22:41 h.
He intentado comunicarme con la casa ante la cual se reúnen todas las criaturas, usando la mira láser de mi pistola. Al principio tan sólo he apuntado el «punto» hacia cada ventana y lo he meneado. Tras unos cinco minutos, he visto el débil resplandor de una linterna en la ventana del piso superior. Fuera quien fuese hacía destellar la luz. «Pim-pim-pim-pam-pam-pam-pim-pim-pim». Era SOS en código Morse. Aprendí Morse hace unos años, en la escuela militar de comunicaciones a la que fui. Era bastante bueno interpretándolo en comunicación visual, y un petardo cuando se trataba de medios auditivos.
Pero esta vez he tenido suerte. He cogido un lápiz y unos papelajos, unas facturas que nunca pagaré, y he emitido la señal de que estaba preparado para recibir su mensaje. Como las criaturas no reaccionaban ante la luz de aquella otra persona, he decidido usar mi linterna LED, porque tiene una autonomía de veinticinco horas, no como la mira de mi pistola. He empezado a copiar el código Morse. Al principio todo ha sido bastante lento, porque tenía que indicarle que repitiese la señal, pero tras un par de palabras ya he cogido el ritmo.
B… I… E… N… (pausa).
A… Q… U… I… (pausa)… N… O… M… B… R… E… (pausa).
… J… O… H… N… (pausa).
T… U… (interrogación).
Le he dicho mi nombre y que yo también me encontraba bien. También le he aconsejado que se mantenga en silencio, que a las cosas esas les atrae el sonido. Me ha comprendido. No nos hemos comunicado mal, a pesar de estar a más de cien metros de distancia. Me ha llamado la atención y me ha dicho que su casa está segura, que tiene un plan para comunicarnos de forma más rápida, pero que tendrá que esperar hasta mañana. Cuando le he preguntado de qué iba el plan, me ha contestado:
G… O… M… A… E… L… A… S… T… I… C… A… (pausa).
… W… A… L… K… I… E… T… A… L… K… I… E… (pausa).
… T… I… R… A… C… H… I… N… A… S… (pausa).
¿Qué?
Le he dicho a John que creía que lo había entendido, y él me ha hecho una señal en la que me indicaba que tenía que descansar. Después de eso he dejado que se fuese. Ha sido hace una hora, y todavía no he podido imaginar qué pretende lograr con una goma elástica, una radio pequeña y un tirachinas. No puedo ni imaginarme un tirachinas lo bastante grande para impulsar un walkie talkie por los cien metros que separan nuestras casas. Es que, aunque pudiese propulsarlo, se partiría en mil pedazos al llegar aquí. Supongo que al menos me ha dado algo que esperar de mañana.
18 de enero.
10:12 h.
Me he despertado a las 06.05 h y he subido al piso de arriba, a mirar por la ventana. Me he quedado sentado durante un minuto con la linterna, y después he intentado saludar a John. He hecho destellos con la linterna ante la ventana. No me ha respondido. He empezado a temerme lo peor.
Me he quedado allí sentado unos minutos más; me sentía triste, consciente de que en media hora ya no importaría nada de esto, porque el sol brillaría demasiado para que pudiésemos distinguir las señales de la linterna del otro. Entonces le he visto. He percibido algo de movimiento en el tejado: la silueta de un hombre de mediana edad, con una camisa de cuadros rojos y negros, y tejanos. He cogido los prismáticos, he vuelto a la posición y he empezado a emitir luces parpadeantes con la linterna.
El sol ya había empezado a brillar, por lo que no estaba muy seguro de si podía llegar a percibir mi linterna, que competía con la luz del sol. Ha mirado en mi dirección y me ha saludado con la mano. Después ha alzado una cosa verde, larga, con una pinta muy elástica, y lo que parecía un termo de café metálico y pequeño.
Después ha atado un extremo de la goma verde alrededor de la chimenea y la otra alrededor del aparato de aire acondicionado de su ático. Ha creado un tirachinas bastante rudimentario. Ha colocado el termo en el tirachinas y ha empezado a recular, descendiendo por la parte opuesta del techo, hasta desaparecer de mi vista mientras tiraba de la banda elástica verde. Me ha parecido que pasaba mucho tiempo. Por fin he visto que la banda volvía a su posición inicial, y menos de un segundo después, he oído el chasquido.
