Capítulo 21

10 de diciembre de 2012

EDIFICIO DE LAS NACIONES UNIDAS

NUEVA YORK

En el abarrotado auditorio se hace el silencio. Las cámaras de televisión filman la entrada de Viktor Ilyich Grozny, que se aproxima al entarimado para dirigirse a los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y al resto del mundo.

—Señora presidenta, señor secretario general, miembros del Consejo de Seguridad, respetables invitados, hoy es un día triste. A pesar de los mandatos y las advertencias de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad, a pesar de los denodados esfuerzos de diplomacia preventiva y para mantener la paz realizados por el secretario general y sus enviados especiales, una nación, corrupta pero muy poderosa, continúa amenazando al resto del mundo con el arma más peligrosa que ha conocido la historia de la humanidad.

»La guerra fría finalizó hace mucho tiempo, o eso se nos dice; las virtudes del capitalismo triunfan sobre los males del comunismo. Mientras las economías de Occidente continúan creciendo, la Federación Rusa lucha por reconstruirse. Nuestro pueblo se encuentra en la miseria y millares de personas mueren de hambre. ¿Hemos de culpar de ello a Occidente? No. Los problemas de Rusia los crearon los rusos, y nosotros tenemos la responsabilidad se salvarnos solos.

Los angelicales ojos azules proyectan una mirada de inocencia hacia la cámara.

—Yo soy un hombre de paz. Por medio de la diplomacia de las palabras he persuadido a nuestros hermanos árabes, serbios y coreanos de que depongan las armas contra sus jurados enemigos, porque sé y estoy convencido en el fondo de mi corazón de que la violencia no resuelve nada y de que los males del pasado no se pueden deshacer. La moralidad es una decisión personal. Cada uno de nosotros será juzgado por el Creador cuando llegue el momento, pero ningún hombre posee el derecho divino de infligir dolor ni sufrimiento a otro en nombre de la moralidad.

Los ojos de Grozny adquieren una expresión de dureza.

—Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra. La guerra fría terminó, pero en cambio Estados Unidos, en virtud de su fuerte economía y su poderío militar, sigue vigilando al mundo, decidiendo si la política de otra nación tiene solidez moral. Igual que un matón de escuela, América cierra los puños y amenaza con ejercer la violencia, todo en nombre de la paz. Estados Unidos, el hipócrita más poderoso del mundo, arma a los oprimidos hasta que éstos se vuelven opresores. Israel, Corea del Sur, Vietnam, Iraq, Bosnia, Kosovo, Taiwán…; ¿cuántos más deben morir para que Estados Unidos se dé cuenta de que esa amenaza de violencia tan sólo engendra más violencia, de que la tiranía, disfrazada de la mejor de las intenciones, sigue siendo tiranía?

Los ojos se suavizan.

—Y ahora el mundo es testigo de una nueva clase de amenaza. Ya no es suficiente poseer la fuerza de ataque más sofisticada de la historia; no es suficiente el dominio del espacio; no es suficiente la implantación del Escudo de Defensa anti-Misiles. Ahora, los capitalistas cuentan con una nueva arma, una que cambia las reglas de la paralización de las armas nucleares. ¿Por qué continúa Estados Unidos realizando ensayos de esas armas y negando toda responsabilidad? ¿Es que el presidente de Estados Unidos nos toma a todos por tontos? ¿Sirven sus excusas para serenar los delicados nervios de los ciudadanos de Australia y de Malasia? ¿Dónde tendrá lugar la próxima detonación? ¿En China? ¿En la Federación Rusa? O quizá en Oriente Próximo, donde se encuentran tres portaaviones norteamericanos con sus respectivas flotas, preparados para atacar, todo en nombre de la justicia.

»La Federación Rusa se suma a China y al resto del mundo en la condena de estas nuevas amenazas de violencia. Hoy lanzamos esta advertencia, y deseo que se me entienda con toda claridad, para que no se ponga en tela de juicio nuestra moralidad. No vamos a vivir con miedo. Ya no vamos a encogernos ante las tácticas intimidatorias de Occidente. La próxima detonación de fusión pura será la última, ¡porque la interpretaremos como una declaración de guerra nuclear!

La asamblea estalla en un pandemónium que ahoga las protestas de los delegados de Estados Unidos, mientras los guardias de seguridad de Viktor Grozny se apresuran a sacar a éste del edificio.

CIUDAD DE PISTÉ

(2 KM AL OESTE DE CHICHÉN ITZÁ).

PENÍNSULA DEL YUCATÁN

Dominique Vázquez abre los ojos al oír el cloqueo de unas gallinas. La luz matinal se filtra por entre los listones de madera podrida del techo dejando ver un ballet de partículas de polvo suspendidas en el aire. Se estira en su saco de dormir y se da la vuelta.

