede ver la cara del hombre, y además éste lleva la cabeza y el cuerpo cubiertos con una capa negra, pero sabe que lo que está contemplando es el mal en estado puro. El humanoide se dirige hacia la cámara de soporte vital y extiende un brazo para señalar algo. En su mano brilla un objeto de jade del tamaño aproximado de un balón de fútbol.

Los ojos bermellón de la serpiente centellean, y sus pupilas doradas desaparecen. La criatura, ciega e hipnotizada por el pequeño objeto, empieza a seguir al individuo de la capa como si estuviera hechizada.

La bestia penetra en la enorme cámara de soporte vital.

La conciencia de Mick pasa por encima de la esfera alienígena y se acerca a la superficie del planeta. No queda ni rastro de las selvas tropicales, ni de las cascadas, ni del Edén; en lugar de eso hay cuerpos… cuerpos de niños, sumergidos en una sólida capa de alquitrán gris plomizo. Un profundo lamento se eleva desde su alma. Esos Nephilim jóvenes están vivos y no vivos al mismo tiempo.

La conciencia de Mick se acerca un poco más y se concentra en el rostro de un niño varón.

De pronto se abren sus ojos demacrados y lo miran fijamente, con una expresión de profundo dolor.

Pero la mente de Mick desconecta de nuevo.

Una vez más, se encuentra orbitando Xibalba, y siente un estremecimiento al descubrir un objeto que se eleva desde la superficie del planeta.

«La esfera…».

En eso, aparece otra nave procedente de la base lunar: un crucero estelar dorado y estilizado.

Los Nephilim supervivientes se lanzan detrás de su enemigo y se pierden de vista en la estela celeste de la esfera.

CENTRO DE MANDO BAJO TIERRA DE RAVEN ROCK

MARYLAND

2.27 horas

Pierre Borgia se encuentra de pie en medio de un charco de sangre, con fragmentos de masa encefálica del presidente Maller esparcidos sobre la manga.

El rostro del general Xiliang ha adquirido una palidez mortal. El dignatario chino se gira hacia su segundo al mando.

—Ordene la autodestrucción.

Borgia se vuelve hacia Viktor Grozny.

—Los misiles norteamericanos se han autodestruido. El general Xiliang está cediendo. Sólo le quedan cuatro minutos…

Grozny tiene el semblante sereno.

—Es mejor morir luchando que sufrir en la miseria. ¿Qué ganaríamos abortando el ataque? La amenaza de aniquilación nuclear es cada vez más fuerte a medida que nuestro país es cada vez más débil. El carácter definitivo de la guerra tiene un efecto purificador y nuestras dos naciones necesitan ser purificadas.

La pantalla se apaga.

Entra en la sala de guerra un Dick Pryzstas visiblemente desencajado.

—Los misiles chinos se han autodestruido.

—¿Y los de Grozny?

—Ninguno, y no podemos ponernos en contacto con el vicepresidente —le dice Pryzstas a Borgia—. Lo cual quiere decir que quien está al mando es usted. Tiene tres minutos y medio, antes de que alcancen nuestras costas varios cientos de cabezas nucleares.

—Maldito ruso hijo de puta.

Borgia se pone a pasear nervioso, todavía oyendo lo que dijo Pete Mabus: «Lo que necesita este país en este momento es un líder fuerte, no otra palomita como Chaney como segundo al mando».

—Póngase en contacto con el Mando Estratégico. Ordene que nuestras fuerzas lancen todos los ICBM, los SLBM y los TLAM armados con cabeza nuclear que nos queden en el arsenal. Quiero ver saltar por los aires a ese jodido cabrón.

DENTRO DEL SARCÓFAGO DEL GUARDIÁN

Mick abre los ojos y se queda sorprendido al verse de pie en la falda de una montaña, contemplando una espléndida puesta de sol sobre un verde tropical y a lo lejos una cascada de plata que forma un bello arco iris.

A su lado surge una presencia, pero no siente miedo.