El termo que John había sujetado en la banda volaba en una trayectoria que lo haría aterrizar en alguna parte de mi patio. La decena o quincena de no muertos que vagaban alrededor de la casa de John ni siquiera se han dado cuenta de que el paquete de John viajaba directamente hacia su objetivo.
He oído un fuerte ¡pof! cuando el termo ha chocado contra una de las piedras del caminito del patio.
El paquete ha cruzado unos cien metros y ha logrado atravesar el perímetro de mi valla. Pero eso ha tenido un precio. El golpe ha sonado con mucha fuerza, y dos de las criaturas de la casa de John se han dado la vuelta, como si lo hubiesen oído, y han empezado a caminar en dirección hacia aquí. No he perdido el tiempo: me he enfundado los guantes y la máscara y he empuñado la pistola.
No me ha parecido necesario llevar el fusil a una pequeña expedición al patio frontal.
He llegado al lugar del aterrizaje en menos de quince segundos, he recogido el termo descascarillado y he vuelto al interior, mientras le hacía señas con la mano a John. Yo podía verle y él podía verme, y ninguna de las criaturas podía vernos en nuestra posición. Cuando he entrado, he abierto el envío de John y he encontrado dos paquetes de ocho pilas Duracell Triple A, y dos cosas más: una nota de John y una radio de emisor/receptor.
Vecino…
Contáctame en el canal 07.
—John.
PD: ¡Te dije que funcionaría!
Venía protegido con bolitas de polietileno.
Los cadáveres por fin han llegado a mi zona, pero el sonido del impacto ha sido tan breve que no tenían ni idea de a qué área dirigirse. He colocado las pilas en la radio (necesita 4 AAA) y me he colocado el auricular. John ya intentaba contactarme por el canal siete. Hemos hablado un buen rato. Me ha contado que ha usado la cinta de resistencia de yoga de su mujer para lanzar el termo. Lo que nos hemos reído cuando lo contaba. No me atrevía a preguntarle por su mujer, así que le he dicho si había perdido a alguien durante todo esto, y me ha respondido llanamente: «Creo que todo el mundo ha perdido a alguien».
No he intentado averiguar nada más. Le he preguntado qué planes tenía, y cómo estaba de provisiones. Me ha dicho que todavía trabaja en un plan de supervivencia y en otro de huida, y que tiene comida y agua suficientes. También me ha contado que tiene un fusil semiautomático del calibre .22 y un par de cajas de 500 cargas de munición. Joder, tiene más que yo.
Le he preguntado por qué se han reunido todos alrededor de su casa, y me ha explicado que es por su perra, que le había ladrado a un grupo de esas criaturas. John tuvo que amordazarla. Le he preguntado de qué raza era, y me ha dicho que es una galgo italiano (como un galgo normal, pero más pequeño), y que se llama Annabelle. Me ha dado envidia que tenga compañía. Las obligaciones de la Marina me impedían tener una mascota, porque tenía que salir en misiones en diferentes horarios. Le he dicho que tenía un amigo en el escuadrón que también se llamaba John. Él ha contestado que deberíamos reservar las pilas y pensar en algo útil de lo que hablar por la tarde y que nos volveremos a poner en contacto a las seis en punto. Le he dicho que de acuerdo y nos hemos despedido.
1. Víveres. Estado ¡bien!
19:50 h.
Como había prometido, John ya estaba al aparato a las 18.00. Hemos hablado de nuestra situación actual, y hemos comentado algunas teorías sobre cómo empezó todo. Le he preguntado a John si sabía si las balas los mataban, pero no estaba seguro. Yo le he explicado lo de la hoguera que monté anoche y me ha dicho que él había visto el fuego, cuando ya estaban todos derribados, y se preguntaba qué habría sucedido. Al final me ha revelado lo que le había sucedido a su esposa. Su hijo estaba fuera, en la Universidad de Purdue, cuando todo esto empezó. Su mujer cayó víctima de una de las criaturas: la atacó justo antes del crepúsculo. Un día ella salió al cobertizo a buscar unos cuantos clavos para las tablas que estaban colocando. Se trataba de un vagabundo que se había buscado refugio en el cobertizo y había muerto allí. Cuando su mujer gritó, ya era demasiado tarde. Cuando John llegó armado con un bate de béisbol, su mujer iba agarrándose un brazo ensangrentado y corría hacia él; la criatura la seguía. John mató a esa cosa con el bate.
