—¿Tengo que hacerlo?
—Sí. —Dannyl agarró los hombros de Rothen, le dio media vuelta y lo empujó afuera de sus aposentos—. Si no te dejas ver, lo único que consigues es dar fuerza a lo que andan diciendo los que apoyan a Fergun.
Rothen suspiró y caminó detrás de Dannyl por el pasillo.
—Tienes razón, por supuesto. Llevo dos semanas sin hablar casi con nadie, y tendría que pedir a Lorlen que retrasara su visita unos días. Espera… —Rothen levantó la mirada mientras la frente se le llenaba de arrugas—. ¿Qué andan diciendo los que apoyan a Fergun?
Dannyl sonrió con tristeza.
—Que la chica aprendió Control en unos días y que la tienes encerrada para que Fergun no pueda verla.
Rothen hizo un sonido grosero.
—Qué idiotez. Ya me gustaría verlos a ellos con los dolores de cabeza que he tenido yo esta última semana —dijo, haciendo una mueca—. Supongo que eso significa que no puedo retrasar mucho tiempo a Lorlen.
—No —coincidió Dannyl.
Llegaron a la entrada del alojamiento de los magos y se encaminaron al exterior. Aunque los aprendices derretían la nieve de los senderos y el adoquinado dos veces al día, el patio ya estaba cubierto de un fino polvo blanco. Crujió bajo sus botas mientras los magos cruzaban hasta los Siete Arcos.
Varias cabezas se giraron hacia ellos cuando entraron en el cálido Salón de Noche. Dannyl oyó un gemido grave procedente de su compañero mientras algunos magos se dirigían hacia ellos. Sarrin, el líder de alquimistas, fue el primero en llegar.
—Buenas noches, lord Rothen, lord Dannyl. ¿Cómo se encuentran?
—Bien, lord Sarrin —contestó Rothen.
—¿Algún progreso con la chica de las barriadas?
Rothen esperó a que se acercaran varios magos para escuchar su respuesta.
—Sonea lo está haciendo bien —les dijo—. Pasó bastante tiempo antes de que pudiera dejar de expulsarme de su mente. Como era de esperar, sospechaba bastante de nosotros.
—¿Cómo que lo hace bien? —murmuró un mago entre la multitud—. A pocos aprendices les cuesta dos semanas.
Dannyl sonrió mientras la expresión de Rothen se ensombrecía. Su amigo se volvió hacia el que había hablado.
—Debe recordar usted que no se trata de un aprendiz reacio enviado por unos padres que lo tienen mimado. Hasta hace dos semanas, esa joven pensaba que pretendíamos matarla. Ha costado algún tiempo que me ganara su confianza.
—¿Cuándo empezó con los ejercicios de Control? —preguntó otro mago.
Rothen no contestó de inmediato.
—Hace dos días.
Los magos comenzaron a murmurar. Varios de ellos fruncieron el ceño e hicieron gestos negativos.
—En ese caso, yo diría que ha hecho usted unos progresos impresionantes, lord Rothen.
Dannyl giró la cabeza para ver a lady Vinara cruzando la multitud. Los magos se apartaron respetuosamente a un lado mientras se acercaba la líder de sanadores.
—¿Qué ha podido ver del poder de la chica?
Rothen sonrió.
—La primera vez que vi lo que albergaba en su interior no me lo podía creer. ¡Tiene una fuerza más que notable!
Los murmullos del público ganaron intensidad. Dannyl asintió para sí mismo. «Bien —pensó—. Si la chica es fuerte, la gente apoyará a Rothen para que sea su tutor.»
Un mago más mayor que estaba casi al principio de la multitud se encogió de hombros.
—Pero ya sabíamos que tenía que ser fuerte, o sus poderes no se habrían desarrollado por sí mismos.
Vinara sonrió.
—Por supuesto, la fuerza no es la prueba definitiva para un aprendiz. ¿Qué talentos ha demostrado?
Rothen apretó los labios.
—Su capacidad de visualización es buena. Eso la ayudará en la mayoría de las disciplinas. También tiene buena memoria. La considero una estudiante inteligente y atenta.
—¿Ha intentado utilizar sus poderes? —preguntó un mago con túnica roja.
—Desde que llegó aquí, no. Comprende muy bien el peligro.
Siguieron más preguntas. Dannyl echó un vistazo a la sala y percibió una cabeza de pelo rubio y liso dentro de un grupo de magos que se aproximaban. Se acercó, esperando el momento apropiado para susurrarle una advertencia.