Mick alza la vista para contemplar al gigantesco caucásico. Su largo cabello y su barba son blancos y sedosos; posee unos ojos brillantes, de un color azul intenso, penetrantes pero a la vez bondadosos.

«Guardián… ¿estoy muerto?».

«La muerte no existe, lo único que existe son diversos estados de conciencia. Tu mente está mirando por una ventana que da a una dimensión superior.».

«Esos humanoides…».

«Los Nephilim. Al igual que tu especie, nosotros comenzamos siendo hijos de la tercera dimensión, viajeros cósmicos, y nuestros viajes nos llevaron hasta Xibalba. Pero los atractivos de este planeta eran una estratagema; ese mundo era un purgatorio de cuatro dimensiones para las almas malvadas, y la intención de sus habitantes consistía en utilizar a los Nephilim como medio de escapar.».

«No lo entiendo. Los Nephilim, esos niños. ¿Son…?».

«Las mentes de los Nephilim se mantienen en un estado de estasis, sus cuerpos están esclavizados por las almas de los condenados para que terminen la tarea encomendada: enviar a Tezcatilpoca a través de un pasillo cuatridimensional a vuestro sistema solar para abrir un portal que dé acceso a otro mundo tridimensional.».

«¿Un portal directo a la Tierra?».

«Al principio, no. El ambiente de vuestro mundo no resultaba adecuado. Habiendo sido desterrados a Xibalba, los malvados no pueden seguir existiendo en un entorno que contenga oxígeno, por lo tanto su objetivo inicial era Venus. La hermandad del Guardián siguió a Tezcatilpoca a través del pasillo cuatridimensional y fue la causa de que su transporte se estrellara contra la Tierra. La cámara de soporte vital sobrevivió, y Tezcatilpoca permaneció protegido en un estado de estasis. El Guardián se quedó en el planeta con el fin de ayudar a evolucionar a vuestra especie y organizar la llegada de los Hunahpú.».

«¿Quiénes son los Hunahpú?».

«Los Hunahpú son mesías, implantados genéticamente en vuestra especie por el Guardián. Tan sólo un Hunahpú puede penetrar por el portal cósmico e impedir que los malvados contaminen vuestro mundo. Tan sólo un Hunahpú posee la fuerza necesaria para realizar el viaje a través del tiempo y del espacio para liberar las almas de nuestros antepasados.».

«El pasillo, siento que está abriéndose».

«El pasillo surge una vez en cada ciclo precesional. Tan sólo un Hunahpú puede sentir su llegada.».

«Espera… ¿Estás diciendo que yo soy un Hunahpú?».

«Tan sólo un Hunahpú podría haber accedido a la nave del Guardián.».

«Dios mío…».

Mick se queda mirando la exuberante selva tropical que se extiende ante él. Su extenuada mente se esfuerza por comprender la información que está siendo susurrada a su conciencia.

«Guardián, la llegada de Tezcatilpoca, ese impacto que tuvo lugar hace más de sesenta y cinco millones de años, ¿cómo es posible…?».

«El tiempo no es coherente ni pertinente en todas las dimensiones. La hermandad del Guardián estaba compuesta por los jefes supervivientes de los Nephilim: Osiris y Merlín, Viracocha y Visnú, Kukulcán y Quetzalcoatl. Todos quedaron en estasis. Esta nave permaneció en órbita alrededor de vuestro mundo, en una configuración programada para interceptar la señal del enemigo. Ha sido durante este último ciclo cuando vuestra especie ha evolucionado lo suficiente para aceptar la semilla plantada por nosotros. Por lo tanto, hemos suprimido el bloqueo y hemos permitido que la señal de radio de Xibalba despierte a Tezcatilpoca».

«¿Habéis permitido que despierte Tezcatilpoca? ¿Por qué? ¿Por qué razón dejáis que esa cosa…?».

«Tezcatilpoca esconde en su interior el portal que conduce al pasillo cuatridimensional. Una vez que se haya abierto, dicho pasillo podrá utilizarse como un medio para regresar al pasado de los Nephilim. Tan sólo un Hunahpú posee la fuerza necesaria para realizar ese viaje y salvar las almas de nuestros antepasados».

