El mismo sueño revolucionario

De las dos mujeres que estuvieron junto al Che en la zona de combate, sólo una sobrevivió a la liquidación de la guerrilla. Loyola Guzmán se libró de las balas del ejército en el monte, pero en la ciudad de La Paz fue capturada y torturada. Medio siglo después rememora su encuentro con el Che y ese crítico tiempo abarrotado de riesgos, pero también de esperanzas.

Jean Paul Guzmán

LA PAZ.- En 1993 Loyola Guzmán se reencontró con el universo que 26 años antes la deslumbró para siempre. Sus botas volvieron a pisar senderos archivados en su memoria y su corazón se agitó tanto como cuando estaba a punto de ingresar al campamento guerrillero de Ñancahuazú. Había vuelto al lugar donde el 26 de enero de 1967 conoció al Che, con quien compartió un café, varios planes para el apoyo urbano a la guerrilla y el mismo sueño revolucionario.­

“Recordé a todos los compañeros que participaron en la reunión, imaginé verlos sentados en grandes rocas y a la orilla del río, decididos a lograr un objetivo: cambiar la sociedad que teníamos por otra con justicia social, libertad, sin discriminación. En ese momento queríamos ser parte de una revolución socialista”, relata a Proceso.

Loyola retornó al primer campamento del Che en Bolivia para participar en una película sobre el diario del guerrillero, dirigida por el cineasta suizo Richard Dindo.

“(La zona) me pareció con menos vegetación y pocos árboles”, rememora. Pero en el ambiente existía algo más que una naturaleza transformada: allí llovían los recuerdos del día en el que a las 12 en punto saludó a Ernesto Guevara de la Serna.

De Rea Rea a Ñancahuazú

Loyola Guzmán Lara nació el 29 de julio de 1942 en Rea Rea, un pequeño pueblo del departamento de La Paz. Allí permaneció poco tiempo, ya que su familia se trasladó a la ciudad de Oruro. Estudió la primaria en la escuela María Quiroz, de la que pasó al Liceo Oruro y luego al Colegio Franz Tamayo, para completar la secundaria.

Aún como colegiala, mientras escudriñaba en los libros la conflictiva historia del país e intentaba dominar los artificios de las matemáticas, tomó una de las decisiones más importantes de su vida: convertirse en militante de la Juventud Comunista de Bolivia (JCB), uno de los pilares del Partido Comunista de Bolivia (PCB).

“En mi familia había mucha sensibilidad social. Mi hermano René, fallecido, fue desde muy joven militante del Movimiento Nacionalista Revolucionario y estuvo preso por su militancia. Mi padre, Vicente Guzmán Mosqueira, simpatizaba con el Partido de Izquierda Revolucionaria y posteriormente colaboró con el PCB, apoyado por mi madre, Teresa Lara Salvatierra.

“Mi maestra de los seis cursos de primaria fue Carola Rojas de Íñiguez, militante y dirigente del PCB, una mujer muy inteligente que influyó en la formación política de sus alumnas y personalmente en mí”, recuerda.

En enero de 1967, cuando Loyola tenía 24 años, la presencia del Che en Bolivia era una sospecha fundada para los servicios de inteligencia de Estados Unidos y sus pares bolivianos, y una realidad tangible para Fidel Castro y los más altos dirigentes del PCB.

Mario Monje, el principal dirigente comunista boliviano, se había reunido con el Che el 31 de diciembre de 1966 en Ñancahuazú, sin comprometer un pleno respaldo y, más bien, dejando la sensación de hallarse incómodo con el foco guerrillero. Muy diferente fue la actitud de otros dirigentes y militantes comunistas que decidieron apoyar a la guerrilla en las trincheras y las ciudades.

De este último grupo formó parte Loyola Guzmán, quien para entonces tenía más de 10 años de militancia y formaba parte del Comité Nacional de la JCB. Compartían también la fe en el proyecto guerrillero los hermanos Guido y Roberto Peredo Leigue (Inti y Coco) y otros militantes comunistas.

El 17 de enero de 1967, cuando se cumplía el 17 aniversario de la fundación del PCB, Loyola se reunió en La Paz con Coco Peredo, quien le instruyó viajar a finales de enero a Camiri para participar en una reunión. “Ignoraba que el Che Guevara estaba en Bolivia y por tanto no sabía que me reuniría con él”, comenta.

Loyola abandonó sus estudios de literatura en la Universidad Mayor de San Andrés y partió seis días después del aniversario partidario hacia Camiri, ciudad próxima a la zona de operaciones de la guerrilla.

