La gata arisca y el canto de los gatos a luz de la luna

 

 

Cuenta la leyenda que hace muchos años pero muchos años, muchísimos años los gatos no maullaban, apenas si se les escuchaba su ronronear; es decir eran completamente silenciosos. Se les veía pasear por los tejados de las casas, atrapando ratones y lagartijas. Los habitantes los querían y hasta los cuidaban porque los libraban de las ratas y ratones, y como no hacían ruido, podían dormir tranquilamente por las noches. Había paz en los vecindarios.

 

Pero también cuenta la leyenda, que cierto día llegó una gata arisca a un vecindario que hoy en día ya no existe. La gata se llamaba… bueno eso no es importante, lo esencial es que era bastante arisca y así se le conocía en todos los lugares de reunión de los felinos.

 

Los gatos comenzaron a cuchichear sobre la hermosura de la gata: “la arisca por aquí, la arisca por allá, la arisca por acullá”. Todo el tiempo hablaban de ella y de su belleza. Impresionaba a cuanto gato se le cruzaba en su camino. Hacían apuestas para ver quien lograba tener el corazón de la arisca.

 

- Yo apuesto un ratón de oreja grande a que yo seré su amor –decía el gato pardo.–

- Yo apuesto un pescado con espinas a que ella me preferirá –decía el gato amarillo y gordo.–

- Pues yo apuesto una lagartija patona a que se enamorará de mi muy pronto –decía el gato negro.–

 

Los gatos que se sentían más apuestos estaban seguros de que tarde o temprano caería la gata arisca en sus garras.

 

La gata arisca se paseaba por las calles del vecindario, sabiéndose hermosa, con sus ojos color verde, sus grandes y delgados bigotes y su pelo gris, sedoso y brillante. Cautivaba a cuanto gato del vecindario la veía.

 

- Hermosa gata arisca, permítame entregarle esta bola de estambre –decía el gato Bizco.–

… Y la Gata Arisca ni caso hacía, seguía adelante con su caminar…

- Gata Arisca, le entrego todo mi corazón en este ratón joven –decía el Gato Flaco.–

… Y la Gata Arisca ni caso hacía, seguía adelante con su caminar.

- Gata Arisca, si me concede su corazón yo le prometo que todas las noches cazaré para usted –decía el Gato Cojo.–

… Y la Gata Arisca ni caso hacía, seguía adelante con su caminar.

 

Pasaron los días y las semanas y la Gata Arisca no le hacía caso a ningún gato del barrio. Ni una mirada, ni un ronroneo ni nada.

Una vez el gato Poca Luz –así le decían porque era tuerto de un ojo– se atrevió a subirse a una antena para hacer malabares y así impresionar a la gata arisca. Comenzó a caminar con las cuatro patas, luego con las dos traseras y cuando hacía equilibrio con las delanteras, ¡pafffff! Se escuchó el rodar del felino por el tejado. Ahora resultaba que también se había hecho cojo.

 

La gata arisca sólo veía, reía y suspiraba. No le importaba nada.

En otra ocasión, el gato Mala Suerte –así le decían porque todas sus presas se le escapaban– tuvo la idea de llevarle leche, pero con tan mala fortuna que al momento de que la arisca empezó a beberla comenzó a asfixiarse.

 

… Y la gata arisca no quiso saber más nada del gato mala suerte.

 

Otro día, el gato Pazguato –así le decían porque era un poco lento– tuvo la osadía de regalarle maquillaje y perfumes traídos de barrios muy lejanos.

 

- ¿Qué se habrá creído este gato tonto? Yo no necesito nada de esto, soy joven, bella y por si fuera poco, huelo a gardenias –decía muy enojada la gata arisca.–

 

Todos los gatos estaban desesperados, no sabían cómo conseguir los amores de la gata arisca. ¿Cómo hacerle? Los gatos decidieron hacer una reunión urgente.

 

Los gatos comenzaron a llegar de uno en uno. Había murmullos, mucha inquietud y hasta nerviosismo.

 

- Hermanos felinos –decía el líder– estamos reunidos para saber qué hacer para enamorar a la gata arisca.

 

Empezaron los balbuceos, en donde todos dicen ideas pero ninguno se atreve a decirlas en voz alta.

 

- Hermanos… hermanos… hermanos, silenciooooooo!, –gritaba el líder–. Tenemos que hacer algo urgentemente para que la gata arisca se enamore de alguno de nosotros.

 

Todos quedaron pensativos, tratando de hacer funcionar su cerebro. ¡Nada! Sólo se escuchaba el silencio, porque a nadie se le ocurría nada.