«¿Algún Hunahpú ha intentado hacer ese viaje?».

«Sólo uno. Ocurrió en la época del último ciclo precesional, antes del Diluvio Universal. Los hermanos del Guardián despertaron de su estasis y prepararon a uno de tus antepasados para acceder al portal cósmico de Tezcatilpoca. Cuando se abrió el portal, desde Xibalba entraron en el pasillo dos de los Señores Inferiores del Dios de la Muerte; se valieron de trucos y engaños para vencer a ese primer Hunahpú, pero el valor de éste permitió al Guardián hacerse con la nave de transporte que habían empleado los malvados para viajar por el Camino Negro, el pasillo cuatridimensional del espacio-tiempo en el que tú estás suspendido ahora».

«¿Este sarcófago es una nave?».

«Si».

«Has dicho que el primer Hunahpú fue vencido. ¿Qué les sucedió a los dos Señores del Mundo Inferior que escaparon a Xibalba?».

«El Guardián logró sellar de nuevo el portal antes de que el Dios de la Muerte y sus legiones pudieran realizar el viaje a través de Xibalba Be, pero el daño a vuestro mundo ya estaba hecho. El mal echó raíces en vuestro jardín».

«¿Qué significa eso?».

«Que los dos Señores del Mundo Inferior se quedaron en la Tierra y se refugiaron en la nave de Tezcatilpoca. Aunque permanecen dentro de la cuarta dimensión, han continuado ejerciendo su influencia sobre las mentes de los débiles, y su fuerza va incrementándose conforme se acerca la fecha de cuatro Ahau, tres Kankin».

«Dios mío… Habéis expuesto la humanidad al mal…».

«Era necesario. Hay más cosas en juego de las que tú puedes comprender. Un Hunahpú ha de hacer el viaje a través del Camino Negro para deshacer el daño que se ha hecho. Un destino mayor nos aguarda a todos».

«¿Por qué he de creerte?».

«Ya has visto a Tezcatilpoca, y él te ha visto a ti. No hay escapatoria posible. Debe ser destruido».

«¿Cómo? ¿Cuándo llegará ese Hunahpú?».

«Puede que pronto. Puede que nunca. Su destino aún no ha sido escogido».

«¿Qué diablos significa eso? ¿Dónde está ese mesías del que hablas? ¿Qué pasa si no aparece? ¿Y qué me dices de los dos Héroes Gemelos, Hunahpú y Exbalanqué? Si el mito de la creación es cierto, puede que sean ellos los elegidos. Según el Popol Vuh…».

«¡No! La leyenda de los hermanos gemelos es una profecía Nephilim que tal vez no se cumpla nunca. El nacimiento y el destino de los hermanos gemelos depende única y exclusivamente de que ese Hunahpú realice el viaje a Xibalba».

«¿Y si no aparece nunca?».

«Entonces vuestro pueblo perecerá, igual que el nuestro».

«No entiendo…».

«No tienes que entenderlo. El destino de tu especie aún está escribiéndose. El portal está abriéndose, el Dios de la Muerte y sus legiones están preparándose para hacer el viaje a través del espacio-tiempo. Tezcatilpoca sigue llevando a cabo el proceso de aclimatar vuestro mundo, mientras los dos malvados que se hallan en el interior de su nave ejercen su influencia sobre vuestra especie. Hay que impedírselo. Incluso ya se han desatado armas de destrucción masiva sobre vuestro mundo, una lucha fratricida».

«¿Y qué puedo hacer yo?».

«Tú eres un Hunahpú. Tú posees la capacidad para acceder a la configuración del Guardián. Eso retrasará el fin, pero tan sólo la destrucción de Tezcatilpoca y del Camino Negro, Xibalba Be, puede impedir que los malvados lleguen a vuestro mundo».

«El Camino Negro, ¿dónde se va a materializar la entrada al mismo?».

«El portal que conduce a Xibalba Be ascenderá en el cuatro Ahau, tres Kankin. Tan sólo un Hunahpú puede entrar por él. Tan sólo un Hunahpú puede expulsar al mal de vuestro jardín y salvar a vuestra especie de la aniquilación».

