“Una sorprendente capacidad de eternidad”
“El tiempo es pendular: va y viene”, señala el escritor Paco Ignacio Taibo II para explicar una circunstancia de la historia: “Que una revolución al modelo del Che sea actualmente inviable, no quiere decir que no sea absolutamente necesaria”. Y es que, “en el México de hoy –con la degradación del modelo capitalista, la terrible corrupción vinculada al neoliberalismo y la peste de la guerra contra el narco–, el Che, por contraste, brilla”.
Arturo Rodríguez García
Su imagen es icónica de rebeldía desde hace 50 años, cuando fue ejecutado en Bolivia, donde quiso hacer la revolución. Su rostro se estampa en objetos y prendas, lo mismo en movimientos sociales contemporáneos –como la Primavera Árabe– que en la cultura pop. Y, como ocurre con muchos hombres-leyenda, hay polémicas vivas sobre sus acciones que abonan lo mismo a su inmortalidad que a la difusión de su presunta villanía.
Ernesto Guevara, también conocido como el Che, es el título de la biografía escrita hace 20 años por Paco Ignacio Taibo II que, traducida y publicada en más de 60 países, se relanza en México bajo el sello editorial Planeta. En entrevista sobre ambos aniversarios se le plantea:
–50 años después ¿sigue importando el Che?
–Un chorro. Es un referente que goza de una sorprendente capacidad de eternidad –responde coloquial.
Algunos personajes históricos reciben el premio de la memoria y la gloria. Otros, más o menos discutibles, son castigados con el olvido, considera Taibo. En el caso del Che, la gloria se relaciona con su igualitarismo y no tanto con una mercadotecnia guevarista.
“Cuando dicen ‘el Che Business’, es una broma. Son dos camisetas aquí y allá, ocho tazas de un alfarero local. Esto no es el marchandise Madonna ni de las figuras del rock. Es un fenómeno periférico, lateral, más próximo al tianguis mexicano que a la maquinaria de Walt Disney”, dice.
Pero, añade, incluso la iconografía primaria es saludable por su reverencia a lo revolucionario, incorruptible e igualitario: “Mucho mejor tener un póster del Che que una foto de Madonna con cara de boba”.
–¿Aun en tiempos de supremacía de los antivalores guevaristas?
–El tiempo es pendular, va y viene. Se mueve hacia la derecha, desciende, asciende… que la revolución al modelo Che sea inviable hoy en América Latina no quiere decir que no sea absolutamente necesaria.
“En el México de hoy dices: ¡ay güey! Yo digo ¡ay güey!, con las noticias diarias: la degradación del modelo capitalista, la corrupción vinculada al neoliberalismo es terrible, la peste de la guerra de Calderón, que no debió darse, es aterradora. Al contraste, el Che brilla.
“Cuando escribí el libro, los brillos más fuertes me los daba su manera de entender el socialismo, su vocación por la verdad, su igualitarismo encabronado, lo rudo del trato pero al mismo tiempo lo justo del trato. En ese sentido, es vigente.”
Para Taibo, la guerrilla hoy no es opción: en el México del narco se convertiría instantáneamente en paramilitarismo; un guevarista –considera–, diría que sí es opción y el Che, colocado en nuestro tiempo y sabida su capacidad de revisar sus conceptos, imposible saber qué diría.
Una provocación: las izquierdas influenciadas por el Che fracasaron. Taibo repone: las derechas también; la historia es pendular.
“El efecto pendular llevó al poder a Evo, Lula, Kirchner, Correa, al mejor momento de Chávez en Venezuela. Ahora hay un retroceso que volverá a generar un movimiento pendular. Y todo lo que ha producido el neoliberalismo en América Latina, volverá a repetir el fenómeno pendular, por ejemplo, con Macri en Argentina”.
Historia acabada
La historia del Che está terminada. En lo sustancial, según Taibo, no hay nuevas fuentes de información y, si acaso, quedan algunos testimonios y un diario pendientes de hacerse públicos. Sobre los aspectos que alguna vez fueron polémicos, enumera:
Los archivos estadunidenses se destrabaron; el conflicto interno entre los militares bolivianos es claro; los testimonios de los sobrevivientes de la guerrilla son abundantes y precisos; la infancia se recorrió; las historias del ministerio de Industria, del Banco de Comercio, han sido contadas… o sea, “creo que no hay posibilidad de que aparezcan nuevas fuentes que enriquezcan lo que ya sabemos”, afirma.
Grafómano, dice Taibo, el Che escribió diarios de todo. Falta conocer el de funcionario de Cuba, guardado por su viuda, Aleida March.