Mick ya se ha levantado. Está apoyado contra una bala de heno, estudiando el diario de su padre. Los rayos del sol iluminan las facciones angulosas de su rostro. Levanta la vista y sus ojos negros le hacen guiños.

—Buenos días.

Dominique sale del saco de dormir.

—¿Qué hora es?

—Cerca de las once. ¿Tienes hambre? La familia Forma te ha dejado el desayuno en la cocina. —Señala la puerta abierta del granero, que da a la casa de estuco rosa—. Adelante, sírvete tú misma. Yo ya he desayunado.

Descalza, cruza el suelo cubierto de paja y tierra y se sienta al lado de Mick.

—¿En qué estás trabajando?

Él le indica el dibujo de la pirámide de Nazca.

—Este símbolo es la clave para encontrar la entrada oculta de la pirámide de Kukulcán. El animal es un jaguar, y el hecho de que aparezca invertido significa «descender». Los antiguos mayas creían que la boca abierta del jaguar estaba unida tanto a las cuevas terrestres como al Mundo Inferior. Las cuevas que hay más cerca de aquí son las de Balancanché. Mis padres y yo pasamos varios años registrándolas, pero no hallamos nada.

—¿Y ese dibujo de círculos concéntricos?

—Ésa es la parte de la ecuación en la que estoy enfrascado. Al principio creí que ese dibujo podía simbolizar una cámara subterránea. En todos los yacimientos antiguos que exploraron mis padres es posible encontrar círculos idénticos a éstos. Incluso al venir aquí ahora, lo primero que hice fue volver a las cuevas de Balancanché, pero no encontré nada.

Dominique se saca del bolsillo de atrás el mapa de Chichén Itzá. Observa la distribución de las ruinas, las fotografías tomadas de la antigua ciudad desde arriba.

—Háblame un poco más de ese Mundo Inferior de los mayas. ¿Cómo decías que se llamaba?

Xibalba. Según el mito de la creación de los mayas, la franja oscura de la Vía Láctea era Xibalba Be, el Camino Negro que conducía al Mundo Inferior. En el Popol Vuh está escrito que en Xibalba es donde tienen lugar el nacimiento, la muerte y la resurrección. Por desgracia, lo escrito en el Popol Vuh requiere un poco de interpretación. Estoy seguro de que la mayor parte del significado original se ha perdido con el paso de los siglos.

—¿Por qué dices eso?

—Porque el Popol Vuh se escribió alrededor del siglo XVI, mucho después del ascenso y la caída de la civilización maya y de la desaparición de Kukulcán. A consecuencia de eso, los relatos tienden a inclinarse más hacia la mitología que hacia los hechos. Claro que, después de lo que vi en el Golfo, ya no estoy seguro. —Mira a Dominique, no muy seguro de si debe continuar o no.

—Adelante. Estoy escuchando.

—¿Con la mente abierta, o sólo como parte de mi terapia?

—Dijiste que necesitabas una amiga, pues aquí me tienes. —Le aprieta la mano—. Mick, ese alienígena con el que afirmas que te comunicaste, ¿dices que te habló con la voz de tu padre?

—Sí. Me engañó, me tendió un cebo para que me acercara más.

—Mira, no te enfades, pero en la historia de la creación que narra el Popol Vuh, ¿no me contaste que eso mismo le ocurrió a… este… cómo se llamaba?

—Hun-Hunahpú. —Mick abre mucho los ojos.

«Excelente, él mismo está reconociendo el origen de su demencia».

—Sigues pensando que todo esto lo he imaginado yo, ¿verdad?

—Yo no he dicho eso, pero tienes que reconocer que desde luego es un paralelismo extraño. ¿Qué le sucedió a Hun-Hunahpú cuando lo engañaron los dioses del Mundo Inferior?

—Su hermano y él fueron torturados y ejecutados. Pero su derrota formaba parte de un plan más amplio. Después de que lo decapitaran los Señores del Mundo Inferior, dejaron su cabeza colgada en el hueco de un árbol de la calabaza para alejar a los intrusos de Xibalba. Pero un día llegó una bella mujer, Luna de Sangre, que decidió desafiar a los dioses y visitar el árbol donde estaba el cráneo. Alargó la mano hacia la cabeza de Hun-Hunahpú, la cual le escupió mágicamente en los dedos y la impregnó. Luna de Sangre escapó, regresó al Mundo Intermedio, la Tierra, y dio a luz a los Héroes Gemelos Hunahpú y Exbalanqué.

—¿Hunahpú y Exbalanqué?