«Hablas con acertijos. ¿Dónde se encuentra esa puerta de entrada? ¿Está a bordo de la nave espacial que hay en el Golfo? ¿Debo volver a entrar en ella? ¿Y cómo se supone que voy a destruirla?».

«El portal vendrá a ti. Utiliza la configuración para destruir a Tezcatilpoca y después entra por el portal. Los dos malvados saldrán a desafiarte. Intentarán impedir que selles el portal antes de que llegue Él.».

«¿Y si sello el portal?».

«Entonces los dos Señores del Mundo Inferior serán expulsados de tu mundo y tu especie podrá evolucionar. Si tienes éxito, dos destinos te estarán esperando. Si fracasas, perecerán tu pueblo y el mío».

«¿Qué quieres decir con eso de que me esperan dos destinos?».

«Llegado el momento, lo sabrás».

«¿Y qué pasa con Dominique? ¿Ella es Hunahpú?».

«Ella forma parte de un destino más importante, pero no es Hunahpú. No permitas que entre en Xibalba Be, o de lo contrario os destruirá a los dos».

Dominique está sentada en el suelo de la cámara, de espaldas a la bañera alienígena, con la cabeza entre las manos. Se siente sola y asustada, y su agotada mente se debate en un constante tira y afloja entre la realidad y el deseo de negar ésta.

«Esto no es real. Todo esto no está sucediendo. Todo forma parte de una fantasía esquizofrénica…».

—¡Cállate! ¡Cállate, cállate!

Se levanta de un salto.

—Acepta el hecho de que estás aquí y haz algo al respecto. Busca una salida… —Sale de la cámara, pero enseguida regresa de nuevo, frenética—. No, Mick me necesita. Tengo que esperar aquí.

Otra vez más, descarga un golpe contra el costado del sarcófago abierto, no muy segura de si Mick está vivo o si habrá sido vaporizado por la luz de neón azul.

—Mick, ¿me oyes? ¡Maldita sea, Mick, contéstame!

Las lágrimas le resbalan por la cara, el corazón se le encoge. «Eres una egoísta, nunca le has dicho que le quieres. Podrías haberle dado por lo menos eso. Que te niegues a ti misma lo que ocurre no significa que…».

—Dios mío…

En eso, experimenta una súbita revelación y tiene que recostarse contra la tumba de granito. «Le quiero. Lo cierto es que le quiero».

Otra vez da una patada al costado de la bañera.

—¡Mick! ¿Me oyes…?

En ese momento siente la repentina explosión de un campo de fuerza invisible que la empuja de lado, al tiempo que una intensa luz azul ilumina la cámara entera.

De la bañera se alza la silueta oscura de una figura. La figura se incorpora y sale del sarcófago abierto como si flotase, con los rasgos envueltos en el resplandor alienígena.

Es Mick.

Mick está ascendiendo en un mar de energía, moviéndose hacia la fuente de la luz. Siente cómo hormiguean a causa de la electricidad todos los músculos de su cuerpo, todas las células de su organismo, y se ve arrastrado hacia arriba, con el alma bañada por intensas oleadas de amor y calor. Ve tenderse hacia él la mano del Guardián.

Mick extiende el brazo y su mano se cierra alrededor de la palma que se le ofrece.

Dominique se protege los ojos, pero se obliga a sí misma a mirar la luz. Ve el contorno del brazo de Mick extendido hacia arriba, como si intentara tocar algo.

¡Zap! La pared de energía invisible choca contra ella igual que una ola, tira de ella hacia arriba y la levanta del suelo al tiempo que le atraviesa el cerebro con pequeñas oleadas de corrientes eléctricas. Dominique se derrumba en el suelo, con los ojos muy abiertos en un intento de no perder detalle de esa figura angelical.

Mick se encuentra ya suspendido por encima del suelo, con la mano derecha extendida.

