Diario de Julius Gabriel

Era el verano de 1985, y estábamos nuevamente en Nazca.

Durante los seis primeros meses, los tres íbamos y veníamos a diario de un pequeño apartamento que ocupábamos en Ica, una animada localidad situada ciento cincuenta kilómetros al norte de Nazca. Pero nuestro menguado presupuesto pronto nos obligó a buscar un nuevo alojamiento, así que trasladé a mi familia a una austera vivienda de dos habitaciones del pueblo agrícola de Ingenio.

Habiendo vendido la autocaravana, pude comprar un pequeño globo aerostático. Todos los lunes, al amanecer, Maria, Michael y yo nos elevábamos trescientos metros sobre la pampa del desierto y tomábamos fotografías de la miríada de líneas y espléndidos animales dibujados en la meseta. El resto de la semana lo dedicábamos a llevar a cabo un concienzudo análisis de las fotos, las cuales esperábamos que revelaran el mensaje que tal vez nos indicara cómo entrar en la pirámide de Kukulcán.

El abrumador problema que entraña traducir los dibujos de Nazca consiste en que hay muchas más pistas falsas que auténticas. En ese lienzo desértico proliferan cientos de figuras de animales y miles de formas como si fueran grafitti prehistóricos, y en su mayoría no fueron creados por el artista original de Nazca. Rectángulos, triángulos, trapezoides, racimos y líneas imposiblemente rectas, algunas de más de cuarenta kilómetros de longitud, se extienden sobre más de quinientos kilómetros cuadrados de llanuras de color pardo. Si a eso le añadimos las figuras humanoides que aparecen talladas en las colinas circundantes, se comprende el tormento que suponía nuestra tarea. De todos modos, con el tiempo nuestros esfuerzos ayudaron a separar los dibujos que considerábamos más vitales del resto de las inscripciones de la pampa peruana.

Son los dibujos más antiguos y más intrincados los que contienen el verdadero mensaje de Nazca. La fecha de su creación tan sólo podemos imaginarla, pero sabemos que tienen al menos mil quinientos años de antigüedad.

Los jeroglíficos de Nazca tienen dos funciones distintas: las figuras que nosotros denominamos «primarias» se emplean para describir la historia que subyace a la profecía del día del juicio, mientras que las «secundarias», situadas en las inmediaciones de las primeras, nos proporcionan pistas importantes para descifrar su significado.

La narración del artista comienza en el centro del lienzo con una figura a la que Maria puso el apodo de «sol radiante» un círculo perfecto que consta de veintitrés radios que parten de su perímetro y se extienden hacia fuera. Una de esas líneas es más larga que las demás, pues continúa unos treinta kilómetros por el desierto. Una decena de años más tarde, descubrí que ese radio más largo estaba alineado con gran precisión con el Cinturón de Orión. Poco después, Michael encontró un estuche de iridio enterrado en el corazón de ese misterioso punto de partida, el cual contenía un mapa antiguo del mundo (véase la anotación del 14 de junio de 1990). Dicho pergamino parece identificar la península del Yucatán y el golfo de México como el campo de batalla en el que ha de tener lugar el próximo Armagedón.

Muy cerca del sol radiante se encuentra la araña. El género específico al que pertenece, Ricinulei, es uno de los más raros del mundo, y sólo se halla en algunas de las áreas más inaccesibles de la selva amazónica. Al igual que las ballenas y el mono, la araña de Nazca es otra especie no indígena del desierto peruano. Por esta razón, consideramos que se trataba de una figura direccional, en este caso de naturaleza celeste. Resulta que la araña es un marcador terrestre de increíble precisión, diseñado para guiar al observador (una vez más) hacia la constelación de Orión. Las líneas rectas de este arácnido están orientadas de tal manera que reproducen la declinación cambiante de las tres estrellas que forman el Cinturón de Orión, las mismas tres estrellas que emplearon los egipcios para alinear las pirámides de Giza.

