En la mira de la CIA

Emilio Godoy

El gobierno de Estados Unidos vigiló los pasos de Ernesto Che Guevara en Bolivia y controló a trasmano el exterminio del grupo guerrillero que éste encabezaba

Un legajo de al menos 44 documentos oficiales da cuenta del seguimiento al que fue sometido Guevara, a quien Washington había detectado desde su estancia en Guatemala, donde trató de formar un foco de resistencia contra el golpe de Estado patrocinado por Estados Unidos que derrocó al presidente Jacobo Arbenz en 1954. Su expediente se convertiría en uno de los más voluminosos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Y aun ahora, el gobierno de Estados Unidos mantiene reservados muchos documentos sobre el Che y su paso por Bolivia.

Despachos diplomáticos, memorandos e informes de inteligencia desclasificados del Departamento de Estado y de la CIA, la mayoría recopilados en el libro ¿Quién mató al Che? Cómo la CIA logró salir impune del asesinato (2011), escrito por Michael Ratner y Michael Steven Smith, describen cómo Estados Unidos se mantuvo al tanto de los acontecimientos en Bolivia, adonde arribaron los primeros combatientes cubanos para montar el campamento guerrillero en marzo de 1966 en las márgenes del río Ñancahuazú, en el sur del país.

El 4 de noviembre de ese año, Guevara llegó a Bolivia, proveniente de Uruguay, enmascarado como el empresario Adolfo Mena González: afeitado, con anteojos y traje. Durante cuatro meses, el Ejército de Liberación Nacional se entrenó en las montañas, en medio de las sospechas de la CIA sobre esos preparativos.

El informe OO-K-323/06978-6 de la CIA, del 23 de abril de 1966, asegura que el Che viajó a Bolivia. Con el título Grupo revolucionario se dirige supuestamente a Bolivia, de una página de extensión, el documento advierte que “90 revolucionarios entrenados por cubanos partirán hacia Bolivia. Han sido sometidos a un entrenamiento intensivo en guerra de guerrillas y en costumbres culturales bolivianas. La mayoría del grupo son cubanos”.

Primer informe “creíble”

Pero el sino de la insurgencia empezó a complicarse el 16 de marzo, luego de que los combatientes Vicente Rocabado y Pastor Barrera desertaran y cayeran en manos del ejército boliviano. Ambos proveyeron de información sobre la guerrilla y su ubicación. Esa detención hizo que Washington detectara que estaba germinando una amenaza para sus intereses hemisféricos.

Un telegrama del embajador en Bolivia, Douglas Henderson, a Washington, el 17 de marzo de 1967, relata una reunión con el segundo jefe de misión, un agregado militar, el presidente René Barrientos y tres altos mandos militares bolivianos. El despacho diplomático indica que dos guerrilleros fueron interrogados luego de ser capturados y afirmaron que el Che era su líder, aunque nunca lo habían visto.

“Barrientos y sus principales jefes militares parecen estar dispuestos a admitir que hubo algún tipo de preparativos guerrilleros en el área. Solicitaron equipos de comunicaciones y radiolocalización para interceptar las transmisiones guerrilleras”, cita el documento: “Se reporta guerra de guerrillas en Bolivia”.

Henderson aclaró al Departamento de Estado que tomaba la información “con ciertas reservas”.

Días después, la pesadilla imaginada por Barrientos se volvía más real, pues el 23 de marzo de 1967 se registró en Ñancahuazú la primera incursión armada contra una columna del ejército, que derivó en la muerte de siete soldados y en varios capturados.

El telegrama 2381 de la embajada en La Paz del 24 de marzo informa de un encuentro durante ese día entre Barrientos y el jefe adjunto de la legación estadunidense y a quien le aseguró que la situación con la guerrilla estaba “peor” y que creía que ésta era “parte de un movimiento subversivo más amplio, dirigido por cubanos y otros extranjeros”.

El general habló de “una preocupación creciente” y comentó que sus tropas “estaban verdes y mal pertrechadas”, por lo cual insistió con el envío de ayuda militar.

Estados Unidos amasaba más y más indicios sobre el accionar de Guevara en suelo andino. El cable de la CIA TDCS 314/06486-67 del 10 de mayo de 1967 indica que el Che “había venido (a Bolivia) con el fin de comenzar movimiento guerrillero que se debe extender a otras partes de América Latina”.