Un zumbido hidráulico, y todo alrededor se pone en marcha el gigantesco engranaje de alta tecnología. Las paredes y el techo de la cámara comienzan a gruñir y a resplandecer, signo de que los generadores de la nave han empezado a funcionar. A sus pies, ve un laberinto de circuitos de ordenador que relucen debajo del suelo de cristal oscuro.

Se oye un profundo retumbar que va creciendo en intensidad, produciendo una vibración que le hace eco en los oídos, y entonces se desprende de las paredes una inmensa ola de energía azul que sube hacia el techo abovedado y después se concentra para introducirse por el orificio central de la cámara, que semeja una chimenea.

La colosal ola de energía electromagnética empuja hacia arriba, por el muro central de la pirámide de Kukulcán, y luego continúa en línea recta hacia el tejado del templo para terminar saliendo por una antena alienígena antes de dispersarse en todas direcciones a la velocidad de la luz.

La corriente eléctrica se dirige a toda velocidad en dirección oeste; satura la antigua ciudad de Teotihuacán y enciende una estación repetidora extraterrestre enterrada ochocientos metros por debajo de la Pirámide del Sol. Luego prosigue su viaje atravesando el océano Pacífico y alcanza la costa de Camboya, donde da vida a otro dispositivo transmisor idéntico que se encuentra escondido muy por debajo del templo de Angkor Wat.

Hacia el este, la ola de energía ha llegado a la cordillera de los Andes. Pasa por debajo de las montañas y se refleja en una antena, que llevaba mucho tiempo dormida, enterrada bajo el antiguo observatorio celeste conocido como Kalasasaya, tras lo cual se reorienta hacia el sur y viaja a toda velocidad en dirección al helado continente de la Antártida. Enterrada bajo varias toneladas de nieve se encuentra otra antena de repetición alienígena, un instrumento construido en una época en la que ese territorio se hallaba libre de hielos.

Mientras tanto, la onda del tsunami electromagnético que partió en dirección noreste cruza el Atlántico rumbo a Inglaterra y su fuerza hace temblar los poderosos bloques de piedra de Stonehenge. Escondida muy hondo bajo esa amplia región de Salisbury se encuentra otra antena más.

Tras haber dado la vuelta al planeta en cuestión de segundos, el potentísimo campo de energía, proveniente de todas direcciones, converge finalmente en la más antigua de las estaciones repetidoras del Guardián: la Gran Pirámide de Giza.

Las oleadas de energía penetran ese bloque de roca caliza, atraviesan la Cámara del Rey y también el bloque de granito vaciado, idéntico al sarcófago que se halla en el interior de la pirámide de Kukulcán. A continuación, la señal continúa bajando y activa un aparato alienígena oculto muy por debajo de la superestructura de la pirámide egipcia, un lugar en el que no ha estado ningún ser humano.

En el intervalo de un nanosegundo se ha completado la configuración global; la atmósfera del planeta ha quedado saturada, sellada dentro de una potente red de energía alienígena.

Mick se desploma inconsciente en el suelo.

MANDO DE DEFENSA DEL ESPACIO AÉREO NORTEAMERICANO

(NORAD).

COLORADO

Ciento siete técnicos aterrorizados contemplan fijamente el enorme mapa computarizado de Norteamérica, el cual representa en tiempo real las trayectorias de más de mil quinientos misiles nucleares y biológicos rusos. La mayoría del personal llora sin disimulos, abrazados y rezando en grupos, asiendo fotografías de sus seres queridos, que, sin saberlo, se encuentran a escasos minutos de la muerte. Otros, demasiado aturdidos para permanecer de pie, están tumbados en el suelo debajo de sus puestos de trabajo, aguardando a que suceda lo inevitable. El comandante en jefe, general André Moreau, se enjuga las lágrimas y lucha por abstenerse de llamar a sus dos hijos, que viven en Los Angeles. «¿Qué voy a decirles? ¿Qué los quiero? ¿Qué lo siento…?».

Noventa segundos para el impacto

Un lamento general resuena en el centro de mando, y la voz femenina computarizada consigue que se le doblen las rodillas al general Moreau. Se derrumba en el asiento de su sillón.

