Kevin, Rebeca y su padre, Iñigo, se reunieron por primera vez tras muchos años. Cuando su padre empezó a hablar, Kevin, conmovido por la tristeza que vio en sus ojos, le abrazó. El amor a su madre le hizo prejuzgar sin pensar que en la vida siempre hay que escuchar la otra versión. Elena, la mujer de Iñigo, les demostró desde el primer día lo maravillosa que era. Olvidó el pasado y decidió partir de cero dándoles todo su cariño. Y como era de esperar, Kevin, al conocer a sus pequeños hermanos, los malcrió y desde el minuto uno se adoraron.
Lorena y Tina, al conocer el embarazo de Rebeca, saltaron de alegría. El que aquellos dos estuvieran de nuevo juntos y un bebé de ambos viniera al mundo, era la mejor de las noticias. Carla y Samuel, junto a sus hijos, disfrutaban de la felicidad de todos. Atrás quedaron los problemas y tenían por delante un bonito futuro.
Donna, días antes del parto de Rebeca, regresó a España junto a Miguel y María. Ángela se volvió loca, rodeada de todos aquellos muchachos a los que quería. En un principio, Donna estaba reticente con el tema de su padre, pero al ver que sus hermanos le habían perdonado, no lo dudó. Decidió darle una oportunidad y éste no la defraudó.
Kevin se recuperó a pasos agigantados, incluso llegó a saborear de nuevo volver a ser un espíritu libre y les sorprendió a todos saliendo un par de veces a cenar con Belén, la secretaria de Rebeca ¿habría algo entre ellos?
Pizza estaba hecha toda una madraza con sus cinco cachorros. En un principio Rebeca, ante la llegada del bebé, pensó en regalarlos. Pero tras decidir que Kevin se quedaría a vivir en su casa y ella se trasladaría a vivir a un nuevo hogar con Paul, decidió quedarse con todos, excepto con dos, que se quedarían con Kevin.
Dos días después de la llegada de Donna, Rebeca se puso de parto y tuvo un niño precioso al que pusieron el nombre de Víctor. Tres meses después, Paul y Rebeca contrajeron matrimonio en una celebración íntima, emotiva y fuera de todos los paparazzi que siempre les rondaban.
Rita e Iván, respiraron con alivio al saber que sus amigos por fin eran felices. Aquel era un comienzo que les daría un nuevo sentido a sus vidas y estaban seguro de que lo iban a aprovechar. Todos juntos y unidos disfrutaron de una boda entrañable. Porque cuando Rebeca y Paul se dijeron el «sí quiero» mirándose a los ojos, lo dijeron con verdadero amor.