EL AVANCE DE JULIANO
Al oeste de los montes Semenic
2 de junio de 101 d. C., hora secunda
—Llega la turma —dijo uno de los tribunos al legatus.
Tercio Juliano dejó el vaso de agua que estaba bebiendo en manos de un calon de la legión y dio unos pasos hasta situarse junto al tribuno que acababa de ver a los jinetes enviados por delante de las legiones para que reconocieran el terreno. El decurión al mando de la turma se detuvo a poca distancia del legatus augusti del segundo ejército de Roma en campaña al norte del Danubio. Desmontó de un salto y se situó frente a su superior.
—¿Cerca o lejos? —preguntó Tercio Juliano sin dar tiempo al decurión a saludar. El oficial entendió que el legatus augusti no estaba interesado en formalidades sino en información.
—Las dos cosas, legatus —respondió. Rápidamente, para evitar el enfado de su superior, añadió las explicaciones oportunas—. Estamos cerca porque esos montes —y señaló las montañas próximas que se alzaban a la derecha del ejército— son los montes Semenic. De eso estoy seguro, legatus, los reconozco de la última campaña, pero tenemos que cruzarlos para llegar al valle de Tapae y están llenos de árboles, maleza y, sobre todo, infestados de jinetes enemigos dacios y creo que también hay muchos sármatas entre ellos, catafractos, muy bien protegidos por todo el cuerpo. Hemos tenido un enfrentamiento con algunos de ellos y hemos perdido a cuatro hombres, buenos hombres, legatus, por culpa de esas protecciones que llevan, esas malditas corazas y el bosque. Todo eso va a dificultar muchísimo poder pasar. Por eso creo que en gran medida estamos lejos de alcanzar el valle…
—Estamos cerca —lo interrumpió Tercio Juliano—. Estamos cerca, decurión, y eso será lo que dirás a todo el mundo, porque realmente estamos cerca. Si hay que subir montañas o luchar contra catafractos sármatas, eso es otro asunto, pero estamos cerca y vamos a cruzar esos montes esta misma mañana. La supervivencia del primer ejército, de las legiones del emperador, está en juego. Así que vamos a cruzar esos montes.
—Sí, legatus —respondió el decurión, y no dijo más. No tenía claro que eso fuera a ser posible, no al menos en un plazo tan corto de tiempo, pero no era cuestión de discutir con un superior.
Tercio Juliano se alejó unos pasos del grupo de oficiales que lo rodeaba y miró hacia los montes Semenic. Allí estaban y tenían que cruzarlos. Levantó la mano derecha, sin mirar hacia atrás, e hizo una señal con el dedo índice para que se acercaran. Los tribunos se aproximaron al legatus augusti para recibir órdenes. Tercio Juliano empezó a hablar. No los miraba. Sólo tenía ojos para aquellas agrestes montañas.
—Toda la caballería irá por delante, abriéndonos camino, junto con los auxiliares a pie. Todos ellos irán peinando el bosque. Los sármatas nos atacarán y habrá muchas bajas por ambos bandos. Cuando nuestros jinetes y auxiliares no puedan avanzar los reemplazaremos por las cohortes de las legiones. La batalla será entonces cuerpo a cuerpo, en medio de un bosque, rodeados de árboles y de un enemigo que desconocemos. Es una absoluta locura, pero mis órdenes son entrar en el valle de Tapae atravesando esos montes y aniquilando al enemigo que pueda encontrarse allí. Son las órdenes del emperador de Roma y lo quiere todo esta misma mañana porque a esta hora el emperador ya debe de estar combatiendo en el valle, más allá de las montañas, y hay que llegar hasta allí como sea. —Dejó de mirar los montes Semenic y se volvió hacia los oficiales, que le habían estado escuchando entre tensos y nerviosos—. ¿Alguna pregunta?
Todos querían preguntar mil cosas, pero nadie abrió la boca.
—Bien —añadió Tercio Juliano—: yo iré al mando de la legión V en el centro, la legión I irá en el flanco izquierdo y la legión XIII a la derecha. Y me corrijo. Dejaremos varias turmae en las alas para cubrir los flancos. La mitad de las turmae de cada legión al frente, por delante de las legiones, y la otra mitad cubriendo los flancos. —Miró un momento al suelo; tenía que organizar bien las ideas; levantó de nuevo la mirada—. Sí, las turmae de la primera legión irán con los auxiliares por delante, abriendo la marcha, y las legiones I y XIII situarán su caballería en los flancos. Dejaremos todos los suministros por detrás. Si vencemos, si conseguimos cruzar esos montes y unirnos a las legiones del emperador, ya habrá tiempo después de recuperar todos esos víveres. Si no sobrevivimos… —y calló; no tenía sentido hablar de ello—. En fin, es muerte o victoria. Nada nuevo. Adelante, por Marte. —Y como los oficiales aún estaban digiriendo las órdenes recibidas y no se movían añadió—: ¡Vamos allá, por Roma, por el emperador!
Los tribunos del segundo ejército de campaña se dispersaron cada uno en dirección a su legión. Todos sabían que muchos de ellos no llegarían vivos al final de aquel día. Eran veteranos en aquellas lides. Perra vida. Buena vida muchos días, pero aquella mañana iba a ser muy dura, pésima.