“Yo entiendo. El Che no tuvo pelos en la lengua, en sus diarios era hipercrítico. Debe haber duras críticas en torno a los muchos momentos de debate político fuerte que se dio entre 1959 y 1964”.
–¿Con Fidel?
–Esa teoría de que hubo agarrones con Fidel yo no la creo. Debe haber comentarios, había cosas en las que no estaban de acuerdo…
Taibo cree que esos diarios pueden tener diferencias con funcionarios que viven, pero confía que un día se publiquen. Quienes se oponen son Aleida March y el Centro de Estudios Che Guevara.
Como biógrafo, no está exento de críticas a pasajes de su libro; quizás el más sonoro sea por contradecir la versión oficial cubana que atribuye el asesinato del Che a la CIA. Taibo documentó que la orden fue dada por militares bolivianos y explica que una de las zonas oscuras es sobre lo que se dijo en la reunión en que se decidió matarlo, pero nunca se esclarecerá, porque los asistentes están muertos.
Los antiguevarismos también viven
Si la historia está agotada, lo que sí hay es polémica sobre el Che Guevara que continúa y arreciará con motivo de los 50 años de su muerte, anticipa Paco Ignacio.
“Básicamente se está dando en la red y la sostienen los antiguevaristas más furibundos, como Alvarito Vargas Llosa y un par de gringos que no merecen ser llamados periodistas, porque son chafas.”
Se refiere a la publicación de historias sobre San Carlos de la Cabaña, una fortaleza que devino prisión para militares y torturadores batistianos, a donde llegó el Che a principios de 1959. Las versiones lo acusan de matar a sangre fría y operar una mascarada de tribunal judicial.
“Son los viejos antiguevarismos virulentos que han sido reducidos a realidad. Hoy sabemos qué pasó, es muy poco discutible, pero sigue privando en estos materiales la calumnia y la distorsión.”
Una de esas historias es la de Ariel Lima Lago, de 16 años, que fue correo revolucionario, capturado y cambiado de bando, a quien supuestamente ejecutó el Che.
“La historia –investigada en datos, juicio, declaraciones– es que al joven lo capturaron, se pasó al enemigo y entregó a la red. Luego, participó en las torturas, como la de la responsable de la red del 26 de Julio Urbano (M-26-7) a quien metieron en un saco y patearon hasta morir, para luego arrojar su cuerpo al mar.
“El Che –asegura– era auditor de guerra en La Cabaña, cuando el caso pasó a juicio, pero no participó. Se limitó a revisar que hubo defensa y que todo fue conforme a los reglamentos de crímenes de guerra.
“Hay cuatro o cinco calumnias, algunas enloquecidas”, insiste.
El escritor añade que ahora “surgen debates muy raros” en los que se dice, por ejemplo, que el Che era machista, sin considerar que se trataba de un hombre de los años 50 y a quien no obstante se le puede notar el igualitarismo, por ejemplo, al dar la orden, en una fábrica textil siendo ministro de Industria, para que hombres y mujeres ganaran igual.
“Otra: el Che perseguía homosexuales. No persiguió nada. Pero el principio de todos diferentes-todos iguales es un descubrimiento que la sociedad va asumiendo paulatinamente. No sé… juzgar a alguien con las medidas de otro tiempo… es como juzgar a Ricardo Corazón de León con las medidas de un juez de Toluca
contemporáneo”.
¿Error en Ñancahuazú?
A lo largo de cinco décadas la “Guerrilla de Ñancahuazú”, o del Che en Bolivia, ha sido motivo de debate. La conclusión, más o menos frecuente, es que ir a ese país y a la región donde se instaló, fue un error estratégico.
Para Paco Ignacio, el análisis es otro: el Che sabía que debían crearse “muchos Vietnams” y, desde el triunfo de la Revolución Cubana, tenía claro que se iría de Cuba. Al regresar de la derrota africana quería montar una operación latinoamericana con el objetivo de crear un foco militante y lógica de escuela que influyera en Argentina, Perú y Bolivia.
Según Taibo, Bolivia era el lugar más peligroso porque no hay salida al mar. Podía depositar mayores esperanzas en Perú o Argentina, pero ahí, el cambio de regímenes civiles y militares, dificultaba la confrontación –que se daría años más tarde– contra las dictaduras.
De tres lugares posibles dentro de Bolivia, el Che eligió el más aislado, al sureste, en los márgenes del río Ñancahuazú, aunque su mejor oportunidad era con los movimientos mineros distantes de ese lugar.
Necesitaba tiempo para construir redes. Tenía una relación conflictiva con el Partido Comunista de Bolivia y con su dirigente, Mario Monje. Con todo, los combates se precipitaron y ganó siete. Empero, carecía de base social, no pudo reclutar ni un campesino.