Un memorando de Walt Whitman Rostow, asesor en asuntos de América Latina, dirigido al presidente estadunidense Lyndon Johnson, el 11 de mayo de 1967, etiquetado como “Primer Informe creíble de que el Che está vivo y operando en Bolivia”, señala la necesidad de más evidencias “antes de concluir que Guevara está operando”.

En otro memo a Johnson, fechado el 23 de junio de 1967, Rostow le comunica que Guevara se encuentra en Bolivia, donde la situación política es frágil y cuyo ejército es débil. El documento indica que el grupo está compuesto por entre 50 y 60 efectivos, descubiertos en la etapa preparatoria antes de lanzarse a una ofensiva abierta. “Los guerrilleros fueron descubiertos tempranamente antes de consolidarse y de tomar la ofensiva”, sin representar “una amenaza inmediata”.

Entre marzo y junio se registraron al menos siete combates entre militares e insurgentes, con unas 28 bajas gubernamentales y unos tres guerrilleros muertos.

“Cazadores-asesinos”

Un memo de William C. Bowdler, miembro del Consejo Nacional de Seguridad, del 29 de junio de 1967, dirigido a Johnson y Rostow, describe una conversación con el embajador boliviano en Washington, Julio Sanjinés-Goytia, quien le pidió ayuda para formar un equipo de “cazadores-asesinos” para acabar con la guerrilla.

El diplomático dijo que esa idea “no era suya, sino que provenía de amigos suyos de la CIA”.

Entre marzo y octubre de 1967, altos mandos militares de Estados Unidos visitaron Bolivia. En abril, William Tope, brigadier de la fuerza aérea, llegó para examinar la situación de los rebeldes y la ayuda demandada.

El plan tomó forma en el “Memorando de entendimiento concerniente a la activación, organización y entrenamiento del 2º. Batallón Ranger del ejército boliviano”, suscrito el 28 de abril y por el cual militares estadunidenses y agentes de la CIA entrenarían y equiparían a un grupo boliviano para exterminar a la guerrilla.

El 8 de mayo de ese año llegaron 16 boinas verdes a entrenar al Segundo Batallón, a quienes se sumaron en agosto dos agentes de la CIA de origen cubano: Gustavo Villoldo, alias Eduardo González, y Félix Rodríguez. Ambos habían participado en la fallida invasión a Cuba en 1961 para revertir la revolución comandada por Fidel Castro, de quien Rodríguez se convirtió en uno de sus mayores enemigos. El entrenamiento duró hasta el 19 de septiembre.

La CIA había montado un engranaje de inteligencia en La Paz, pues el ministro de Interior, Antonio Arguedas, figuraba en su nómina y el agente Edward Fox era “agregado militar” en la embajada.

Así fue como se puso en marcha la Operación Cynthia, materializada en el despliegue de unos 800 efectivos para acabar con los rebeldes.

La guerrilla acumuló reveses que alcanzaron su cénit el 8 octubre de 1967, cuando los 17 sobrevivientes de la guerrilla se trenzaron a balazos con los militares en la quebrada del Yuro. Guevara fue herido en una pierna y trasladado, junto con los guerrilleros Simón Cuba y Aniceto Reynaga a una escuela en La Higuera.

A partir de ese momento, se suceden comunicaciones contradictorias entre Estados Unidos y Bolivia sobre el destino del Che. El 9 de octubre Henderson envía un telegrama al Departamento de Estado en el que informa de la captura de Guevara y su custodia a cargo de los bolivianos. En esa misma fecha, Rostow envía un memo a Johnson en el que le dice que Barrientos comunicó a la prensa que Guevara ya estaba muerto, lo que aún no había sucedido, pero indicaba que esa decisión ya estaba tomada. El plan era fingir que el Che había muerto durante la refriega.

En otro memo del día 11, Rostow le informa al presidente que el Che estaba muerto, ejecución ordenada por el general Alfredo Ovando, jefe de las fuerzas armadas bolivianas. “Considero esto como estúpido, pero es comprensible desde el punto de vista boliviano”, afirma el funcionario, quien luego detalla que “marca la muerte de otro revolucionario agresivo y romántico” y que tendrá “un fuerte impacto” para desalentar guerrillas en América Latina.