Y entonces, como por arte de magia, los misiles desaparecen de pronto de la pantalla gigante.

Misiles agresores destruidos — Misiles agresores destruidos

Gritos y vítores. Moreau levanta la vista. Los técnicos, locos de alegría, señalan, lanzan aullidos, se abrazan, lloran… Una oleada de euforia se extiende por todo el edificio.

Moreau se levanta con dificultad de su sillón, con lágrimas en los ojos y la voz convertida en un gruñido áspero cuando solicita un análisis de los sistemas.

Dos operadores exultantes y un comandante de más rango compiten por obtener su atención:

—¡Todos los sistemas en funcionamiento!

—¿Qué ha ocurrido con los misiles?

—Según nuestros datos, simplemente se han autodestruido.

—Quiero confirmación.

—Estamos intentando confirmarlo con nuestras bases de Florida y San Diego, pero hay una densa ola de interferencias que bloquea todas las comunicaciones.

—¿Es un EMP? —El miedo le retuerce las entrañas al comandante Moreau—. No ha de haber ninguna clase de interferencia electromagnética, mayor, a no ser que exista lluvia radiactiva.

—No señor, no ha habido lluvia radiactiva. Nuestros emplazamientos en tierra para advertencia de misiles no confirman detonaciones de ningún tipo. Sea cual sea la causa de esas interferencias, procede de otra fuente.

—¿De cuál? Quiero saber…

—Señor, estamos intentando localizar el origen de la interferencia, pero va a llevar un tiempo. Por lo visto, nuestros satélites no funcionan correctamente.

—¡General! —Un técnico levanta la vista con una expresión de desconcierto en la cara—. Señor, nuestros misiles también han sido destruidos.

—Quiere decir que se han autodestruido.

—No, señor. Quiero decir que han sido destruidos.

CENTRO DE MANDO BAJO TIERRA DE RAVEN ROCK

MARYLAND

2.31 horas

El personal que se encuentra en el interior del centro de mando subterráneo llora y se abraza en silencio. La expresión de sus emociones ha quedado suprimida por un sentimiento de tristeza cuando se ha propagado por todo el centro la noticia de la muerte del presidente y de las pérdidas sufridas en Alaska y Hawai.

Pierre Borgia, el general Fecondo y Dick Pryzstas están apiñados dentro del despacho privado del presidente, escuchando con atención al general Doroshow, comandante en jefe del STRATCOM.

—Lo que les estoy diciendo, caballeros, es que los misiles de Grozny no se han autodestruido. Ha sido una especie de campo de fuerza electromagnética lo que ha desactivado los ICBM de Rusia, así como los nuestros.

—¿Cuál es la fuente de esa interferencia? —pregunta Borgia.

—Aún la desconocemos, pero sea cual sea, ha causado un apagón en todos los satélites que tenemos en órbita. Es como si Dios se hubiera cabreado y hubiera echado una manta sobre el planeta entero.

DEBAJO DE LA PIRÁMIDE DE KUKULCÁN

—Mick, ¿me oyes? —Dominique le acaricia el pelo y la cabeza, apoyada sobre su regazo. Nota que él se mueve—. ¿Mick?

Mick abre los ojos.

—¿Dom?

Ella acerca el rostro de él al suyo y comienza a besarlo y abrazarlo.

—Maldita sea, Mick, me has dado un susto de muerte.

—¿Qué ha pasado?

—¿Es que no lo recuerdas? Has salido de ese sarcófago como si fueras una especie de espíritu maya y has activado esta nave.

Mick se sienta erguido y mira a su alrededor. Detrás del vidrio tintado de las paredes y del suelo se ve un gran número de circuitos y estaciones de control bullendo de actividad. Cada cinco segundos brotan de las paredes y de la bóveda del techo unas ondas de energía eléctrica de color azul que desaparecen por el orificio en forma de chimenea.

—¿Esto lo he hecho yo? Dominique acalla la pregunta con sus labios.

—Te quiero.

El sonríe.

—Y yo a ti.