El mordisco del brazo enseguida mostró signos de infección y de hinchazón. En una hora se le notaban unas venas negras y rojas que le recorrían todo el brazo, hasta llegar al hombro. Le practicó los primeros auxilios y la puso cómoda, pero no podía hacer nada por ella. Ha empezado a llorar, podía percibir las lágrimas a través de la transmisión metálica de la radio, y he intentado cambiar de tema, pero John no paraba de repetir: «Tuve que acabar con ella, me dolió muchísimo, pero tuve que hacerlo». Le he aconsejado que no piense más en eso y que por ahora intente mantener la cabeza fría. Se ha mostrado de acuerdo y hemos seguido hablando.
Yo le he comentado que había visto varios mensajes en Internet de supervivientes de todo Estados Unidos, pero ninguno de nuestros aliados al otro lado del océano. Me ha pedido que se los lea, y lo he hecho. Uno de los supervivientes es del sur de Texas, lo que significa que no somos los últimos que quedamos aquí. Le he leído las notas de un superviviente de Nueva York; con un tono distante, John me ha contado que tiene parientes allí. Nos hemos desconectado los dos un par de minutos para ir a buscar los mapas de carreteras.
Cuando hemos vuelto, hemos empezado a comentar posibles rutas de huida, si esta área queda infestada e inhabitable. Él sugiere El Álamo, que está a sólo medio día de aquí a pie. Pero yo creo que sería un suicidio meternos en la ciudad. Yo le he sugerido que «cojamos prestado» un vehículo pesado y nos dirijamos hacia el este, al Golfo de México, y busquemos una plataforma petrolífera que esté en alta mar.
John ha comentado que los últimos días la electricidad le funciona a ratos, y no estaba seguro de lo que aguantaría. John tiene un generador Honda en el sótano, pero no quiere usarlo si no es del todo imprescindible, porque puede que lo escuchen desde el exterior. Hemos decidido no gastar mucha más pila. Sólo me quedan tres recambios de pilas Triple A.
He intentado usar la radio de banda civil, pero sólo capto estática.
Tengo hambre.
Idea: Todavía tengo la radio por satélite en el coche. Satélite: no hay cables que se incendien. Si las estaciones de arriba siguen operativas, alguien podría conectarse desde Internet y enviar transmisiones ascendentes. Esta noche saldré y recuperaré la radio y la antena de UHF.
23:34 h.
John y yo hemos acordado que si tenemos que hablar, nos asomaremos a la ventana a cada hora en punto y encenderemos las linternas. Hemos pactado comprobar cada hora qué tal estamos, hasta que indiquemos que es hora de acostarse con cinco destellos. Si no hay luz, significa que no necesitamos malgastar las pilas del walkie talkie. He comprobado la radio: funciona bien, pero desafortunadamente las emisoras que siguen emitiendo lo hacen en un bucle constante. Algunos canales de noticias emiten reportajes y noticias de la semana pasada. Noticias viejas. Continuaré mirándolo siempre que pueda. He vuelto a comprobar la radio de banda civil. Juraría que he oído una voz humana muy débil. He enviado un mensaje, a ver si me respondían. Sin éxito.
He mirado por la ventana y he podido ver al menos una docena de incendios a lo lejos. De vez en cuando me parece oír disparos. Durante un segundo he imaginado que deben de ser los últimos supervivientes de la gran ciudad. Apuesto a que se ha convertido en una zona bélica. Me siento sucio, pero no quiero malgastar el agua que me queda. Esto me ha recordado que tengo que comprobar la presión. Todavía queda. No he abandonado mi domicilio en los últimos cinco días, excepto por los incidentes de la hoguera y el tirachinas. Parece que haya pasado un mes.
¿Cómo estarán aguantando los demás países? Supongo que los esquimales y algunas islas menores de Filipinas no se habrán visto afectados. Cabrones con suerte. ¿Los muertos vivientes están fríos? Si fuese así, mi teoría es que no generan calor corporal, que son muy parecidos a una serpiente. Aunque me parece que si hace mucho frío, avanzan más despacio. Mañana es domingo. Nada de ir a la iglesia mañana. Supongo que cuando Él dijo todo aquello del Omega en el Apocalipsis no estaba de broma. Es casi medianoche. Voy a mandarle los cinco destellos a John.
