Mucha gente me dio ánimos, apoyo y críticas constructivas que resultaron valiosísimas para la escritura de esta trilogía. Gracias a:
Mamá y papá, por estar seguros de que yo podría ser todo lo que me propusiera; Yvonne Hardingham, la hermana mayor que nunca tuve; Paul Marshall, por su incombustible capacidad de relectura; Steve Pemberton, por los litros y litros de té y ciertas sugerencias más bien tontas; Anthony Mauriks, por las conversaciones que mantuvimos sobre armamento y sus demostraciones de luchas; Mike Hushes, que cometió la imprudencia de querer ser un personaje; Shelley Muir, por su amistad y honestidad; Julia Taylor, por su generosidad, y Dirk Strasser, por darle una oportunidad al libro.
También quiero dar las gracias a Jack Dann, que me dio confianza para escribir cuando más la necesitaba; a Jane Williams, a Victoria Hammond y especialmente a Gail Bell, por hacer que me sintiera como en casa estando rodeada de autores que no escriben ciencia-ficción en el Centro de Escritores Varuna; y a Carol Boothaman, por su sabiduría.
No podía olvidarme de expresar mi agradecimiento a Ann Jeffree, Paul Potiki, Donna Johanse, Sarah Endacott, Anthony Oakman, David y Michelle Le Blanc y Les Petersen.
Mi más sentido reconocimiento a Peter Bishop y al equipo Varuna. Me ayudasteis de formas demasiado numerosas para mencionarlas.
Y por último, pero no menos importante, un agradecimiento especial para Fran Bryson, mi agente y heroína, por llevar los libros un paso más allá; y a Linda Funnell, que dijo: «¡Sí, por favor!».