—Dos gemelos, los Héroes Gemelos. Ambos crecieron y se convirtieron en grandes guerreros. Al alcanzar la edad adulta, regresaron a Xibalba para desafiar a los Señores del Mundo Inferior. Una vez más, los malvados dioses intentaron ganar valiéndose de trucos, pero esa vez prevalecieron los dos hermanos y derrotaron a su enemigo, vencieron al mal y resucitaron a su padre. La resurrección de Hun-Hunahpú da lugar a la concepción y el renacimiento celeste de la nación maya.

—Háblame otra vez de ese Camino Negro que le habló a Hun-Hunahpú. ¿Cómo es posible que un camino hable?

—No lo sé. Según el Popol Vuh, la entrada al Camino Negro estaba simbolizada por la boca de una gran serpiente. La franja oscura se consideraba también una serpiente celeste.

«Continúa. Presiónalo».

—Mick, escúchame un segundo. Tú te has pasado la vida persiguiendo fantasmas mayas, dejándote absorber por las leyendas del Popol Vuh. ¿No existiría la remota posibilidad de que tú…?

—De que yo, ¿qué? ¿De que haya imaginado la voz de mi padre?

—No te enfades. Te lo pregunto sólo porque la historia del viaje de Hun-Hunahpú parece guardar un paralelismo total con todo lo que me has contado acerca de esa cámara subterránea. Y también pienso que tienes asuntos sin resolver con tu padre.

—Puede, pero ese ser alienígena no es producto de mi imaginación. Ni tampoco la voz de mi padre. Era real.

—O quizá tan sólo parecía real.

—Ya vuelves a hacer de psiquiatra otra vez.

—Sólo intento ser amiga tuya. Las fantasías paranoides son muy potentes. El primer paso para ayudarte a ti mismo consiste en aceptar el hecho de que necesitas ayuda.

—Dominique, basta ya…

—Si me dejas, puedo ayudarte…

—¡No!

Mick la aparta a un lado y se encamina hacia la puerta del granero. Cierra los ojos y comienza a hacer inspiraciones profundas, sintiendo el calor del sol en la cara, intentando recuperar el control.

«Ya vale de momento. He plantado la semilla, ahora tengo que recuperar su confianza».

Dominique vuelve a centrar la atención en el mapa de Chichén Itzá. Por alguna razón, la fotografía aérea del cenote atrae su mirada. Vuelve a pensar en la noche anterior, en su paseo por la selva.

«Las paredes del cenote… relucientes a la luz de la luna. Las ranuras en la piedra…».

—¿Qué pasa?

Sobresaltada, levanta la cabeza y se sorprende al ver a Mick frente a ella.

—Oh, nada, seguro que no es nada.

—Dime. —Los ojos ébano son demasiado intensos para engañarlos.

—Mira el mapa, aquí. La fotografía aérea del cenote se parece a los círculos concéntricos que hay en el dibujo de la pirámide de Nazca.

—Mis padres llegaron a esa misma conclusión. Pasaron varios meses buceando en todos los cenotes, explorando todas las simas y cuevas subterráneas de esta zona. Lo único que encontraron fueron unos cuantos esqueletos, los restos de las víctimas de los sacrificios, pero nada que se pareciera a un pasadizo.

—¿Has explorado el cenote desde el terremoto? —Se encoge nada más pronunciar esas palabras.

—¿El terremoto? —A Mick se le ilumina el semblante—. ¿El terremoto del equinoccio de otoño golpeó Chichén Itzá? Por Dios, Dominique, ¿cómo es que no me lo has dicho antes?

—No sé… supongo que no pensé que fuera importante. Cuando me enteré, Foletta te había drogado hasta convertirte en un vegetal.

—Háblame de ese terremoto. ¿Cómo afectó al cenote?

—No fue más que una noticia de pasada en los informativos. Un puñado de turistas afirmaron que habían visto que las aguas del pozo giraban mientras duraron los temblores.

Mick echa a correr.

—Espera, ¿adónde vas?

—Vamos a necesitar un coche. Probablemente tendremos que pasar uno o dos días en Mérida, haciendo acopio de material. Come algo. Vuelvo a buscarte dentro de una hora.

—Mick, espera… ¿qué material? ¿De qué estás hablando?

—De equipos de buceo. Tenemos que explorar el cenote.

Dominique lo contempla mientras él va corriendo por la carretera, en dirección al pueblo.

«Así se hace, Sigmund. No se suponía que tuvieras que darle ánimos».

Molesta consigo misma, sale del granero y entra en el hogar de la familia Forma, una vivienda de estuco de cinco habitaciones decorada llamativamente, al estilo mexicano. Sobre la mesa de la cocina encuentra un plato de plátanos fritos con maíz y se sienta a desayunar.

Entonces repara en el teléfono.