Diario de Anette
Primer día de expedición del caso Vela. — A l km de Barajas.
Paula es una niña poco habladora. Entiendo que es normal dada su corta edad y las experiencias que ha tenido que sufrir. Su mirada de ojos nobles delata mucho valor, aunque también ciertas reservas. Creo que llegar a obtener su confianza no me va a resultar nada fácil, pero lo intentaré. Es vital que consiga ganarme su respeto… Tal vez su cariño.
Tiene una profunda marca maxilar con mordida de clase tres en el hombro derecho, y otra de incisivos superiores en el antebrazo. A pesar de que son dos indicios claros de exposición al virus, no hay signos de infección ni de comportamiento hostil. El capataz de la fortaleza del IFEMA nos explicó que tan sólo se le aplicaron unos cuantos puntos de sutura, además de las curas que dicta el protocolo. Luego, simplemente se limitaron a observar. Pasaron las horas, los días. Nada. Ni un solo signo de hostilidad. ¿Es posible que al fin hayamos dado con el talón de Aquiles del peor agente patógeno que ha conocido la humanidad?
Esa es la idea. Creo que vale la pena aferrarse a ella.
Debo añadir que tanto mis hombres como yo hemos tenido la certeza de que esa gente refugiada en la feria de congresos está condenada a muerte, ya sea por inanición, enfermedad, o por la propia paranoia colectiva. No sobrevivirán al invierno. Muchos lloraron al vernos entrar, los mismos que lo hicieron desesperadamente cuando partimos. Pero otros tantos simplemente nos miraban desde la penumbra de los pabellones, sentados alrededor de sus hogueras y tiendas de campaña. La esperanza se había borrado de sus rostros, y lo único que hacían era aguardar la hora en la que la propia Muerte viniera a buscarles. Ellos también saben que El Jinete Negro les reclamará pronto. A todos. Ya no hacen ni expediciones al exterior. La mayoría de patrullas cayeron presa de los zombis y no se volvió a saber de ellas. Ahora casi no les quedan víveres ni recursos. Por lo que nos ha contado uno de los vigilantes, hace un par de meses, el campamento del IFEMA era una comunidad grande de personas que aún conservaba las fuerzas y el optimismo. Resulta sobrecogedor observar como las circunstancias les ha hecho mermar hasta convertirse en un reducido grupo de espectros apáticos.
Para todo mi equipo ha sido emocionalmente dura la estancia allí, pero tenemos lo que veníamos a buscar, y mientras nuestra misión se vaya resolviendo con éxito, habrá cabida para la esperanza.
Ahora hemos parado unos instantes en el interior de un restaurante desguazado para planear nuestro acceso a las pistas de la terminal 2 del aeropuerto. Javier, el técnico de la expedición, está intentando contactar por radio con el equipo de rescate. Hace ya un par de minutos que sólo se recibe estática.
Murmuran algo acerca de unas interferencias.
Voy a ver qué sucede.