“Si sigues el proceso equivalente en la Revolución Cubana, en la primera fase, ganan dos combates menores y multiplican su número de combatientes entre gente llegada del M-26-7 y el reclutamiento de cientos de campesinos. En Bolivia, nada”, compara Taibo.
Luego se acumularon adversidades:
Las comunicaciones con Cuba y con su núcleo en la Paz se rompieron y fueron detenidos algunos combatientes. Luego, la columna guerrillera se dividió en dos, se perdieron y se dedicaron a buscarse, lo que permitió al ejército boliviano reorganizarse, recibiendo a asesores estadunidenses y refuerzos de distintas armas.
Así, cuando la guerrilla madre –dice Taibo– avanzó para romper el cerco, la segunda guerrilla ya había sido destruida, sin posibilidad de recuperar combatientes.
“Si hubiera roto el cerco –con las victorias que había tenido– y conectado con el movimiento minero y sus millares de combatientes dispuestos... ¡Ah! Tomas perspectiva y dices: fue un error ir a Bolivia. Bueno, ¿y no sería un error más grande tratar de invadir Cuba con 83 combatientes y la marina batistiana advertida? Y sin embargo salió bien.
“Si analizas la Revolución Cubana con los mismos parámetros, dirías: el combate de La Plata es un milagro; si no hubiera sido por la red de Celia (Sánchez, quien organizó la base social campesina) en la (Sierra) Maestra, se hubieran muerto de hambre al desembarco del Granma. ”
La marca del Che
A pregunta expresa, Paco Ignacio admite que la figura del Che pudo ser usada por el gobierno cubano en momentos clave. Se le menciona el traslado de los restos en medio del llamado “periodo especial” (crisis iniciada tras el colapso soviético) y él repone que había una relevancia pues, de no llevar los restos del Che a Santa Clara, habría decepción colectiva.
“En Santa Clara lo adoran y no es inducido. Sí es cuando en la educación los pioneritos dicen ‘seremos como el Che’. Eso sí está trabajado, forma parte de la construcción de un pensamiento nacional que entronca con el marxismo y reivindica a José Martí, Antonio Maceo y al Che, como elementos de identidad no marxista, en el sentido estricto (fuera o no marxista el Che, como él dijo que era).”
–¿A qué atribuye esta generación del fenómeno carismático en el Che que no tuvo Fidel? ¿A la vida, a la muerte, a ambas?
–Fidel tuvo algo terrible: tantos años de poder que desgastan. El Che se escapó del poder tan rápido como pudo. Hay más: sus años en el poder fortalecen la imagen de rebelde: es el cuate que llegó al comedor de una fábrica siendo ministro, se dio cuenta de que le estaban sirviendo un plato diferente al de los obreros y despidió al administrador.
“O sea, el Che era el Che… este igualitarismo (esperar hasta por calcetines por libreta), irreverencia (andar con las botas mal anudadas), condición de rebelde permanente, consistencia entre el hacer y el decir, construye fácilmente una figura entrañable. Yo traté de distanciarme, porque si no me distanciaba me comía el personaje… Y sin embargo, no pude, el Che terminó cautivándome”.
–Pero, ¿no lo cautivaba desde los sesenta?
–Ahí sí, pero era más fácil porque no lo conocía. En los sesenta el Che era la figura generacional y se decía, sabiendo que estaba muerto, estamos con el Che donde quiera que esté, frase repetida desde que desapareció. ¡Muy potente! –exclama Taibo, que ha revisado su propia obra sobre el Che en tres ocasiones y que, afirma, oyó por primera vez su voz a los ocho años, en el transmisor de un barco en La Habana, mientras se desarrollaba la batalla de Santa Clara.
Cuenta que vio llorar a Manuel Manresa, quien fue secretario del Che. El hombre pensaba que habría sido mejor ir a morir en Bolivia que quedarse. Asegura que la gente tocada por el Che es “fascinante”: Víctor Dreke, el negro que lo acompañó a África, igual que Emilio Aragonés y Fernández Melo, o bien, Enrique Oltuski.
“La sensación que te da es que los que tocaron al Che quedaron como con la Z del Zorro marcada en la frente. No son panegiristas, no se sueltan con el elogio fácil. Cuando la conversación se enriquece, dicen que era jodidísimo (por ejemplo, Oltuski una vez estuvo tres días produciendo un documento, sin dormir, y cuando lo entregó se lo arrebató de la mano. “Ni una palmada me dio el hijo de la gran puta”, le contó).
“Porque el Che era muy duro en las relaciones con sus compañeros y sin embargo están marcados, y yo… supongo que yo quedé también marcado por el Che.”