29

Por la mañana, la temperatura de Gage era casi normal. Tenía ojeras, pero le brillaban los ojos y estaba alegre. De repente, en menos de una semana, su jerga incomprensible se había convertido en una media lengua bastante clara. Repetía todo lo que oía. En aquel momento, Ellie quería que dijera «mierda».

—Di mierda, Gage —insistió Ellie mientras tomaban el cereal.

—Mierdagage —respondió Gage, complaciente, desde detrás de su plato de cereal. Louis había autorizado el cereal, a condición de que lo tomara con poco azúcar. Y, como de costumbre, más que comerlo, Gage parecía usarlo a modo de champú.

Ellie se partía de risa.

—Di pedos, Gage.

—Pedozgage —dijo el niño con la cara llena de cereal—. Pedoz-mierda.

Ellie y Louis soltaron la carcajada. Imposible contenerse.

Rachel no parecía divertirse tanto.

—Basta por hoy de palabrotas —dijo, pasando a Louis un plato de huevos.

—Mierda-pedoz-pedoz-mierda —cantó Gage alegremente, y Ellie se tapó la risa con la mano. A Rachel le temblaron los labios, y Louis pensó que tenía un aspecto excelente, a pesar de la mala noche. Debía de sentirse más tranquila. Gage estaba mejor y ella había vuelto a casa.

—No digas eso, Gage —dijo Rachel.

—Corre, corre —dijo Gage cambiando el estribillo y echando al plato todo el cereal que había comido.

—¡Oh, qué GUARRADA! —gritó Ellie huyendo de la mesa.

Entonces Louis perdió por completo la compostura. No pudo evitarlo. De la risa pasó al llanto y del llanto a la risa. Rachel y Gage le miraban como si se hubiera vuelto loco.

«No —hubiera podido decirles él—. He estado loco, pero creo que de ahora en adelante todo irá bien. Estoy convencido».

Él no sabía si todo había terminado; pero parecía haber terminado. Quizá bastara con eso.

Y, durante algún tiempo, todo fue bien.