Coco Peredo fue a su encuentro para darle una nueva instrucción: reunirse a las 24:00 de ese 24 de enero con el fin de partir hacia la localidad de Lagunillas y de ahí a Ñancahuazú. El viaje se realizó con las máximas precauciones, y sólo cuando estuvieron muy cerca a su destino, Coco Peredo le reveló a Loyola que se encontrarían con el Che.

La “gorra Lenin”

El 26 de enero de 1967 Loyola Guzmán conoció al Che al llegar al campamento guerrillero. Guevara vestía ropa de combate, calzaba botas, tenía el cabello crecido, bigote y barba ralas y una gorra de plato, típica de los oficiales rusos, la WW2 M41, más conocida simplemente como la “gorra Lenin”.

“Cuando llegamos lo vi en una orilla del río y me causó alegría. Había visto muchas fotos suyas y lo reconocí de inmediato. Tenía su cabello y barba, yo no sabía que había cambiado su aspecto para venir a Bolivia. Lo único diferente era que, en lugar de la clásica boina, llevaba una gorra como la que usaba Lenin”, dice Loyola.

Por su parte, el Che escribió ese día en su diario sobre Loyola: “Es muy joven y suave, pero se le nota una cabal determinación”.

Loyola relata que ambos tuvieron una reunión privada en la que conversaron sobre las vacilaciones de Monje y la actitud de los militantes comunistas que “por decisión propia y sin el partido” decidieron incorporarse a la guerrilla. “Luego tuvimos una reunión colectiva donde (el Che) explicó los objetivos de la lucha”.

“En el tiempo que permanecí en el campamento y durante la reunión, el comandante Guevara no demostró su autoridad dando órdenes ni nada que lo hiciera diferente de los demás compañeros. No lo vi superior, ni levantar la voz. Explicaba tranquilamente y escuchaba. Coco Peredo, al regresar a la casa de calamina, me dijo que el comandante escuchaba atentamente cuando se le hablaba y se le planteaba algo. Estuvo todo el tiempo con el grupo, sentado en el suelo como todos. Recuerdo que cuando comimos, un compañero trajo el café y le sirvieron al comandante. Él dijo: ‘Me sirven primero no porque sea el jefe, sino porque me gusta amargo y luego lo endulzan para los demás compañeros’.”

Poco después, el Che entregó a Loyola las instrucciones para la red urbana de apoyo a la guerrilla. “Eran varias páginas que estaban escritas a máquina. Tenía que entregarlas en La Paz. Me dijo además que debían comunicarse con El Pelado (Ciro Roberto Bustos) y El Francés (Regis Debray) para que vengan a Bolivia. Además me dieron dos radios que estaban mal para que los arreglaran en La Paz. Cumplí con todo lo que se me dijo”.

Loyola se despidió del Che aproximadamente a las 19:00 horas, para salir al día siguiente del campamento guerrillero.

El salto desde la ventana

Apenas llegó a La Paz, Loyola Guzmán ejecutó durante ocho meses las tareas encomendadas por el Che, hasta que fue apresada.

“En septiembre, cuando retornaba a mi casa para hacer una maleta y viajar a Cochabamba, fui detenida en la avenida Busch esquina Guatemala por dos personas. Después supe que uno de ellos era el entonces mayor de la policía Roberto Quintanilla (jefe de los servicios de inteligencia del Ministerio del Interior), acompañado de otro agente.”

El calvario había comenzado.

“Fui trasladada al Ministerio de Gobierno (Interior) donde fui interrogada por Quintanilla y por el agente de la CIA, el cubano García García. Me mostraron la foto donde estaba con Coco, Inti Peredo, Ricardo y Antonio y fue imposible negar que era parte del movimiento guerrillero. Ignoro por qué razón no me mostraron la foto (en la que aparezco) con Ernesto Che Guevara.”

En la cárcel esta mujer “joven y suave” se enteró de la ejecución del Che Guevara por una imagen que se le clavó en el corazón:

“En octubre, aunque estaba en la cárcel de Obrajes (ubicada en La Paz), no podía escuchar noticias por radio ni leer periódicos. Una mujer detenida por delitos comunes dejó el periódico Presencia en el baño y allí vi la foto del compañero Ernesto Che Guevara y no tuve ninguna duda. Sentí un gran dolor, pero no podía manifestarlo porque se suponía que yo ignoraba esa noticia.”

Loyola Guzmán fue torturada para identificar a los integrantes del Ejército de Liberación Nacional (ELN), la organización que se creó el 23 de marzo de 1967, día del primer combate de la guerrilla comandada por el Che con el ejército boliviano.

“Perdí la noción del tiempo ya que estaba permanentemente con luz eléctrica. Apresaron a mi padre, y toda mi familia estaba detenida en la casa, con agentes que estaban vigilando las 24 horas del día.”

