En mi presentación a ELANTRIS, la primera novela de Brandon Sanderson, ya les contaba la sorpresa que la irrupción de este joven autor ha causado en todo el mundo. Ahora puedo también dar testimonio de cómo el éxito internacional obtenido por ese título se ha repetido en España.
Brandon Sanderson es joven, no ha llegado todavía a la treintena. Vive en Orem (Utah, EE. UU.). Obtuvo la licenciatura en inglés en la Brigham Young University. Ha sido durante dos años profesor de lengua y literatura. Ha escrito diversas novelas, pero la primera publicada ha sido la sexta, escrita en 2000, ELANTRIS (mayo de 2005), recibida por público y crítica como una interesantísima renovación en el tan trillado género de la fantasía. Una sorprendente y amena novela que ofrece de todo para todos: misterio, magia, romance, enfrentamientos políticos, conflictos religiosos, luchas por la igualdad y una escritura penetrante con personajes coherentes y maravillosos.
ELANTRIS, que parece una novela de fantasía épica no es sólo eso. Faren Miller, de LOCUS, lo ha detectado claramente destacando en ella un tono anticonformista no excesivamente habitual en la fantasía. No en vano, Sanderson afirma haber empezado a leer fantasía a los 14 años, con una novela sumamente inteligente e irónica como es VENCER AL DRAGÓN (1985, NOVA fantasía número 7) de Barbara Hambly. Faren Miller destaca claramente en ELANTRIS esa posible orientación al recalcar el tono del Prólogo, tan clásico en la descripción de una fantástica capital de seres inmortales como había sido la ciudad de Elantris, para finalizar introduciendo ya en el mismo prólogo un dato sorprendente y casi subversivo: «La eternidad terminó hace diez años».
Tras el éxito de ELANTRIS, Brandon Sanderson está ahora publicando una trilogía genéricamente titulada NACIDOS DE LA BRUMA (Mistborn) formada por EL IMPERIO FINAL (The Final Empire, 2006), EL POZO DE LA ASCENSIÓN (The Well of Ascension, 2007) y EL HÉROE DE LAS ERAS (The Hero of Ages).
Es un verdadero orgullo tenerla en nuestra colección.
De nuevo, como en ELANTRIS, Sanderson nos narra en una historia de fantasía, pero una fantasía «distinta», una fantasía que no se acoge a los clichés al uso «made in Tolkien». Aquí, como en ELANTRIS, no hay dragones, ni enanos, ni elfos, ni magos todopoderosos como Gandalf (aunque sí hay «alománticos» que, en realidad, están lejos de ser todopoderosos y que tienen sus excepcionales dones bien acotados e incluso «reglamentados»…). Se trata de una fantasía «nueva», renovadora y de la que ELANTRIS ha sido una gran embajadora.
Ahora, con la trilogía Nacidos de la Bruma, se repite ese logro excepcional. Como bien dice Robin Hobb (Margaret Astrid Lindholm Ogden), famosa escritora de fantasía:
NACIDOS DE LA BRUMA utiliza un sistema de magia muy bien pensado. Tiene también un gran elenco de personajes creíbles, un mundo plausible, un intrigante sistema político y, aun siendo el primer libro de una trilogía, un final muy satisfactorio. Brevemente: es uno de esos libros como una gran olla en la que el autor ha echado no sólo el hueso de una idea y unas cuantas patatas de originalidad, sino también media ternera y todo lo del huerto. Y luego lo ha aliñado. Altamente recomendado para quienes estén hambrientos de buenas lecturas.
La historia de EL IMPERIO FINAL, primer volumen de NACIDOS DE LA BRUMA, parece sencilla:
Durante los últimos mil años, han caído las cenizas y nada florece. Durante mil años, los skaa han sido esclavizados y viven sumidos en un miedo inevitable. Durante mil años, el Lord Legislador reina con un poder absoluto gracias al terror y a su divina invencibilidad. Le ayudan los «obligadores» y los «inquisidores» junto a la poderosa magia de la «alomancia», que reside en los nobles. Algunos, sólo algunos, son capaces de «quemar» los metales que han tragado y que les otorgan poderes sobrenaturales. Diferentes metales, actuando en pares, otorgan poderes distintos.
