Aquella noche no llegó la niebla. Descendió algo de bruma de las colinas, pero quedó suspendida entre los árboles y no se aproximó reptando sobre la llanura. En el gran salón de Rothgar tuvo lugar un gran festín y Buliwyf con todos sus guerreros participó en las celebraciones. Se sacrificaron dos grandes carneros,[44] comiéndoselos inmediatamente. Todos bebieron copiosas cantidades de hidromiel. El mismo Buliwyf violó a media docena de jóvenes esclavas, o quizá a un número mayor. Sin embargo, a pesar de todo este regocijo aparente, ni él ni sus guerreros estaban de verdad alegres. De cuando en cuando veía yo a algunos de ellos mirar las cuerdas de piel de foca y las dagas de los enanos, que estaban amontonadas en un sector.
Me incorporé a la fiesta por sentirme ya como uno de ellos después de haber pasado tanto tiempo en su compañía, o por lo menos tenía la sensación de ser uno de ellos. Diré que aquella noche llegué a sentirme como si hubiese nacido nórdico.
Herger, que estaba muy ebrio, me habló sin reservas de la madre de los wendol, diciéndome lo siguiente:
—La madre de los wendol es muy vieja y vive en las cuevas del trueno. Estas cuevas se encuentran en las rocas de los acantilados, no lejos de aquí. Las cuevas tienen dos aberturas, una sobre la tierra firme y otra sobre el mar. La entrada sobre tierra firme, no obstante, está guardada por los wendol, quienes protegen a su anciana madre. Por esta razón no podemos atacarlos por el lado de la tierra, pues nos matarán. Atacaremos, pues, por el mar.
—¿Cómo es esta madre de los wendol? —le pregunté.
Herger me dijo que ningún nórdico lo sabía, pero que se decía entre ellos que era vieja, más vieja que la anciana a quien llaman el ángel de la muerte, que además tenía un aspecto horripilante, que llevaba una corona de serpientes retorcidas y, por último, que tenía una fuerza extraordinaria. Agregó, en fin, que los wendol recurrían a ella para desenvolverse en todas las actividades de su vida.[45] Dicho esto, Herger se volvió y se quedó dormido.
Ahora bien, tuvo lugar el siguiente hecho: En mitad de la noche, cuando terminaban ya las celebraciones y los guerreros iban quedándose dormidos, Buliwyf me llamó aparte. Sentado junto a mí, bebió hidromiel de un cuerno. Vi que no estaba ebrio y que hablaba la lengua nórdica con lentitud para que yo pudiese comprender bien. Primero me preguntó:
—¿Comprendiste bien las palabras del enano?
Repliqué afirmativamente que había comprendido merced a la ayuda de Herger, quien roncaba en este momento cerca de nosotros. Buliwyf dijo entonces:
—Sabes, por tanto, que moriré —pronunció estas palabras mirándome de frente y sin pestañear. No supe qué decirle ni cómo responder, más por fin le dije, según la manera nórdica:
—No creas en profecías hasta que rindan fruto.[46]
Buliwyf dijo a su vez:
—Has observado muchas de nuestras costumbres. Dime la verdad, ¿sabes dibujar los sonidos?
Repuse que sí.
—Cuida entonces tu vida y no seas excesivamente valiente. Ahora vistes y hablas como un nórdico y no como un extranjero. Vela por tu vida.
Dichas estas palabras se volvió y dirigió sus atenciones a una esclava a la cual hizo gozar a no más de unos cuantos pasos de donde yo estaba, mientras yo oía los gemidos y la risa de la mujer. Por fin me sumí yo también en el sueño.