Tore Krekula detiene la motonieve al lado del coche de Hjalmar. Hay otro coche más y la única chimenea de la que sale humo es la de la cabaña de Hjalmar. Así que ¿quién más hay aparte de Hjalmar? Manda un mensaje con la matrícula al Servicio Nacional de Carreteras. La respuesta es inmediata. Rebecka Martinsson, Kurravaara. La fiscal. No importa. Acabará con ella. Y después con Hjalmar.

Lo de Hjalmar tiene que parecer un suicidio. Y teniendo en cuenta cómo es, quizá lo haga él solo. Puede que baste con convencerlo un poco. Y el resto tiene solución. Hjalmar mató a Wilma y a Simon. Y respecto a Hjörleifur, pues… Hjalmar tomó prestada la chaqueta de Tore… No, no cuela, con lo gordo que es Hjalmar nunca podría ponerse una de sus chaquetas. Entonces… Tore estaba al lado, sólo iban a hablar un poco con Hjörleifur. De repente Hjalmar lo golpeó con el leño sin previo aviso. La sangre le salpicó la chaqueta. Sí, eso se sostiene. Hjalmar mata a la fiscal y luego se suicida. De alguna manera. Tendrá que improvisar un poco. Todo saldrá bien. Seguro.

Puto Hjalmar. ¿Con qué piensa? No hay ni un gramo de sentido común en su gorda cabeza. Puede permitirse el lujo de hundirse bajo la presión. Pero Tore, él tiene una familia en que pensar. Laura, sus hijos, aunque ya sean adultos. Y su madre y su padre. Lleva desde los quince años dirigiendo la empresa. Nunca ha tenido una semana entera de vacaciones desde que empezó. Ha estado trabajando y cumpliendo, trabajando y cumpliendo. ¿Para qué? ¿Para que Hjalmar se lo quite todo? Ni hablar.

Tintin es la primera en oír la motonieve. Levanta la cabeza y se pone alerta. Después Vera suelta un ladrido. Unos segundos más tarde Rebecka y Hjalmar también oyen el ruido del motor, que se está acercando. Hjalmar se levanta y mira por la ventana.

—Es mi hermano —dice—. Esto pinta mal.

Rebecka da un paso, pero no sabe adónde dirigirse. ¿Salir por la puerta? Y después, ¿qué?

—No te da tiempo —dice Hjalmar—. Ya está aquí.

Rebecka oye que el motor se apaga.

«Ahora se está bajando de la moto —piensa—. Está a punto de entrar.»

Hjalmar se gira hacia Rebecka y le habla. Las palabras salen más deprisa que nunca en toda su vida:

—Métete en el baño. Echa el pestillo. Hay una ventana. Sal por allí. Baja hasta el río y crúzalo. Sigue el surco de las motos. Está helado y aguantará. Es la única posibilidad que tienes. Intentaré entretenerlo. Pero sólo puedo hablar con él. No le puedo poner la mano encima. No puedo tocar a Tore.