En todos mis libros aparecen los muertos. Oh, de qué manera espero que esta vida no sea la única que tengamos, aunque sea larga.
Gran parte de la historia es verídica. Por ejemplo, el Ejército alemán tenía un gran almacén en Luleå. Por las vías de tren suecas se transportaban otras cosas además de soldados cuando iban o venían de permiso. Transportistas y camiones suecos eran alquilados por el Ejército alemán para los transportes hacia el frente del Este. Walther Zindel ha sido localizado. Muchos barcos alemanes no fueron nunca registrados como atracados en el puerto de Luleå.
La mayor parte la he inventado. He hecho lo que hago siempre cuando escribo mis historias. Tomo prestados hechos, personas, lugares, experiencias propias o que he oído, y lo mezclo con mis invenciones. Es cierto que una vez dos chicos se perdieron en el bosque en las afueras de Piilijärvi y uno de ellos no volvió a casa hasta siete días después. Pero no eran hermanos y no se enfadaron. El más joven se cansó y el mayor fue a buscar ayuda. Oí el caso y mi cabeza enseguida se puso a trabajar una historia inventada.
Naturalmente, he leído cosas de la guerra. Quiero nombrar La batalla de Nordkalotten, de Lars Gyllenhaal y James F. Gebhart, El jugador Christian Günther, de Henrik Arnstad, así como Los suecos que lucharon a favor de Hitler y Donde crece la cruz gamada, de Bosse Schön.
Hay muchas personas a las que agradecer y quiero nombrar a algunas: al jefe médico Lennart Edström que me ayuda a entender lo que le pasa a la gente que se va al otro mundo, el jefe médico Jan Lindberg, que me ayuda con mis muertos, la docente Marie Allen, que habla de la genética del agua de manera que casi lo entiendo, la magistrada Cecilia Bergman, el buzo Pelle Hansson, Jan Viinikainen del archivo municipal y el aficionado a la aviación, Göran Guné. Gracias a todos. Si hay errores no son vuestros.
Gracias en especial a mi redactora Rachel Åkerstedt y mi editora Eva Bonnier, por vuestro ánimo y oposición, con la dosis exacta, en el momento oportuno. A todas las personas agradables de la editorial que trabajan con mis libros de diferente manera. A los atractivos y astutos agentes de Bonnier Group Agency. A Elisabeth Ohlson Wallin y John Eyre por la cubierta.
Gracias, mamá, por tu incesante: «Sigue escribiendo, quiero saber qué pasa, he estado pensando en Hjalmar toda la semana.» Gracias por tu paciencia cuando desalentada inclino la cabeza. Gracias a papá y Mona, que leen, controlan los datos de Kiruna, me ayudan con el finlandés de Tornedal y mil cosas más. Gracias a Perra Winber, Lena Andersson y Thomas Karlsén Andersson.
La vida es completamente impredecible, aunque bastante buena. Gracias, Per. Este libro es casi como nuestro tercer hijo. Hay mil bonitas palabras que quiero decirte, pero ya las sabes. Gracias, Christer, por tu amor y por aguantar cuando sólo había libro, libro y libro, y todo lo demás carecía de interés.