Este va para mis seguidores.

Para Lodey, Trebla, Siego, Pod,

Caress, Yags, X-Rayy Mr. X;

para Kate, Chataya, Mormont,

Mich, Jamie, Vanessa y Ro;

para Stubby, Louise,

Agravaine, ¡Veri, Malí, Jo,

Mouse, Telisiane, Blackfyre,

Bronn Stone, Coyote s Daughter,

y el resto de los locos y las salvajes

de la Brotherhood Without Banners.

Para los magos de mi web,

Elio y Linda, señores de Westeros;

Winter y Fabio, de WIC,

y Gibbs, de Dragonstone,

que lo puso todo en marcha.

Para los hombres y mujeres de Asshai, en España,

que nos cantaron sobre un oso y una hermosa doncella,

y para los fabulosos seguidores de Italia

que tanto vino me dieron;

para mis lectores de Finlandia, Alemania,

Brasil, Portugal, Francia, los Países Bajos

y todas las demás tierras lejanas

donde habéis estado esperando esta danza.

Y para todos los amigos y seguidores que aún me quedan por conocer.

Gracias por vuestra paciencia.

El anterior fue jodido. Este ha sido el triple de jodido y además un

hijo de puta. De nuevo, mi gratitud a mis sufridos editores a lo largo

del tiempo: a Jane Johnson y a Joy Chamberlain de Voyager, y a Scott

Shannon, Nita Taublib y Anne Groell de Bantman. Su compresión, su

buen humor, y sus sabios consejos me ayudaron en las partes más

difíciles, y nunca podré agradecerles lo suficiente su paciencia.

Gracias también a mis agentes, igual de pacientes y de gran ayuda:

Chris Lotts, Vince Gerardis, el fabuloso Kay McCauley, y el difunto

Ralph Vicinanza. Ralph, ojalá estuvieras aquí para compartir este día.

Y gracias a Stephen Boucher, el australiano trotamundos

que me ayuda a mantener mi ordenador engrasado y a punto

cuando se pasa por Santa Fe a desayunar un burrito

(en Navidad) con bacon y jalapeños.

De vuelta al hogar, también me corresponde dar las gracias

a mis queridos amigos Melinda Snodgrass y Daniel Abraham

por su apoyo y su ayuda, a mi webmaster Pati Nagle por mantener

mi rincón en Internet, y a la maravillosa Raya Golden

por los almuerzos, el arte, y ese inquebrantable buen humor que

ayudó a iluminar hasta los días más oscuros cerca de la estación

Terrapin. Aunque intentara robarme el gato.

Me ha llevado mucho tiempo danzar esta danza, pero seguro que

me hubiera llevado el doble si no hubiera sido por la ayuda de mi

leal (y mordaz) acólito y a veces compañero de viaje Ty Franck, que

se ocupa de mi ordenador cuando no está Stephen, mantiene a las

hordas voraces lejos de mi puerta virtual, corrige mis errores,

archiva mis cosas, me hace cafés, camina el camino, y cobra diez mil

dólares por cambiar una bombilla… Todo esto mientras escribe sus

propios e increíbles libros los miércoles.

Por último, pero ni muchísimo menos la última, todo mi amor y mi

gratitud a mi esposa, Parris, que ha bailado cada paso de esta danza

conmigo. Te quiero, Phipps.

George R. R. Martin 13 de mayo de 2011