Lord Dannyl.
Unos pocos magos del grupo parpadearon y miraron a Dannyl. Él reconoció la voz mental y buscó en la sala al administrador Lorlen, que estaba sentado en su butaca habitual. El mago de túnica azul señaló a Rothen e hizo un gesto para que se acercaran.
Sonriendo, Dannyl asintió y se inclinó hacia la oreja de Rothen.
—Creo que el administrador desea rescatarte.
Mientras Rothen se giraba para mirar al administrador, Dannyl vio que Fergun ya se estaba incorporando a la multitud. Una voz familiar se unió a la cháchara, y algunas caras se volvieron en la dirección del guerrero.
—Discúlpenme todos —dijo Rothen—. Debo hablar con el administrador Lorlen. —Inclinó la cabeza con cortesía y luego dio un codazo a Dannyl para que avanzara hacia Lorlen.
Dannyl miró atrás y cruzó la mirada un instante con la de Fergun. Los labios del guerrero dibujaban una sonrisa de satisfacción.
Cuando llegaron a la butaca de Lorlen, el administrador les indicó los asientos vecinos.
—Buenas noches, lord Rothen, lord Dannyl. Siéntense y díganme cómo está progresando Sonea.
Rothen se quedó de pie.
—Esperaba poder mantener una conversación privada con usted sobre ese tema, administrador.
Lorlen enarcó las cejas.
—Muy bien. ¿Quiere que hablemos en el Salón de Banquetes?
—Por favor.
El administrador se levantó y los acompañó hacia una puerta cercana. Mientras la cruzaban apareció un brillante globo de luz sobre su cabeza, que iluminó una enorme mesa que ocupaba casi toda la estancia. Lorlen tiró de una de las sillas colocadas alrededor de la mesa y se sentó.
—¿Cómo tiene la pierna, lord Dannyl?
Dannyl levantó la mirada, sorprendido.
—Mejor.
—Parece que su cojera ha regresado esta noche —observó Lorlen.
—Es el frío —respondió Dannyl.
—Ah, ya veo —asintió Lorlen, antes de dirigirse a Rothen—. ¿De qué quería que habláramos?
—Empecé los ejercicios de Control hace dos días —le dijo Rothen. Lorlen torció el gesto, pero permaneció en silencio mientras Rothen seguía hablando—: Usted quería comprobar sus progresos pasadas dos semanas, y me pidió que presentara otro mago a Sonea antes de eso. Al estar progresando poco, no he querido distraerla con extraños, pero creo que estará lista muy pronto. ¿Podría retrasar su visita unos días?
Lorlen miró fijamente a Rothen antes de asentir.
—Pero solo unos días.
—Gracias. Hay otro asunto, aun así. Es una posibilidad que tendremos que empezar a considerar antes de lo esperado.
Las cejas de Lorlen se alzaron.
—¿Sí?
—Sonea no quiere unirse al Gremio. Le he… —Suspiró—. Para ganarme su confianza, le he dicho que si desea volver a las barriadas, podrá marcharse. Al fin y al cabo, no podemos obligarla a hacer el juramento.
—¿Le ha dicho que en ese caso le bloquearíamos los poderes?
—Todavía no —dijo Rothen, con expresión grave—. Pero no creo que vaya a importarle. La he avisado de que no podrá usar sus poderes en absoluto, y parecía satisfecha con la perspectiva. Creo que más bien prefiere librarse de ellos.
Lorlen asintió.
—No me sorprende. Solamente ha experimentado la magia como una fuerza incontrolable, destructiva. —Frunció los labios—. Quizá si le enseñara usted algunos trucos útiles, empezaría a gustarle más.
Rothen arrugó el entrecejo.
—No debería usar su poder hasta que tenga un dominio completo sobre él, y una vez posea Control esperará que la dejemos marchar.
—No conoce la diferencia entre una lección de Control y otra de magia —señaló Dannyl—. Simplemente deja que la instrucción evolucione del Control al uso de la magia. Así también tendrás más tiempo para convencerla de que se quede.
—No mucho —puntualizó Lorlen—. No es necesario que Fergun sepa exactamente cuándo ha logrado el Control, pero no conseguirá usted engañarlo mucho tiempo. Podría tener una semana adicional, no más.
Rothen miró a Lorlen con expectación. El administrador suspiró y se pasó una mano por la frente.
—Muy bien. Pero asegúrese de que no se entera Fergun, o no dejará de darme la lata.
