UNA IMAGEN VALE MÁS QUE MIL PALABRAS

6 de abril.

21:44 h.

Tendría que habernos resultado evidente el motivo por el que las fotos que John abría del ordenador UNIX cambiaban. Eran imágenes sacadas por satélite a tiempo casi real. John descubrió anoche lo que sucedía, y también ha averiguado cómo activar el zoom de las fotos hasta lo que el ordenador indica como una resolución de -2 metros. Con las coordenadas del mapa de carreteras, hemos logrado hacer una fotografía detallada de lo que queda del área de San Antonio. Al principio nos ha costado interpretar el ángulo de las fotos, que se toman desde arriba. Además, el color no está muy calibrado, por lo que las fotos parecen un poco desenfocadas. Tras teclear innumerables líneas de comandos, John ha logrado acercarse a una resolución de un millar de metros, y hemos podido contemplar buena parte de lo que queda del centro de la ciudad. Según la indicación temporal, la foto tenía unos cuantos minutos, ya que el satélite estaba configurado para hacer fotografías automáticas a un ritmo determinado. John no ha podido averiguar cómo sacar una instantánea en el momento que queramos.

He examinado la fotografía, y he reconocido muchos de los edificios en ruinas. También he visto algunas criaturas que deben de haber deambulado de vuelta a la zona de la explosión inicial, atraídas por el sonido y la luz. Había un grupo de ellas apiñadas alrededor de algo. John ha aumentado todo lo posible el centro de aquel grupo de cadáveres. Peleaban por los restos de una rata de gran tamaño. Supongo que esta imagen sí que vale más que mil palabras. John y yo tenemos planeado fotografiar ciudad por ciudad, introduciendo las coordenadas necesarias en el ordenador; queremos recopilar toda la información posible sobre las ciudades que destruyeron y las ciudades que siguen en pie. Tardaremos un poco, pero vale la pena porque al saberlo lograremos cierta tranquilidad de espíritu… o tal vez no.

Jan y William se han instalado en uno de los compartimentos más espaciosos, junto con Laura. John les ha dicho que no le importa que Annabelle duerma con Laura por las noches. John es consciente de que la perrita ayuda a Laura a superar toda esta situación; Annabelle representa un vínculo con un mundo que se ha ido a la mierda.

Ayer Tara y yo salimos al exterior para comprobar el perímetro, ya que la cámara cercana a la zona por la que habíamos saltado la verja sólo enfocaba las compuertas de lanzamiento. Es irónico pensar que John ha sido capaz de averiguar cómo enfocar al reloj de muñeca de un tipo muerto desde un satélite que está a miles kilómetros de distancia, pero no logra cerrar la puerta trasera de casa. Aunque tengo que reconocer que ha demostrado ser un buen amigo y una persona con una gran capacidad de adaptación.

8 de abril.

23:24 h.

Tras unos días de comprobar diversas coordenadas con el satélite y tras muchos intentos infructuosos, hemos logrado localizar varias ciudades que podemos confirmar que han sido destruidas por bombas nucleares… o por otros cacharros igual de potentes.

Quería usar la cámara para comprobar mi hogar, en Arkansas, pero parece que no funciona por encima de determinada longitud. Hemos confirmado que San Antonio, Nueva Orleans, Los Ángeles, Dallas, Orlando y probablemente Nueva York están destruidas y que hay muertos vivientes que vagan por sus calles. Ha supuesto un duro golpe para la moral de todo el equipo, incluida la mía propia. John y yo hemos logrado apreciar la destrucción masiva, con una resolución mayor para tener una panorámica completa de las ciudades. Ni una sola de las fotos mostraba ningún humano vivo. Algunos de los grupos que hemos contemplado me han recordado a las multitudes que aparecen en las fotos antiguas de Woodstock. No hay forma de contarlos, pero calculo que hay millones de no muertos en las zonas de alta radiación de las ciudades devastadas. Tampoco hay forma de saber cuántos transitan por las zonas no afectadas de Estados Unidos. Nos superan en número, es desesperante… Lo peor de todo es que no parece que haya sobrevivido ninguna parte del gobierno.

John y yo hemos intentado recopilar información sobre los estados del norte, pero no lo hemos logrado a causa de las limitaciones en el área de visualización efectiva del satélite. A pesar de todo, he logrado algunas informaciones sobre el destino de Nueva York.

Al examinar con más calma el área de mando, he descubierto un maletín negro, con un cerrojo doble colocado en los números 205; estaba encajado entre dos consolas. El maletín se podía abrir, y dentro había un mensaje impreso.

TOP SECRET.

RTTUZYUUW RUHPNQN0765 0B12376Z TTTTTT-ZZZZ.

DE NNNOASA 155 Z 311700Z EN DE DEP DE MNDO AR MSL A OPALS ESI LONE STAR.

INFO REF/DEFENSA AÉREA NORTEAMÉRICA//AFSC-OPE-MA// ZE/CRTEL LACKLAND AFBTX//GCGS/MARTE//.

BT.

T O P S E C R E T // N02763.

ASNTO: AUTORIZACIÓN LANZAMIENTO MANDO//COHETE MAGENTA//.

A ORDEN EJ. 23765 WASHINGTON DC 311600Z EN (CMB, 16-98).

NTP 8(C), ART. 830, MUESTRA MENSAJE 3.

1.- AUTORIZACIÓN AL DISPARO INTERIOR DE ARMAS NUCLEARES TÁCTICAS CONCEDIDA POR EL PRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS. CÓDIGO DE AUTENTICACIÓN A CONTINUACIÓN DE LA TRANSMISIÓN.

