Extracto del interrogatorio a Tore Krekula. Lugar: comisaría de Kiruna. Fecha y hora: 28 de abril a las 19:35. Los presentes son los inspectores Anna-Maria Mella y Sven-Erik Stålnacke y la fiscal del distrito, Rebecka Martinsson.
A.-M. M.: Son las diecinueve y treinta y cinco y empieza el interrogatorio. ¿Puedes decir tu nombre?
T. K.: Tore Krekula.
A.-M. M.: Tú mismo le has afirmado a la policía que tú y tu hermano Hjalmar Krekula visitasteis a Hjörleifur Arnarson ayer. ¿Por qué fuisteis?
T. K.: Nos enteramos de que la policía había ido a verlo para hacerle preguntas sobre Wilma Persson y Simon Kyrö. Y nosotros somos de su familia. Ella vivía en casa de su bisabuela, Anni Autio. Anni y nuestra madre son hermanas. Pero la policía no nos cuenta una mierda, así que queríamos saber qué coño estaba pasando.
A.-M. M.: ¿Puedes hablarme de vuestra visita en casa de Hjörleifur Arnarson?
T. K.: ¿Qué quieres saber?
A.-M. M.: Simplemente, explica cómo fue.
T. K.: Le preguntamos de qué había hablado con la policía. Nos dijo que de «nada en especial». Que le habíais hecho preguntas sobre Wilma y Simon, pero que no sabía nada.
A.-M. M.: ¿Quién preguntaba, tú o tu hermano?
T. K.: Yo. Yo le preguntaba. Hjalmar no es muy hablador.
A.-M. M.: Y ¿luego?
T. K.: ¿Luego? Luego nada. Nos fuimos. No sabía nada.
A.-M. M.: ¿Tocasteis alguna cosa mientras estuvisteis en su casa?
T. K.: Es posible, no me acuerdo.
A.-M. M.: Piensa.
T. K.: Te digo que no me acuerdo. ¿Hemos terminado? Algunos tenemos que reunir impuestos para vuestros sueldos, ¿sabéis?
A-M M: El interrogatorio finaliza a las diecinueve cuarenta y dos.
Extracto del interrogatorio a Hjalmar Krekula. Lugar: comisaría de Kiruna. Fecha y hora: 28 de abril a las 19:45. Los presentes son los inspectores Anna-Maria Mella y Sven-Erik Stålnacke y la fiscal del distrito, Rebecka Martinsson.
A.-M. M.: Son las diecinueve y cuarenta y cinco y empieza el interrogatorio. ¿Puedes decir tu nombre?
H. K.: —
A.-M. M.: Tu nombre, por favor.
H. K.: Hjalmar Krekula.
A.-M. M.: Ayer tú y tu hermano visitasteis a Hjörleifur Arnarson. ¿Puedes hablarme de esa visita?
H. K.: —
A.-M. M.: ¿Puedes hablarme de esa visita?
H. K.: —
A.-M. M.: ¿Debo interpretar tu silencio como que… ?
H. K.: No nos dijo nada. ¿Me puedo ir?
A.-M. M.: No, no puedes, acabamos de… ¡Siéntate!
R. M.: ¿Puedo hablar un momento contigo?
A.-M. M.: Son las diecinueve y cuarenta y siete, hacemos una pausa en el interrogatorio al sospechoso.
—Tendremos que dejarlo marchar —les dijo Rebecka Martinsson a Anna-Maria Mella y Sven-Erik Stålnacke—. Tenemos sus ropas. Cruzaremos los dedos para el análisis técnico.
Estaban en el pasillo, delante de la sala de interrogatorios.
—¡No han dicho nada! —exclamó Anna-Maria—. ¡No los vamos a soltar ahora!
—No están detenidos. Nos han dicho lo que tienen que decir.
—Pero tenemos derecho a retenerlos durante seis horas para interrogarlos. Los muy cabrones se van a quedar ahí sentados las seis horas.
—¿Quieres que te pongan una falta de servicio? —le preguntó Rebecka con calma—. No tenemos motivos para retenerlos.
Fred Olsson y Tommy Rantakyrö salieron al pasillo atraídos por las voces alteradas.
—Rebecka dice que los tenemos que dejar ir —dijo Anna-Maria.
