El breve diálogo que se transcribe a continuación se considera parte de un manuscrito original llamado «El Fragmento Welbeck», atribuido a Siona Atreides, los Interlocutores son la propia Siona y su padre, que fue (según afirman todas las crónicas), edecán de Leto II y mayordomo de palacio. Está fechado en la época en que Siona, sin haber cumplido aún los veinte años, recibe la visita de su padre en sus aposentos de la Escuela de Habladoras Pez en la Ciudad Sagrada de Onn, una de las mayores poblaciones del planeta conocido actualmente con el nombre de Rakis. Conforme a los documentos de identificación del manuscrito, Moneo visitó a su hija en secreto para advertirla de que su vida corría peligro.
SIONA: ¿Cómo has podido sobrevivir con él tanto tiempo, padre? Mata a cuantos le rodean. Todo el mundo lo sabe.
MONEO: Estás equivocada. Él no mata a nadie.
SIONA: No es preciso que mientas.
MONEO: No miento. Es la verdad. Él no mata a nadie.
SIONA: ¿Entonces cómo explicas las muertes que todos conocemos?
MONEO: Es el Gusano el que mata. El Gusano de Dios. Leto vive en el seno de Dios pero no mata a nadie.
SIONA: ¿Cómo es, pues, que tú sobrevives?
MONEO: Yo sé reconocer al Gusano. Lo distingo en su rostro y en sus movimientos. Conozco cuando se aproxima Shai-Hulud.
SIONA: ¡Él no es Shai-Hulud!
MONEO: Bien, así es como llamaban al Gusano los Fremen en su tiempo.
SIONA: Lo sé. Lo he leído en los libros. Pero él no es el Dios del desierto.
MONEO: ¡Calla, insensata! Tú no sabes nada de esas cosas.
SIONA: Sé que eres un cobarde.
MONEO: Qué poco me conoces. Tú nunca has estado donde yo he estado ni tampoco has visto lo que yo he visto en sus ojos y en el movimiento de sus manos.
SIONA: ¿Y qué haces cuando el Gusano se aproxima?
MONEO: Me retiro.
SIONA: Gran prudencia. Que sepamos con seguridad, ha dado muerte a nueve Duncan Idahos.
MONEO: ¡Te digo que él no mata a nadie!
SIONA: ¿Cuál es la diferencia? Leto o Gusano, ahora forman un único cuerpo.
MONEO: Pero son dos seres distintos: Leto el Emperador y El Gusano que es Dios.
SIONA: ¡Estás loco!
MONEO: Quizás. Pero yo sirvo a Dios.