2.- NUEV0 OBJETIVO BISCT, 870E57E86YF CONFIRMADO.

P. L.

LOCALIZACIÓN: NUEVA YORK, NUEVA YORK.

3.- ARMAS NUCLEARES TÁCTICAS ORIGINALMENTE DESTINADAS A NY EN SITUACIÓN DE BROKEN ARROW. PILOTOS DESERTORES.

BT.

TOP SECRET.

Supongo que el gobierno aprovechó el mando aéreo y de misiles para suplir la huida de los pilotos desertores. Seguramente, lo habían previsto; Baker ya comentaba que tenían nuevos objetivos antes incluso de que los pilotos hubiesen decidido desobedecer las órdenes.

11 de abril.

12:33h.

Seguimos sin la llave para el candado del pequeño arsenal. Me estoy planteando la posibilidad de adentrarnos en un área urbana para conseguir el equipo preciso para cortarlo. Un soplete me iría de perlas, pero dudo que logre encontrar uno. Necesitaría una sierra de arco; una cizalla no me serviría de nada porque la barra del candado es muy gruesa. No existen cizallas que puedan cortar ese espesor.

John ha descubierto el código de acceso al compartimiento ambiental. Se encontraba entre los archivos del sistema, en las carpetas de control de las instalaciones. Hemos sido muy precavidos a la hora de acceder a la zona, como hemos hecho con cualquier otra área nueva. John ha sujetado la puerta y ha esperado a que le hiciese la señal. Yo tenía miedo de disparar contra algo en el interior del compartimiento; no quería que una bala perdida dañase algún sistema vital. John ha abierto la puerta. El interior estaba sumido en la oscuridad.

Me he puesto las gafas de visión nocturna y las he encendido. No he apreciado ninguna amenaza al entrar en la habitación. La sala parecía despejada. He encontrado un interruptor en la pared y lo he encendido mientras volvía a ponerme las gafas sobre la cabeza. Los fluorescentes han necesitado unos segundos para ponerse en marcha. La sala alberga un sistema completo de filtrado de aire; no tengo ni idea de cómo mantenerlo o cómo ajustarlo. Hay estanterías llenas de equipo en las que se hallan todo tipo de aparatos de comprobación del ambiente. De buenas a primeras me di cuenta de que había distintos tipos de mascarillas antigás, además de cinco contadores Geiger en el mismo estante. Las mascarillas no tenían filtros; éstos se encontraban en el interior de unas latas selladas, al lado de ellas. Había diez máscaras de cada tipo: veinte en total.

En el suelo había varias cajas con una etiqueta de «traje CBR» en el lateral. Con el cuchillo, he cortado con cuidado la cinta de embalar y he descubierto que cada caja contiene diez trajes protectores contra agentes químicos, biológicos y radiológicos, de color verde militar, sellados dentro de bolsas de plástico. Dentro de la caja también había un manual de instrucciones y especificaciones sobre cuánto tiempo puede estar un humano expuesto a esos agentes llevando esos trajes.

Ya es evidente que estas instalaciones se diseñaron para sobrevivir a un ataque nuclear. Lo que no entiendo es por qué destinaron a sólo dos oficiales, por qué no enviaron gente VIP con ellos. Tal vez el mundo se desmoronó demasiado rápido, o tal vez este refugio no estaba en el mapa. Eso nos lleva a otro asunto importante: hasta ayer no descubrimos dónde estamos. Parece que haya pasado mucho tiempo desde que dejamos atrás el Bahama Mama, desde que avanzamos corriendo a ciegas durante lo que se nos antojaron días de caminata, transportando por turnos a Laura y a Annabelle. Con ayuda de las imágenes que le proporciona el satélite, John ha triangulado nuestra localización. Calculamos la dirección general en que avanzamos al salir de la costa, y nos hemos ayudado del atlas para entrar las coordenadas.

Lo primero ha sido localizar la lancha. Después hemos hecho avanzar las coordenadas y la imagen en pequeños pasos hasta que hemos encontrado la zona del accidente, en la que el bombero seguía colgado de la escalerilla hidráulica. Después de eso hemos seguido adelante, de nuevo poco a poco hacia el noroeste, hasta que hemos topado con las instalaciones.

Ha sido fácil verlas; el hueco de lanzamiento destaca mucho. John ha apuntado las coordenadas exactas en un papel. Para asegurarnos de que observábamos la zona correcta, he llevado un rollo de papel higiénico arriba, me he asegurado de que la zona estaba despejada y he trazado una gigantesca letra X con el papel al lado de las compuertas abiertas.

Tras quince minutos de espera, John ha reintroducido las coordenadas y, sí, la X de papel era visible desde la resolución de cien metros que ha seleccionado. Manteniendo las coordenadas, nos hemos alejado hasta los doscientos kilómetros. Ya no podíamos distinguir nuestras instalaciones, aunque sabíamos que estaban en el centro de la pantalla; el programa funciona así.

Con ayuda del mapa de carreteras y de la foto hemos determinado que estamos cerca del pueblo Nada. Las malas noticias son que estamos a menos de cien kilómetros al sudoeste de Houston. Esta ciudad no fue uno de los objetivos durante la campaña nuclear, pero al recordar las fotos que sacamos el día 8, estaba rebosante de muertos vivientes. Con las cámaras de seguridad podemos rastrear los movimientos de los cadáveres hasta la puerta de entrada principal, pero con las fotos satélite podemos intentar hacernos una idea general de la situación ahora que conocemos nuestras coordenadas.