—Si se entera, diremos que estábamos probando su Control —dijo Dannyl—. Al fin y al cabo, tiene una fuerza inusual. No querríamos que cometiera error alguno.
Lorlen dedicó una mirada apreciativa a Dannyl. Parecía estar a punto de decir algo, pero se limitó a mover la cabeza y volverse hacia Rothen.
—¿Quería hablar de algo más?
—No, gracias, administrador —respondió Rothen.
—Entonces me organizaré para hacer una visita dentro de unos días. ¿Ha decidido usted qué mago va a presentarle en primer lugar?
Dannyl parpadeó cuando Rothen le dirigió una mirada cargada de sentido.
—¿Yo?
—Sí —confirmó Rothen con una sonrisa—. Mañana por la tarde, creo.
Dannyl separó los labios para protestar, pero volvió a cerrarlos al darse cuenta de que Lorlen lo estaba mirando atentamente.
—Muy bien —dijo, desganado—. Pero asegúrate de esconder la cubertería.
Sonea se aburría.
Era demasiado pronto para dormir. Tania se había marchado con los platos sucios después de cenar, y Rothen había desaparecido un poco más tarde. Sonea ya había terminado el libro que le había llevado Rothen aquella mañana, y ahora daba vueltas por la sala, examinando los adornos y la biblioteca.
No encontró nada interesante ni que fuera capaz de comprender, así que se acercó a la ventana y miró afuera. Había luna nueva y los jardines estaban envueltos de oscuridad. No se movía nada.
Suspirando, decidió irse pronto a la cama. Cerró la contraventana y empezó a caminar hacia su dormitorio… pero se quedó petrificada cuando alguien llamó a la puerta principal.
La miró fijamente. Rothen nunca llamaba antes de entrar, y Tania daba unos golpes suaves y educados, no ese aporreo insistente. Ya habían llamado a la puerta otras veces, pero Rothen nunca había invitado a nadie a pasar.
Cuando el visitante llamó de nuevo, un frío fugaz le pellizcó la piel. Sonea cruzó la habitación con sigilo hasta la puerta.
—¿Quién es?
—Un amigo. —La respuesta llegó amortiguada.
—Rothen no está.
—No quiero hablar con Rothen. Quiero hablar contigo, Sonea.
Se quedó mirando la puerta mientras se le aceleraba el corazón.
—¿Por qué?
La respuesta fue apenas perceptible.
—Tengo que decirte una cosa importante, una cosa que él no quiere contarte.
¿Rothen le estaba ocultando algo? La inquietud y la emoción hicieron que su corazón latiera incluso más deprisa. Fuera quien fuese aquel desconocido, estaba dispuesto a desafiar a los magos por el bien de ella. Deseó poder ver a través de la puerta para saber quién era el visitante.
Pero ¿era buena idea saber algo perturbador de Rothen, ahora que necesitaba confiar en él?
—Sonea. Déjame entrar. El pasillo está vacío, pero no seguirá así mucho tiempo. Esta es la única oportunidad que tengo de hablar contigo.
—No puedo. La puerta está cerrada.
—Vuelve a intentarlo.
Sonea contempló el pomo. Aunque había intentado abrirlo varias veces durante los primeros días que pasó en aquellas habitaciones, siempre se le había resistido. Estiró el brazo, giró la manecilla y ahogó un grito cuando la puerta se abrió sobre sus goznes.
Apareció una manga de color rojo, y luego la túnica entera de un mago. Retrocediendo, miró consternada al mago. Había esperado a un sirviente, o a un rescatador disfrazado de sirviente… Podría ser que aquel hombre se hubiera atrevido a ponerse una túnica para llegar hasta ella…
El hombre cerró la puerta con suavidad, irguió la espalda y la contempló.
—Hola, Sonea. Por fin nos conocemos. Yo soy lord Fergun.
—¿Eres un mago?
—Sí, pero no un mago como lord Rothen.
Se llevó una mano al pecho. Sonea puso cara pensativa.
—¿Eres un guerrero?
Fergun sonrió. Sonea se fijó en que era mucho más joven que Rothen, y bastante atractivo. Tenía el pelo muy claro y bien cepillado, y sus rasgos faciales eran tan delicados como fuertes. Sabía que lo había visto antes, pero no recordaba dónde.
—Lo soy —respondió el mago—. Pero esa no es la diferencia de la que hablo. —Colocó la mano sobre el corazón—. Yo estoy de tu lado.