19 de enero.
16:59 h.
Cuando me he despertado esta mañana no había electricidad. Eran las 7.30. A las 8.00 en punto me he acercado a la ventana para hacerle la señal a John. Ya estaba allí. Me ha dicho que hemos sufrido un apagón de madrugada, hacia las 3.30. Yo he dormido sin darme cuenta. No sé por qué, pero desde que conozco a John duermo un poco mejor. Supongo que es la sensación de no estar solo. Al estar en el ejército nunca he tenido la oportunidad de hacer buenos amigos, ya que siempre me he tenido que trasladar a otros destinos. Es lo que me pasó aquí también; compré la casa porque pensaba que sería una buena inversión y porque sabía que me quedaría aquí un par de años.
John me ha dicho que él no necesita la electricidad para hacer nada. Tiene un fogón de propano y mucha agua. Le he dicho que yo me abastezco de energía solar almacenada en baterías cíclicas de submarino.
Mi conexión de banda ancha aún funciona gracias a las líneas de cable que van por el subsuelo, y todavía no se han visto afectadas. También sigue habiendo energía en las líneas de teléfono, porque esta mañana al levantar el auricular oía el sonido del tono comunicando, que me indicaba que las centralitas no funcionaban pero las líneas todavía se mantenían en pie. Le he dicho a John que volvería enseguida, que tenía que bajar al garaje para pasar de la red energética general a la de mis baterías; no quiero que vuelva la electricidad de pronto y me las fría.
Tras cambiar la fuente de energía, he vuelto a hacerle señales a John. Me ha preguntado si había nuevos mensajes de supervivientes en los foros de Internet y se los he leído. Hay gente de todo Estados Unidos: algunos suenan pesimistas, otros desesperados. Creo que estas lecturas que le hago a John nos sirven de válvula de escape. John y yo hemos empezado a valorar la posibilidad de viajar; le he comentado que sé pilotar. Si pudiese hacerme con un aparato operativo, podríamos llegar a casi cualquier punto de Estados Unidos, siempre que tenga planos en los que estén indicados los aeródromos para repostar. Los dos empezamos a desarrollar algo de claustrofobia, y eso se nota. Buscamos excusas para abandonar esta zona muerta.
19:20 h.
Disparos fuera. Sin la farola está demasiado oscuro para poder ver la casa de John. Estaba seguro de que John corría peligro hasta que he oído su voz entre el crujido de la estática. «No te preocupes, estoy bien, he tenido que disparar contra unos cuantos porque habían empezado a apilarse unos encima de otros para formar una escalera humana». Le he preguntado cómo les habían afectado las balas; ha disparado contra doce de ellos en la cabeza, iluminado únicamente por la luz de la luna y a quemarropa. Los ha matado. Ésas son las buenas noticias. Porque los disparos atraerán a más criaturas. Esta noche tendré que dormir con un ojo abierto. Le he sugerido a John que se prepare para tener que matar al doble que hoy en cuanto amanezca.
23:11 h.
No puedo dormir; no dejo de pensar en la gente que sigue con vida e intenta desesperadamente sobrevivir. En Oklahoma, una mujer está atrapada con sus hijos, y no para de pedir consejos en los foros de Internet. ¿Cómo me afectaría saber que un consejo mío ha enviado a alguien a caer en garras de esos seres? Lo único que sé es que yo, si me encontrase en esa situación… atrapado… con el número de cadáveres vivientes aumentando día a día alrededor de mi perímetro sólo tendría una elección: escapar. Mientras hablamos, no paro de pensar en lugares que nos podrían servir de refugio durante un breve periodo de tiempo. Se me ocurrían depósitos de agua, vagones de tren con salidas por el techo, terrazas de edificios que tuviesen el acceso limitado… No quería acabar rodeado en alguna parte, sin ninguna salida. Si encontrase alguna prisión o algún edificio militar, también me serviría. Serían fáciles de defender si antes podemos vaciarlas de esas criaturas. Cuanto más pienso en ello, más cuenta me doy de que puedo acabar en una situación igual de complicada que la de esa mujer si no me mantengo alerta. No creo que sea muy prudente dar consejos a otros, ya que no soy ningún experto. Sólo espero que sobrevivan. Aunque no parece que tengan muchas posibilidades…