Capítulo 33

Rebeca llegó a la oficina sobre las diez de la mañana. Poco rato después entró Carla a su despacho con una taza de café.

—¿Cómo te encuentras?

Al ver a su amiga sonrió.

—Un poco mejor. Gracias por todo. No sabía a quién llamar y sabía que tú no me fallarías.

—Pues claro que no, tontuela. Para ti soy como un seven eleven. Abierta las veinticuatro horas del día. De hecho, ya he hablado con Samuel, y le he dicho que esta noche me voy también contigo a dormir.

—De ninguna manera —respondió Rebeca al pensar en el pobre Samuel otra noche a solas con los niños—. Tú tienes un marido y unos niños a los que atender, y no consiento que los desatiendas por mí. Esta noche te quedas en tu casa.

—No seas cabezota, Rebeca.

Al escuchar aquello, la miró con gesto serio.

—No. No seas cabezota tú. Ayer te demostré que cuando te necesito te llamo. Hoy estoy mejor y quiero estar sola. Necesito estar sola. Créeme.

—De acuerdo. —Se dio por vencida—. Pero si me necesitas ya sabes dónde voy a estar.

Sonó el teléfono y cada una se volcó en su trabajo. Durante el duro día en la oficina, Rebeca esperó la llamada de Paul. Pero este, como bien dijo la noche anterior, no llamó. Sabía que era ella quien le debía llamar y disculparse por todo lo ocurrido, pero ni lo intentó. Una y otra vez pensó en la discusión. ¿Cómo podía haber sido tan imbécil con él?