—¿Y Rothen no?
—No, aunque no tiene malas intenciones —añadió—. Rothen es el tipo de hombre que piensa que sabe qué es mejor para todo el mundo, en particular para una joven como tú. Yo, por mi parte, te veo como una adulta que debería ser capaz de tomar sus propias decisiones. —Enarcó una ceja—. ¿Quieres escuchar lo que digo, o prefieres que te deje tranquila?
Aunque el corazón seguía latiéndole deprisa, asintió y señaló las sillas.
—Quédate —dijo—. Te escucharé.
Inclinando educadamente la cabeza, Fergun se deslizó hacia una silla. Sonea se sentó enfrente y lo miró, esperando.
—Antes que nada, ¿Rothen te ha dicho que puedes unirte al Gremio? —le preguntó.
—Sí.
—¿Y te ha contado qué debes hacer para convertirte en maga?
Ella levantó los hombros.
—Un poco. Hay un juramento, y muchos años entrenando.
—¿Sabes lo que debes jurar?
Sonea movió la cabeza en señal de negación.
—No, pero da igual. No quiero entrar en el Gremio.
El mago parpadeó.
—¿No quieres entrar en el Gremio? —repitió.
—No.
Fergun asintió con lentitud y se reclinó contra el respaldo. Pasó un tiempo sumido en un silencio pensativo, y luego volvió a mirarla.
—¿Puedo preguntarte por qué?
Sonea estudió a su interlocutor con cautela. Rothen le había dicho que muchos de los magos se sorprenderían cuando rechazara la oferta del Gremio.
—Quiero irme a casa —le dijo.
Él asintió de nuevo.
—¿Sabes que el Gremio no permite que existan magos fuera de su influencia?
—Sí —contestó ella—, eso lo sabe todo el mundo.
—Entonces sabes que no te dejarán salir de aquí sin más.
—No seré capaz de usar mis poderes, así que no supondré ninguna amenaza.
Él volvió a enarcar las cejas.
—¿Así que Rothen te ha contado que el Gremio te bloqueará los poderes?
Sonea frunció el ceño. ¿Bloquearle los poderes? El mago asintió poco a poco.
—No, ya me imaginaba que no. Solo te está contando parte de la verdad —dijo, inclinándose hacia delante—. Los magos superiores enjaularán tus poderes en tu interior para que no puedas alcanzarlos. Es… no es un procedimiento agradable, nada agradable, y la jaula seguirá ahí durante el resto de tu vida. Verás, aunque no sepas la forma de usar tus poderes, siempre es posible que aprendas a usarlos por ti misma, o que encuentres un mago rebelde que te enseñe, aunque eso es muy improbable. La ley obliga al Gremio a asegurarse de que no podrías usar la magia ni aunque tuvieras toda la ayuda necesaria.
Mientras Fergun hablaba, Sonea se iba quedando helada. Bajó la mirada a la mesa y repasó lo que le había dicho Rothen. ¿Habría compuesto sus frases de forma que la verdad fuera menos temible? Probablemente. Su sospecha creció al recordar que Rothen solamente le había revelado con la voz que la liberarían. No lo había visto en su mente ni había sabido que era cierto…
Miró al mago de túnica roja. ¿Cómo podía confiar en nada que dijera él? Pero por otra parte, no se le ocurría nada que pudiera ganar contándole mentiras, ya que sabría la verdad una vez hubiera aprendido Control.
—¿Por qué me lo estás contando?
El mago le dedicó una sonrisa torcida.
—Como te he dicho, estoy de tu lado. Tú necesitas conocer la verdad y… yo puedo ofrecerte una alternativa.
Sonea se puso recta.
—¿Qué alternativa?
El mago apretó los labios.
—No será fácil. ¿Rothen te ha hablado ya de la tutela? —Ella negó con la cabeza, y él puso los ojos en blanco—. ¡No te ha contado nada! Escucha. —Se inclinó hacia delante y apoyó los codos en las rodillas—. La tutela permite a los magos controlar el entrenamiento de los aprendices. Rothen reclamó tu tutela desde el día de la Purga. Cuando me enteré, decidí presentar mi propia reclamación. Con ello, el Gremio está obligado a celebrar una Vista, una reunión, para decidir quién de nosotros será tu tutor. Tú me ayudas a ganar mi reclamación, y entonces…
—¿Por qué van a celebrar una Vista si no me voy a unir al Gremio? —interrumpió Sonea.