Pero los nobles, demasiado a menudo, han tenido trato sexual con jóvenes skaa y, aunque la ley lo prohíbe, algunos de sus bastardos han sobrevivido. Y algunos han heredado los poderes alománticos. Los «brumosos» (mistings) tienen sólo uno de esos poderes, pero los «nacidos de la bruma» (mistborns) son capaces de dominarlos todos.
Ahora, Kelsier, el «Superviviente», el único que ha logrado huir de los Pozos de Hathsin, ha encontrado a Vin, una pobre chica skaa con mucha suerte… Tal vez los dos unidos a la rebelión que los skaa intentan desde hace mil años puedan cambiar el mundo y la atroz dominación del Lord Legislador.
Tras el sorprendente éxito mundial de ELANTRIS, Brandon Sanderson ha logrado repetir la hazaña. La trilogía NACIDOS DE LA BRUMA (Mistborn) es una excepcional muestra de su nueva fantasía, y el primer volumen, EL IMPERIO FINAL (con una conclusión cerrada y grandiosa que permite su lectura como una novela única e independiente), nos introduce gratamente en el mundo de los poderes alománticos, de la bruma y la ceniza, de la dominación y la rebelión, con personajes inolvidables como el atormentado Kelsier en su papel de Pigmalión de la más brillante Galatea que se pueda imaginar: la «mistborn» Vin.
Me parece interesante repetir aquí un texto del estudiante Sanderson sobre la fantasía que ya reproduje en la presentación de ELANTRIS. Un texto en el que el joven autor desarrolla su tesis en favor del cambio:
Muchos escritores contemporáneos, algunos de ellos muy buenos, se han restringido al estándar asumido de la fantasía. Escriben relatos sobre jóvenes héroes que son llamados a una búsqueda misteriosa, ambicionan el poder, y llegan a la madurez al superar sus tribulaciones. Siguen el Síndrome de Campbell paso a paso, y procuran por todos los medios que no quede nada al margen.
El movimiento ha ganado tal impulso (en parte por Tolkien, cuya obra exhibe el Mito del Héroe pero no lo sigue) que se ha convertido en sinónimo de fantasía. Y, a causa de ello, el género está amenazado de estancamiento.
Esto, por supuesto, plantea un interrogante. La fantasía es todavía un género en su adolescencia, puesto que el movimiento contemporáneo no empezó hasta los años setenta. Las historias que utilizan el mito del héroe siguen vendiéndose bien, en realidad se venden mejor ahora que antes. Por lo tanto, ¿por qué cambiar?
Mi opinión es que debemos cambiar porque la adolescencia pasa y los lectores de fantasía se hacen mayores. Los lectores de fantasía empiezan a estar cansados. Muchos de mis amigos, antes lectores ávidos de fantasía, han dejado de leer novelas del género a causa de su redundancia. Lo que antes sugería maravillas, ahora resulta obsoleto y excesivamente trillado. Preveo serios problemas en el futuro si no reconocemos el Síndrome de Campbell y lo afrontamos.
Coincido al cien por cien con esa idea de Sanderson, y debo decir que bastantes novelas de fantasía actuales (esos epígonos de Tolkien tan abundantes) me aburren. Hay pocos títulos (demasiado pocos…) en mi lista de novelas imprescindibles de fantasía y, con toda seguridad, es por agotamiento de un cliché que, como a Sanderson y a sus amigos, hace tiempo que ya me cansa.
Es posible que la apuesta de Sanderson sea arriesgada. Existe un lector acomodaticio que se conforma con «más de lo mismo» (ese lector al que Julio Cortázar tuvo el desacierto de llamar «lector hembra» en un desliz machista imperdonable). Pero, y ésa ha sido siempre mi apuesta como editor, hay lectores inteligentes y amantes de la novedad. Y son (somos) muchos. Muchos más de lo que suele pensar una gran mayoría de editores.
Ésta es la situación y ésta es la apuesta, la de Sanderson como autor y la mía como editor. Seguro que, en otras presentaciones de esta trilogía, habrá tiempo para incidir en alguna de sus sorprendentes novedades (como esa «magia alomántica», tan lógica y reglamentada que se halla incluso sometida a la newtoniana ley de acción y reacción…). A ellas les remito. De momento, sólo me resta desearles que disfruten leyendo esta novela tanto como yo lo he hecho.
Que ustedes lo disfruten.
MIQUEL BARCELÓ