Estoy sentada en el borde de la mesa de autopsias observándome a mí misma.

El médico forense ha estado de mal humor todo el rato, enfurecido por tener que repetir mi autopsia. Hace una semana mi cuerpo no hacía tan mala pinta, a pesar de todo. Ahora, después de una semana al aire, he adoptado un color azulado y estoy hinchada. La carne se me cae a trozos.

El forense corta mi mano derecha y de pronto su malhumor parece haberse desvanecido. Empieza a tararear algo. ¿Eso es una canción? Qué voz tiene, suena como dos piedras frotándose una contra otra.

Se quita los guantes y llama por teléfono. Pide que le pasen con Anna-Maria Mella. Primero hace una introducción quejumbrosa explicando que ha sido un infierno tener que repetir la autopsia y que agradecería que de ahora en adelante le dijeran si sospechan que algún caso puede tratarse de algo más que un simple accidente, para que sepa qué está buscando. La oigo a ella hablándole pacientemente al otro lado. Él rechina descontento, pero al final ya no puede aguantarse, tiene que explicarle lo de la mano.

—Me ha parecido que podría interesarte —dice y, cuando oye el silencio atento y expectante de Anna-Maria Mella, hace una pausa retórica, grazna y carraspea hasta casi sacarla de quicio.

—Grr… grrr —hace antes de continuar—: Tiene una fractura en el quinto metacarpiano… El que va del meñique a la muñeca. Es una lesión habitual en acciones de defensa… Sí, es muy probable que se lo haya hecho así… que le haya dado un golpe a una puerta…

Tengo que salir de aquí. No puedo seguir mirando ese cuerpo. Hace nada la piel estaba tersa y viva. Tenía unos pechos hermosos. Recuerdo cómo Simon solía abrazarme. Recuerdo que se me ponía detrás, me besaba la oreja y el cuello y metía los dedos por debajo de la camiseta. Sus ruiditos dulces significaban que me deseaba. Nos decíamos «mmm» el uno al otro y sabíamos perfectamente lo que queríamos decir.

No tengo cuerpo. Esa montaña de carne morada que se está desmoronando sobre la camilla de acero a la luz de los fluorescentes no es mi cuerpo.

Estoy tan terriblemente sola.