Ernesto Guevara de la Serna fue asesinado el 9 de octubre de 1967 en el caserío de La Higuera, Bolivia. Su cadáver fue expuesto un día después en el lavadero del hospital Señor de Malta, en el poblado de Vallegrande, con el propósito de hacer patente su derrota y desalentar los brotes de insurrección en el continente. Sucedió lo contrario: durante las siguientes dos décadas miles de jóvenes de campos y ciudades de América Latina abrazaron el ejemplo del Che e hicieron suyo el sueño revolucionario.

En contraste con las clases políticas cínicas y corruptas que pululan en la región, la figura del Che Guevara mantiene su vigencia debido a los valores que encarna: el espíritu de rebeldía, el desprecio por lo material, la congruencia sin fisuras, el heroísmo sin frenos. Ni el triunfo del capitalismo neoliberal ni el naufragio de las revoluciones armadas hicieron mella en el mito del guerrillero. Su vida y su muerte –épica y tragedia entrelazadas– alientan la necesaria utopía y recuerdan al mundo uno de sus pendientes: la justicia social.

A 50 años de la muerte del Che, Proceso ofrece en esta edición especial historias fascinantes en torno a su asesinato, la desaparición de su cadáver y el posterior rescate de sus restos; asimismo recoge testimonios y reflexiones de quienes, de una u otra manera, conocieron al hombre “de carne y hueso” y escudriñaron en su mito: familiares, biógrafos, verdugos y sobrevivientes de su guerrilla en Bolivia.