Alrededor del sol radiante, salpicados por la meseta, hay más de una decena de peculiares dibujos de criaturas depredadoras provistas de alas. Nótese que no me refiero a los dibujos, más recientes, del colibrí ni del pelícano, dos especies indígenas de la zona, sino a una serie de seres de aspecto infernal cuya apariencia aún sigo sin poder identificar. Estas misteriosas criaturas dotadas de garras proliferan en el lienzo de Nazca, y todavía me siento perplejo respecto de qué función pueden desempeñar.

La figura zoomórfica más larga de la meseta es la serpiente, que mide ciento ochenta y ocho metros. Por desgracia, una gran parte de los detalles de este dibujo han desaparecido debido a la autopista Panamericana, que cruza por mitad de su torso. La presencia de la serpiente en la pampa puede simbolizar la franja oscura de la Vía Láctea, y una vez más, su proximidad a la pirámide de Nazca, al igual que el mono y las ballenas, puede que sea un indicador que nos envía a Chichén Itzá, una ciudad maya dominada por la imagen de la Serpiente Emplumada.

La cola de la serpiente, igual que el sol radiante y la araña, está orientada hacia Orión.

Existen varios dibujos más que destacan como piezas de la profecía maya. El último que voy a mencionar, y también nuestro favorito, es la figura que denominamos el astronauta de Nazca. Baste decir que la presencia de este ser extraterrestre de dos mil años de antigüedad supuso un consuelo durante todo el tiempo que pasamos en la pampa, un convincente recordatorio de que no estamos solos en nuestra búsqueda, al menos en espíritu. Este varón humanoide de rasgos parecidos a los de un búho, adornado con uniforme y botas, tiene la mano derecha levantada en lo que sólo se podría interpretar como un gesto de amistad. Claramente separado del resto del mensaje de Nazca, el extraterrestre gigante aparece dibujado en una de las laderas de igual modo que la firma del artista en un margen del cuadro.

23 de diciembre de 1989

Tras más de cuatro años de trabajo en el desierto de Perú, he decidido llevar a mi familia a visitar el más impresionante de todos los dibujos antiguos: el Tridente de Paracas. Situada ciento sesenta kilómetros al norte de la desértica pampa, esta figura, a menudo llamada el Candelabro, nunca ha sido asociada oficialmente con los dibujos de Nazca, aunque su intrincado dibujo, su tamaño y su antigüedad la definen fácilmente como una obra de nuestro artista misterioso.

El creador del Tridente escogió inscribir este colosal símbolo en la ladera entera de una montaña que da a la bahía de Paracas. Esta espléndida figura consiste en un candelabro de tres brazos parecido al tridente de un demonio, excepto por el detalle de que las puntas, todas vueltas hacia arriba, han sido embellecidas con unos dibujos en forma de pétalos. Como los bordes de esta figura se hallan expuestos a unas circunstancias climáticas mucho más agresivas que las de Nazca, el artista ahondó más en el suelo y trazó el contorno de la figura a nueve metros de profundidad sobre la dura corteza salina de la montaña. Con sus ciento ochenta metros de largo y sus sesenta de ancho, el Tridente de Paracas constituye una marca fácil de localizar.

Recuerdo aquel fatídico día de diciembre en el que nos encontrábamos los tres contemplando ese antiguo indicador desde nuestro barco. Cuando a nuestra espalda el sol poniente adquirió un color carmesí, el suelo cristalino del Tridente comenzó a centellear bajo el crepúsculo y a prestar al contorno de dicha figura un brillo rojo casi luminiscente. Ese efecto pareció reavivar a Maria, que rápidamente hizo la conjetura de que el Candelabro debía de haber sido colocado allí para servir de indicador que condujera a nuestra civilización hacia el desierto de Nazca.

Esa idea me hizo pensar en el arco de San Luis, la simbólica puerta de entrada al corazón de América. Estaba a punto de expresar eso en voz alta cuando de pronto mi amada se dobló sobre sí misma, presa de un insoportable dolor, y dejó escapar un terrible gemido. Y a continuación, ante la mirada horrorizada mía y de Michael, Maria se desplomó inconsciente sobre la cubierta.

Extracto del diario del profesor Julius Gabriel,

ref. Catálogo 1985-1990, páginas 31-824

Disquetes 8 y 9 de fotos; nombre de archivo: NAZCA,

fotos 34 y 56