En una pequeña ciudad como Kiruna, la voz corre deprisa. El médico forense Lars Pohjanen le cuenta a su ayudante Anna Granlund que Rebecka Martinsson le dijo que la fallecida Wilma Persson se le había aparecido y que le había dicho que no había muerto en el río. Por eso él había decidido sacar la muestra de agua de los pulmones de la chica.
Anna Granlund le responde que cree en esas cosas y que el primo de su abuelo podía invocar a la sangre para detener hemorragias.
Anna Granlund trabaja bajo secreto profesional, pero aun así se va de la lengua con su hermana mientras se comen una pizza en Laguna.
Su hermana promete no decir nada, pero la familia no cuenta, así que por la noche habla del tema con su marido.
El marido, sin embargo, no cree en esas cosas. Por eso se lo cuenta a un amigo cuando están tomando una sauna después del gimnasio. Quizá necesite contrastar sus ideas. ¿Podría ser posible? Quiere ver la reacción del otro.
El amigo no dice gran cosa y echa un poco más de agua en las piedras calientes.
El amigo suele ir de caza con un viejo de Piilijärvi, Stig Rautio. Se cruzan delante del súper Coop y se lo cuenta. Le pregunta a Stig si conocía a Wilma Persson. Al parecer fue asesinada. Y la fiscal esa, Rebecka Martinsson, la que mató a aquellos pastores hacía unos años, por lo visto había…
Y Stig Rautio caza en una zona que pertenece a Tore y Hjalmar Krekula. Va a ver a Isak y Kerttu Krekula para pagarle el arriendo a Tore, a quien según su mujer encontrará en casa de los padres. No hay prisa con el arriendo, pero a Stig le pica la curiosidad. En el pueblo se dice, bueno, en toda Kiruna se dice que la policía ha registrado las casas de los hermanos Krekula, en relación con las muertes de Wilma Persson y Hjörleifur Arnarson. Isak está postrado en la habitación pequeña, como siempre desde hace unos meses. Kerttu está friendo rodajas de salchicha gruesa y ha preparado puré de nabos para sus chicos. Hjalmar come, pero Tore sólo toma café, ha comido en casa lo que ha cocinado su mujer.
Kerttu no le ofrece café a Stig. Todos saben que ha ido a husmear pero no pueden decirle nada por ello. Él entrega el sobre con el dinero del arriendo. Ha cogido el primer sobre que ha visto y ha resultado ser uno de los sobres bonitos de su mujer, comprado en el mercado de Kiruna, con florecillas secas prensadas en el papel hecho a mano. Tore coge el sobre y lo mira con mofa. Claro que sí, dicen sus ojos. Hay que ser detallista.
Stig se arrepiente de no haber buscado otro sobre, uno usado habría sido mejor, pero ahora ya da lo mismo. Les cuenta que ha oído que la policía ha estado allí, jodidos idiotas, perdedores, qué coño se creen, seguro que en cualquier momento van también a su casa. Después les cuenta eso de la fiscal Martinsson y el forense Pohjanen. Que ella había soñado con Wilma y que luego fue al forense.
—Un día de éstos empezarán a comprar bolas de cristal en lugar de ir a por los ladrones —bromea.
Nadie reacciona, evidentemente. La broma se queda en el aire, torpe y patosa. La familia Krekula se comporta como siempre. Hjalmar come puré con salchicha, Tore golpetea la taza de café con la uña y Kerttu se la vuelve a llenar.
Es como si no hubiera pasado nada especial en todo el día. No hacen ni un comentario a lo que Stig les está contando de la policía. Se crea un silencio sepulcral en la cocina durante un buen rato. Tore cuenta los billetes del sobre cursi y le pregunta a Stig si tiene algo más que hacer allí. No, nada más. Se marcha sin chismes que airear en el pueblo.
Cuando se ha ido, Tore dice:
—Qué cantidad de sandeces. Que la fiscal ha soñado con ella.
Kerttu dice:
—Papá no va a durar mucho más. Esto acabará con él.
—La gente habla —dice Tore—. Siempre lo ha hecho. Déjales que hablen.
Entonces Kerttu golpea la mesa con la palma de la mano. Grita:
—¡Para ti es fácil decirlo!
Empieza a recoger la mesa aunque Hjalmar no haya terminado, una clara señal de que se ha acabado la conversación.
«Siempre está todo dicho —piensa Hjalmar—. También cuando a papá le dio el infarto. Cuando Johannes Svarvare empezó a irse de la lengua por la borrachera. Entonces quedó todo dicho en un momento.»