Prólogo

Aguijoneado por el famoso criminólogo Alfonso Quiroz Cuarón, uno de los maestros de la falsificación de billetes, conocido en México como Enrico Sampietro, escribió en Lecumberri estas memorias estrujantes que por eso, por estrujantes, pueden leerse también como una novela en la que no hay ficción. Sampietro o Alfredo Héctor Donadieu, en realidad el nombre de su hermano, o tantos otros más con los que exhibió y ocultó su compleja personalidad.

Nada en la autobiografía de Sampietro está falsificado: es el fiel retrato de un delincuente, y está escrito con ímpetu singular, completamente lírico: era un hombre superdotado para el dibujo, sumamente delicado y sensible, pero ajeno a las letras, y con su prosa de primera intención transmite con electricidad el trance de una vida que se pasó entre huir de la policía o tratar de fugarse de las cárceles más siniestras del mundo.

Este es un libro que puede leerse asimismo como un relato de aventuras. Su autor es su propio personaje y la vida que nos cuenta es la suya. El nudo de la historia es la persecución, la lucha a muerte entre el bandido y la policía. Como en los thrillers modernos, los papeles se invierten: el bandido es el héroe, la policía empieza a ser odiada.

Está en estas páginas el inicio de Sampietro como falsificador de billetes en su natal Marsella (1900), a muy temprana edad. Desde entonces, la narración corre sin respiración hasta los días en que encontramos a Sampietro en México, en 1937, apoyado por el grupo cristero “La causa de la fe”. Los últimos capítulos del libro transcurren en nuestro país, donde se produce el encuentro entre dos maestros: Sampietro en el lado del hampa y Quiroz Cuarón dado a la tarea de organizar una oficina de prevención e investigación de falsificaciones en el Banco de México.

Será él quien lo instará a escribir estas memorias.

El periódico Atisbos las publicó por entregas a partir del 9 de agosto de 1951, cada martes, jueves y sábado. El orden de los 71 capítulos ha sido respetado aquí, con sus encabezados originales. Se agrega a la edición un epílogo, donde se recogen testimonios del doctor Quiroz Cuarón extraídos de los libros y publicaciones, como complemento enriquecedor de la historia.

Una historia de aventuras, pero una historia absolutamente real: mientras Sampietro nos pinta su vida sin intención justificatoria y asume su delincuencia como fatalidad que una y otra vez lo impulsa a reincidir, va apareciendo en el fondo del cuadro la brutalidad y la miseria del mundo policiaco.

En años recientes un delincuente español, quien comenzó falsificando calificaciones escolares, siguió con pasaportes y cédulas de identidad, llevó su habilidad a la alteración perfecta de todo tipo de tarjetas de crédito. Su método era, en principio, simple: recogía de los basureros de los grandes hoteles de Brasil el papel carbón de los bauchers, y tras compenetrarse con firmas y números, llevó vida de millonario, a la que volvería después de salir de la cárcel si aceptaba ser asesor de seguridad de las grandes firmas de credit cards.

Alfonso Quiroz Cuarón, que pugnó por el establecimiento de nuevos sistemas carcelarios y por la rehabilitación del delincuente, vio en el caso de Sampietro, el falsificador extraordinario, el drama de un artista que merecía mejor destino.

Armando Ponce