 

- Hermanos, pensemos en cómo enamorar a la gata arisca. Se acepta cualquier idea –decía insistentemente el gato líder.

 

… Y los gatos seguían pensando. Hasta que por fin a uno de ellos se le ocurrió una idea. Pero fue desechada inmediatamente por ser magníficamente mala.

 

Nuevamente silencios eternos.

 

- ¡Anden hermanos gatos, yo sé que todos tenemos ingenio para resolver el problema!

- Ya se –dijo el gato Pata dura- así le decían porque tenía una extremidad rígida.–

 

Todos guardaron silencio y pararon las orejas para escuchar lo que decía su compañero.

 

- Yo propongo que la obliguemos a que elija a uno de nosotros.

- ¡No, no, no, no, no, no! –Dijeron todos los gatos – eso no, ¡busquemos otra solución!

 

Nuevamente los gatos se pusieron a pensar, aunque algunos eran tan comodinos que esperaban a que los demás les resolvieran el problema, sólo hacían como que pensaban…

 

- ¡Ehhhhhhhhhh! Yo tengo una idea que puede funcionar –dijo el gato Lorenzo- le decían así porque estaba un poco loco.–

 

Todos quedaron callados, asombrados por lo que iba a decir el gato Lorenzo.

 

- Puede que funcione, aunque también puede que no funcione; pero lo más probable, es que quien sabe si funcione –dijo filosóficamente el gato Lorenzo.–

- No importa, danos a conocer tu idea y ya veremos –dijo el líder.–

- Pues bueno –continúo el gato Lorenzo– lo que podemos hacer es que le cantemos una melodía, así la enamoramos y que al final de cuentas ella decida a quien escoge.

 

Los murmullos de los gatos no se hicieron esperar:

- Puede ser… no sé, yo tengo mis dudas… es una tontería… los gatos no sabemos cantar… yo tengo bonita voz… me han dicho que puedo cantar ópera… pero no sabemos ninguna melodía.

- ¡Hermanos, hermanos, hermanos, guarden silencio! Creo que la idea es buena y podemos tener éxito, pero el único problema es que nadie de nosotros sabe cantar.

- Tomemos clases de canto –propuso el gato Caruso –le decía así por su bonito ronroneo.–

- ¡Si. Si, si, si, si, si, si! –Dijeron todos en coro.–

 

Así, mañana y tarde los gatos del vecindario empezaron a tomar clases de canto. Por las noches se iban lejos del vecindario y se reunían y comenzaban a cantar a coro, pero sin que nadie los escuchara. Hasta que por fin estuvieron listos para enamorar a la gata arisca.

 

- Por fin estamos listos –dijo el gato líder– hoy será nuestra gran noche. Hoy se enamorará la gata arisca de alguno de nosotros.

 

Todos celebraron con leche y ratones orejones. Todo estaba listo para la noche.

 

Oscureció y los gatos estaban nerviosos. Algunos se habían puesto roncos, aunque a final de cuentas pudieron dominar sus nervios.

 

Los felinos se subieron al tejado que quedaba cerca de la casa de la gata arisca y con gran sigilo –a manera de todos los gatos- comenzaron a calentar sus gargantas.

 

- ♫♫ aaaaaaaaaaaaaa ♫♫

- ♫♫eeeeeeeee♫♫

- ♫♫ iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii♫♫

- ♫♫oooooooooooo♫♫

 

Hasta que por fin todos estuvieron listos para empezar el concierto gatuno. Comenzaron con la primera melodía y luego la segunda… Para la tercera, salieron las gatas de todos los rincones del vecindario. Estaban encantadas de escucharlos, ¡maravilladas por sus voces y enamoradas por sus presencias!

 

¿Y la gata arisca? ¡Nada! Los escuchaba, pero no salía de su casa ¡pues eran muy poco para ella, no eran de su clase!

 

Los gatos cantaron la cuarta melodía y la quinta. Las gatas aplaudían y echaban vivas a los cantantes. Y pedían una y otra canción, sin descanso.

La madrugada terminó y el concierto concluyó.

 

- Amigos, la gata arisca nunca salió –dijo el líder– pero qué importa, ¡Ya tenemos muchas gatas que están enamoradas de nosotros!

 

Desde entonces, cuenta la leyenda, que todos los gatos cantan bajo la luna para enamorar a las gatas, aunque haya ariscas que no salgan de su casa o que haya zapatazos que los traten de ahuyentar porque no dejan dormir a los vecinos.