La presión llegó al extremo de llevar hasta el Ministerio de Gobierno al padre de Loyola, “que estaba demacrado y cansado, (y estuvo) preso varios días, sin tener ninguna participación en la guerrilla.

“Hasta ese momento yo había admitido cosas que ya sabían, pero ignoraba si podría aguantar si mantenían detenida a mi familia. Era mucha la tortura psicológica y por ello decidí saltar por una ventana para poner fin al interrogatorio. Y así fue.”

Loyola se arrojó desde un segundo piso, donde era torturada. Se salvó milagrosamente.

“Desperté creo después de un día, en una clínica. Recibí la visita de dirigentes universitarios y un sacerdote católico. Luego me interrogó un fiscal y posteriormente me trasladaron a la cárcel de mujeres ubicada en la zona de Obrajes, donde permanecí hasta julio de 1970, con un juicio que no avanzaba.”

La libertad y los recuerdos

Liquidada la guerrilla guevarista, el ELN intentó gestar en julio de 1970 un nuevo brote foquista en la región de Teoponte, departamento de La Paz, que fue exterminado inmediatamente.

En el inicio de esa fugaz guerrilla, dos ingenieros alemanes que habían sido capturados fueron canjeados por 10 presos del ELN. Uno de ellos era Loyola Guzmán, quien salió en libertad hacia Chile.

Posteriormente retornó a Bolivia y fue apresada por la dictadura militar del general Hugo Bánzer. Estuvo detenida hasta octubre de 1974 y de ahí hasta 1978 permaneció con libertad vigilada. Tras el golpe del general Luis García Meza, en julio de 1980, salió al exilio y retornó al país al restablecerse el sistema democrático en 1982. Desde su fundación y hasta 2009 lideró la Asociación de Familiares de Detenidos-Desaparecidos y Mártires por la Liberación Nacional en Bolivia.

Hoy, a sus 75 años, Loyola Guzmán valora con equilibrio el tiempo que le tocó vivir y enumera algunos factores que provocaron la derrota de la guerrilla de Ñancahuazú:

“El descubrimiento del grupo guerrillero muy temprano; la división de la columna guerrillera, ya que la retaguardia no pudo reunirse con la vanguardia y el centro; la detención de Regis Debray y Ciro Bustos, que tenían que cumplir tareas de apoyo tanto para la columna guerrillera como con la movilización y solidaridad internacional; la ausencia de Tania (Hay­dée Tamara Bunke Bider) y de Iván (Renán Montero) en la ciudad, que eran dos pilares de la red urbana; la debilidad de la red urbana, que empezaba a formarse cuando comenzaron los enfrentamientos; la falta de contacto entre la ciudad y la columna guerrillera, que impidió fortalecerla con otros compañeros y vituallas.”

Pero más allá de la valoración de un tiempo político intenso y doloroso para sus protagonistas, los recuerdos del campamento guerrillero conviven con Loyola, y al rememorarlos siente el mismo estremecimiento que estalló en ella el día que se despidió del Che y de sus compañeros de partido.

“Cuando me despedí sentí que dejaba a compañeros muy valiosos y queridos; algunos de ellos, como Aniceto (Reynaga) y Antonio (Domínguez), eran como mis hermanos. Sentí tristeza por ello, pero al mismo tiempo iba segura de que se llevaría a la práctica la lucha que, no de inmediato sino en varios años, nos llevaría a triunfar y a construir una nueva sociedad. Naturalmente, como todos ellos yo también creía en la victoria.”

Y con la misma apacibilidad de mujer “suave y determinada”, como la describió el Che, Loyola recibe la última pregunta de Proceso. Si fuera capaz de girar el reloj del tiempo hacia atrás y volver al 26 de enero de 1967, ¿le pediría al Che integrarse a la guerrilla en el monte como una combatiente más o volvería a acatar la orden de organizar el apoyo urbano?

“El compañero Ernesto Che Guevara me preguntó si quería quedarme en el monte. Le respondí que sí, pero él me dijo que Tania, yo y otras compañeras mujeres, por el momento debíamos quedarnos en la ciudad, donde teníamos que cumplir tareas concretas y que en el momento en que hubiéramos sido identificadas por los servicios de inteligencia, nos incorporaríamos a la guerrilla.”

El plan del Che no se cumplió. Tania fue acribillada el 31 de agosto de 1967 en Vado de Yeso y su cadáver fue encontrado días después. Loyola fue torturada hasta el límite mismo de la muerte, a la que eludió para reafirmar medio siglo después que nada logró apagar en ella los ideales que fundó en su época de escolar en Oruro.