NOTA DEL AUTOR

Mi primer libro con la editorial Scribner fue Un saco de huesos, que se publicó en 1998. Deseoso de agradar a mis nuevos socios, salí de gira para presentar la novela. En una de las sesiones de autógrafos, un tipo me preguntó: «Oiga, ¿alguna idea de qué pasó con el chico de El resplandor?».

Ésa era una pregunta que yo mismo me había hecho a menudo, junto con otra: «¿Qué le habría ocurrido al atribulado padre de Danny si hubiera acudido a Alcohólicos Anónimos en vez de intentar arreglárselas con lo que la gente de AA llama “la sobriedad de los nudillos blancos”?».

Como había sucedido con La cúpula y con 22/11/63, esa idea nunca llegó a abandonarme. De vez en cuando —mientras me daba una ducha, veía la tele o conducía por la autopista— me sorprendía calculando la edad de Danny Torrance y preguntándome dónde estaría. Y no me olvidaba de su madre, otro ser humano bueno en esencia arrastrado por la estela de destrucción de Jack Torrance. Wendy y Danny eran, en la jerga actual, codependientes, personas unidas por los lazos de amor y la responsabilidad hacia un miembro de la familia con alguna adicción. En algún momento del año 2009, uno de mis amigos alcohólicos en recuperación me contó un chistecillo que decía más o menos así: «Cuando un codependiente se ahoga, la vida de otra persona pasa ante sus ojos». Me pareció demasiado cierto para ser gracioso, y creo que fue en ese momento cuando Doctor Sueño se hizo inevitable. Tenía que saber.

¿Abordé el libro con temor? No te quepa duda. El resplandor es una de esas novelas que la gente siempre menciona (junto con Salem’s Lot, Cementerio de animales y Eso) cuando habla de cuál de mis libros les hizo cagarse de miedo. Además, claro, está la película de Stanley Kubrick, que muchos parecen recordar —por razones que nunca he llegado a comprender del todo— como una de las más terroríficas que hayan visto jamás. (Si has visto la película pero no has leído la novela, deberías tener en cuenta que Doctor Sueño es la continuación de la novela que narra, en mi opinión, la Verdadera Historia de la familia Torrance).

Me gusta pensar que sigo siendo bastante bueno en lo que hago, pero nada puede equipararse al recuerdo de un buen susto, y quiero decir nada, especialmente si quien se lo ha llevado es una persona joven e impresionable. Ha habido al menos una secuela brillante de Psicosis de Alfred Hitchcock (Psicosis IV, de Mick Garris, con Anthony Perkins repitiendo el papel de Norman Bates), pero los que hayan visto esa —o cualquiera de las otras— se limitarán a sacudir la cabeza y a decir: No, no, no es tan buena. Se acuerdan de la primera vez que sufrieron por Janet Leigh, y ningún remake ni secuela podrá igualar el momento en que se descorre la cortina y el cuchillo empieza a hacer su trabajo.

Y la gente cambia. El hombre que ha escrito Doctor Sueño es muy distinto del bienintencionado alcohólico que escribió El resplandor, pero ambos conservan su interés por lo mismo: contar una historia acojonante. Disfruté al reencontrarme con Danny Torrance y seguir sus aventuras. Espero que tú también. Si ése es el caso, Lector Constante, vamos bien.

Antes de dejarte, permíteme que exprese mi agradecimiento a las personas que lo merecen, ¿de acuerdo?

Nan Graham corrigió el libro. Rigurosamente. Gracias, Nan.

Chuck Verrill, mi agente, vendió el libro. Eso es importante, pero también contestó a todas mis llamadas de teléfono y me dio jarabe balsámico. Esas cosas son indispensables.

Russ Dorr hizo el trabajo de investigación, pero de los errores cúlpame a mí por haberlo entendido mal. Es un excelente auxiliar médico y un monstruo nórdico de inspiración y jovialidad.

Chris Lotts me facilitó las expresiones en italiano cuando las necesité. Eh, Chris.

Rocky Wood fue a quien recurrí para todo lo relacionado con El resplandor, y me proporcionó nombres y fechas que yo había olvidado o que directamente tenía equivocados. También me proporcionó toneladas de información sobre cada autocaravana y vehículo recreativo bajo el sol (el más chulo era el EarthCruiser de Rose). La Roca conoce mi obra mejor que yo. Búscalo en internet. Verás que es muy activo.

Mi hijo Owen leyó el libro y sugirió valiosas modificaciones. La principal fue su insistencia en que viéramos a Dan tocar lo que los alcohólicos recuperados llaman «el fondo».

Mi mujer también leyó Doctor Sueño y ayudó a mejorarlo. Te quiero, Tabitha.

Y gracias también a vosotros, chicos y chicas, que leéis mis historias. Que tengáis largos días y placenteras noches.

Permíteme que cierre con unas palabras de advertencia: cuando circules por las autopistas y carreteras de América, ten cuidado con las Winnebago y las Bounder.

Nunca sabes quién puede viajar dentro. O qué.

Bangor, Maine