—Los cogeremos igualmente —intentó consolarla Fred Olsson.
Anna-Maria asintió con la cabeza.
«Tenemos que hacerlo —pensó—. Si no, no podría soportarlo. Por Dios, que haya algo en la ropa.»
—Conseguimos hacer el registro domiciliario —dijo Tommy Rantakyrö—. Buen trabajo, «Svempa».
Sven-Erik Stålnacke bajó la mirada y se aclaró la garganta para confirmar que había oído el elogio.
—La hostia —dijo Tommy Rantakyrö haciendo un esfuerzo por cambiar la atmósfera que se había creado—. Habría dado cualquier cosa por estar allí.
—Sí, y la sincronización de la llamada ha sido perfecta —dijo Rebecka lanzándole a Sven-Erik una mirada de reconocimiento—. Por el momento les decimos adiós a los hermanos Krekula. Anna-Maria, ¿tienes las actas de Wilma, Simon y Hjörleifur?
—Por supuesto —dijo Anna-Maria demorando un poco la respuesta.
—Vale, ahora que asumo el mando de la investigación voy a leerme todo el material. Tengo pensado hacerlo esta tarde.
Tensión general en el grupo. Todos miraban a Rebecka.
—En el momento en que autorizo una orden de registro asumo el mando, ya lo sabéis —dijo Rebecka.
Ahora las miradas de los tres hombres saltaron a Anna-Maria.
—Claro —dijo ella con un tono de voz extrañamente liviano—. Es que no estamos acostumbrados a tanta formalidad. Con Alf Björnfot la cosa suele continuar igual y nosotros le vamos reportando información a medida que el trabajo avanza.
—Como ya he dicho antes hoy mismo —dijo Rebecka, y ahora las palabras salían con más ritmo de su boca—, ahora no estáis trabajando con Alf Björnfot sino conmigo. Quiero leerme todo el material. Después, lo que me espero es que me vayáis informando de forma regular en cuanto pase algo.
«Lo que me espero», repitió Anna-Maria Mella sin poder reprimirse. Después se metió en su despacho, recogió las actas que estaban encima de su mesa y salió para entregárselas a Rebecka Martinsson.
La fiscal la siguió pegada a los talones y tomó las actas en el umbral de la puerta. Los demás compañeros iban detrás como una cola.
—Puede que no estén muy bien ordenadas —dijo la inspectora.
—Da igual —respondió Rebecka.
Lanzó una mirada a la pizarra blanca del despacho de Anna-Maria. Había fotos de Wilma, Simon y Hjörleifur con las fechas de la desaparición de Wilma y Simon, de cuando encontraron a Wilma y del asesinato de Hjörleifur Arnarson. Había mapas de la zona donde encontraron el cuerpo de Wilma y de Vittangijärvi. Los nombres de los hermanos Krekula también aparecían.
—Eso —dijo Rebecka señalando— lo pondremos mañana en la sala de reuniones. Así lo tendremos todo reunido en el mismo sitio. ¿A qué hora nos vemos para hacer un repaso? ¿A las ocho?
«Que piensen lo que quieran —se dijo Rebecka cuando salió de allí con las actas bajo el brazo—. He asumido la responsabilidad y quiero que las cosas se hagan bien. Y no es mi estilo quedarme al lado sin participar. Si tomo el mando del caso soy yo la que decide.»
—Uau —dijo Anna-Maria en cuanto Rebecka Martinsson hubo desaparecido—. ¿Creéis que mañana tendremos que ponernos en fila antes del repaso? Por orden alfabético, como en el colegio.
—Pero ha hecho un trabajo de puta madre esta mañana con Tore Krekula —dijo Sven-Erik—. Sin ella…
—Sí, sí —admitió Anna-Maria impaciente—. Sólo digo que un poco de humildad no hace daño a nadie.
Se hizo un silencio que duró un eterno segundo. Sven-Erik Stålnacke se la quedó mirando. Anna-Maria le devolvió la mirada, preparada para defenderse.
—Bueno, yo debería ir tirando —dijo Fred Olsson y se le sumó enseguida Tommy Rantakyrö, quien apuntó que seguramente su novia estaría mosqueada porque hacía más de una hora que lo había llamado para que fuera a cenar, y él le había prometido que de camino se pasaría a coger una película.