LOS IDUS DE MARZO

15 de marzo.

18:22 h.

Me he pasado todo el día de ayer y hoy recuperándome de un resfriado, recuerdo de mi aventura nadando en el mar; he aprovechado para limpiar y secar el fusil. Sólo en un mundo como éste, un resfriado común puede ser el equivalente a una sentencia de muerte. No es muy grave, pero me siento algo más débil de lo habitual y tengo un poco de fiebre. Jan me ha aconsejado que no tome antibióticos a menos que sea del todo necesario, ya que mi cuerpo podría acostumbrarse a la medicación y no me servirían de nada si los necesitase de verdad en el futuro. Jan se ha ocupado también de nuestra nueva inquilina, Tara. La chica ha estado atrapada en el interior del coche durante días. Estaba a punto de morir deshidratada cuando William y yo aparecimos, pero ahora ya está mejor. Jan se ha ocupado de que se quedase en la cama y de recuperar el agua de su cuerpo.

Hoy la he pillado mirándome unas cuantas veces. Ella no me ha pillado a mí, pero yo hacía lo mismo. Es atractiva, y yo soy humano. He escuchado a escondidas cómo le contaba a Jan la historia de cómo llegó al muelle.

Estaba atrapada en su casa, en Austwell, pero encontró una oportunidad para escapar. Logró llegar hasta el puerto deportivo, pero tres criaturas la vieron mientras buscaba una lancha en la que huir. No tuvo otra opción: tuvo que buscar refugio en el primer coche abierto que encontró. Tara estudiaba marketing en una universidad local… Y añadió que ya nada de eso importaba, que su carrera en el mundo del marketing había terminado antes de empezar. Las dos mujeres se rieron.

Ayer William y John salieron en el bote y pescaron diez piezas. John se encontraba un poco más recuperado, y supuso que un poco de sol le haría bien. Laura me preguntó cómo había ido mi viaje a la tienda. Le he dicho que todo bien, pero que lamentaba no haberle podido traer nada para comer, pero la niña me ha contestado que no pasaba nada, que su papá tampoco le había llevado ningún regalito del viaje. Entonces me acordé del osito. Se lo di a William para que pudiese secarlo al sol antes de dárselo, ya que se empapó cuando salté al mar para escapar de las criaturas. Le pedí a Laura que no estuviese triste, porque su padre tenía un regalo para ella, pero que esperaba a un momento especial para dárselo. Ella sonrió y salió a investigar.

El pescado crudo no es mi entrante favorito, pero millones de japoneses no pueden equivocarse. Bueno, tampoco sé si queda un millón de japoneses vivos. Me siento atrapado en el tiempo, y tengo miedo de volver a tierra firme. Necesitamos una vida mejor; necesitamos un lugar mejor para vivir.

17 de marzo.

18:33 h.

Estábamos sentados alrededor de la mesa; discutíamos como caballeros de antaño la estrategia de la próxima batalla. Jan, Tara, John, William y yo mismo considerábamos todas las posibilidades de encontrar un nuevo lugar en el que vivir. Montar una fortaleza en una isla era algo ideal, y nos atraía mucho, pero al final hemos acabado por descartarlo ya que necesitaríamos viajar constantemente a tierra firme en busca de suministros. ¿Dónde podemos encontrar una posición fácil de defender que no se alce cerca de una metrópolis?

En la tienda de regalos había un mapa muy grande de Estados Unidos. No era muy detallado, tan sólo los ríos, las líneas de las fronteras estatales y las ciudades más grandes. He descolgado el cuadro de la pared y lo hemos estudiado durante un buen rato. Mis motivos personales, egoístas, han hablado por mí y he sugerido que recorramos la costa con la lancha, y que remontemos el río Misisipi hasta que encontremos un lugar adecuado; ahí estaríamos más cerca de mis padres. Es una opción. William ha sugerido que nos desplacemos por tierra, para evitar las consecuencias catastróficas si la lancha sufre un problema mecánico. John ha sugerido que naveguemos bordeando el sur de Florida y nos dirijamos a las Bahamas.

Todo el mundo ha sonreído al escuchar la idea, pero volvemos al problema de encontrarnos con objetos limitados, a la necesidad de salir a saquear. Por ahora estamos a salvo, pero el ruido que el motor de la lancha ha emitido cada vez que hemos salido a pescar o nos hemos acercado a tierra a buscar provisiones, los ha atraído de todas las partes de la isla; esto no durará para siempre. Necesitamos un lugar más permanente en el que vivir.

Esta noche jugaremos al póquer para mantener los ánimos un poco elevados. Laura, Annabelle y Tubby, el osito de peluche, tienen otros planes: jugarán a papás y a mamás.