El mago levantó las manos en un gesto tranquilizador.
—Escúchame, Sonea. —Respiró profundamente antes de continuar—. Si rechazas unirte al Gremio, tus poderes serán bloqueados y te enviarán de vuelta a las barriadas. Sin embargo, si eliges quedarte y yo gano tu tutela, puedo ayudarte.
—¿Cómo? —preguntó Sonea con el ceño fruncido.
Fergun sonrió.
—Un día desaparecerás, así de sencillo. Puedes volver a las barriadas si lo deseas. Yo te enseñaré a hacer indetectable tu magia, y así no te bloquearán los poderes. Al principio te buscarán, pero si eres lista, esta vez no van a encontrarte.
Ella lo miró con incredulidad.
—Pero estarías violando las leyes del Gremio. Él asintió.
—Lo sé. —Por su cara desfilaron distintas emociones. Se levantó y caminó hacia la ventana—. No me gusta ver cómo obligan a la gente a ser lo que no quiere ser. Mira —repuso, volviéndose para cruzar la sala y enseñarle el brazo extendido. Tenía la piel de la palma llena de callos y cicatrices—. Esgrima. Soy un guerrero, como has notado con astucia. Es lo más cerca que puedo estar de lo que una vez quise ser. De niño, soñaba con ser espadachín. Cada día practicaba cuatro horas. Soñaba con aprender de los mejores maestros. —Suspiró y movió la cabeza a un lado y a otro.
«Entonces se descubrió mi potencial mágico. No era gran cosa, pero mis padres querían tener un mago en la familia. Traería gran prestigio a su Casa, dijeron.
»Así que me obligaron a unirme al Gremio. Yo era demasiado joven para negarme, demasiado indeciso para saber que la magia no era mi auténtica vocación. Mis poderes no son fuertes y, aunque he aprendido a utilizarlos bien, no disfruto con ellos. He mantenido mis habilidades en la lucha, aunque la mayoría de los magos desdeñan el combate honesto, cara a cara. Es lo más próximo que puedo tener a la vida que soñaba. —Levantó la mirada hacia ella, con los ojos brillantes.
»No voy a permitir que Rothen te haga lo mismo. Si no quieres entrar en el Gremio, yo te ayudaré a escapar. Pero debes confiar en mí. La política y las leyes gremiales son enrevesadas y confusas —afirmó, regresando junto a su silla—. ¿Quieres que te ayude?
Sonea volvió a mirar la mesa. Estaba impresionada por la historia del mago y por la pasión con que la había relatado, pero algunas partes de ella la incomodaban. ¿Valía la pena ser una fugitiva otra vez por conservar su magia?
Entonces pensó en lo que diría Cery. ¿Por qué debían monopolizar la magia las clases altas? Si al Gremio no le daba la gana de aceptar a nadie de clase baja, ¿por qué no debía esa clase tener sus propios magos?
—Sí —respondió, levantando la mirada hasta los ojos del hombre—. Pero tengo que pensar en ello. No te conozco. Quiero comprobar eso de la tutela antes de comprometerme a nada.
Él asintió.
—Lo comprendo. Piensa en ello, pero no tardes demasiado. Rothen ha logrado convencer al administrador Lorlen de que debe mantenerte aislada, sin duda para ocultarte la verdad, hasta que hayas aprendido Control. Corro un gran riesgo desafiando esa decisión. Procuraré volver a visitarte pronto, pero deberás tener tu respuesta. Tal vez no disponga de una tercera oportunidad.
—La tendré.
Fergun miró a la puerta y suspiró.
—Será mejor que me vaya. No te haría ningún bien que me encontraran aquí contigo.
Fue hacia la puerta, la entreabrió e inspeccionó el pasillo. Solo se detuvo un instante para dedicar a Sonea una última sonrisa triste antes de salir. La puerta se cerró con un chasquido.
Sola de nuevo, Sonea se quedó sentada mirando la mesa, con las palabras del mago rondándole la mente. No veía ninguna razón para que Fergun le contara mentiras, pero iba a comprobar cada una de sus afirmaciones: el bloqueo de poderes, la tutela y su historia de sueños rotos. Haciendo preguntas a Rothen con cuidado, podía engañarlo para que confirmara gran parte de lo que había dicho Fergun.
Pero no sería aquella noche. Estaba demasiado nerviosa por la visita que había tenido, para lograr aparentar calma si regresaba Rothen. Se puso de pie, entró en su dormitorio y cerró la puerta.