En el aeropuerto, cuando fueron a recoger a Donna, Miguel y María, todo fueron risas y abrazos. Miguel, aún incrédulo por tener a Paul delante de él, no paró de hacerle preguntas sobre motos y el Mundial, algo a lo que Paul contestó encantado. Al llegar a casa de Rebeca, Donna miró al principio con un poco de recelo a Bianca. Incluso hizo el comentario de que no le gustaba y Rebeca, rápidamente, la reprendió. Ese primer día comieron todos juntos, y quienes hicieron buena camarilla fueron María y Lorena, que estuvieron todo el día jugando con Pizza.
Llegó el día señalado en el calendario. La boda. Bianca estaba preciosa con su traje de novia, y a Kevin se le veía radiante de felicidad. Fue un enlace muy familiar, y cuando Carla llegó del brazo de Samuel y con la pequeña Noelia en brazos, se emocionaron. Todo fue divertido como era de esperar. Aunque hubo un momento en el que los tres hermanos echaron muchísimo de menos a su madre. Pero en seguida apareció Ángela e hizo todo lo posible para alegrarles. En un momento en el que Rebeca estaba sola tomándose una copa, Donna se acercó hasta ella con su vestido de seda color manzana.
—¿Qué tal?
—¡Genial! Todo está saliendo fenomenal.
Donna sonrió mientras miraba a los recién casados que bailaban abrazados.
—¿Crees que durará mucho Kevin con la de Eslovenia?
Al escuchar aquello Rebeca sonrió.
—Pero mira que eres retorcida. ¿Por qué no van a durar? —protestó dándole un capón a su hermana.
Donna se encogió de hombros sin quitarle la vista de encima a Bianca.
—Ojalá tengas razón… pero no sé —murmuró—. Hay algo en ella que no me convence.
—Es una buena chica. ¿No lo ves?
—No… no lo veo. Creo que ella no es como nos muestra. Hay algo en su mirada que no sé… no me convence. Eso de que cuando te habla no mire a los ojos. No… no puedo con ello.
—Pero si tiene una mirada angelical.
Donna se carcajeó.
—¿Angelical? Mira, bonita, es cierto que la muchacha es guapa, tiene un cuerpo muy fino y una carita de muñequita, pero, precisamente, su mirada de angelical tiene poco.
—¡Exagerada! Eres una exagerada…
Pero Donna, convencida de sus manías, asintió con seguridad.
—Quizá tengas razón. Soy una plasta. Pero quiero lo mejor para mi hermano.
—Él no es tonto y sabe elegir —defendió Rebeca—. Y creo que no debemos hablar más de este temita…
Ambas se miraron y asintieron hasta que Donna posó sus ojos en Paul, que estaba estupendo con aquel traje oscuro.
—Por cierto, ¿te he dicho que tienes un gusto increíble? —Rebeca sonrió y la loca de Donna soltó—: Madre mía… ¡tiene que ser una fiera en la cama!
—¡Donna! —gritó dándole un puñetazo—. Calla, que te puede oír.
—Venga, hermanita, no vayas de estrecha y suelta, ¿es tan efusivo y temperamental como cuando corre en el Mundial?
Rebeca miró a su hermana y fue a hablar, pero no pudo aguantar la risa.
—No te lo pienso decir. ¿Te he preguntado yo alguna vez cómo es Miguel en la cama?
—Uf… ¡Un Sandokán! —respondió con guasa—. Me encanta cuando me mira y…
Escandalizada, Rebeca tapó con la mano la boca a su hermana.
—Paul… ¡es la bomba! No te digo más —cuchicheó divertida.
—Lo sabía —rio Donna—. Tiene toda la pinta. Pero es que si no lo pregunto, reviento.
—Con él estoy experimentando cosas que no había conocido antes —confesó Rebeca mientras recorría con auténtica adoración su cuerpo—. Él consigue que…
—Calla… calla… calla… —cortó Donna divertida—. Pero ¿qué es lo que pretendes contarme?
—Jolín, Donna, me has preguntado.
—Lo sé… lo sé pero nunca pensé que me fueras a contestar —ambas rieron y esta volvió al ataque—. Por cierto, está mal que yo lo diga ¿Pero te has fijado bien en el culito tan mono que tiene?
No reírse con Donna era imposible.
—Miguel tampoco está mal con ese traje —contestó mirando a su cuñado, que hablaba con Paul.
Con descaro, su hermana miró a su marido y susurró en tono bromista.
—Estoy deseando que se vaya todo el mundo para llevármelo a la habitación. Ese traje y cómo le queda me están volviendo loca. ¡No sé si voy a poder dominarme!
Mientras la dos reían sin parar, se acercaron hasta ellas los objetos de sus críticas.
—A ver —preguntó Miguel—, ¿a quién están criticando estas dos preciosidades?
Paul se acercó a su chica mientras Donna se dirigía a su marido.
—Qué mal pensado eres, cariño. ¿Cómo puedes pensar eso de dos chicas tan educadas como nosotras?
Miguel, mirando a su mujer, silbó.
—Paul, me temo que han hecho algo más que criticar.
Aquel comentario les hizo reír a todos, hasta que Kevin les llamó.
—¡Eh, vosotros! Venid. Quiero hacer una foto con la familia.
Donna cogió a su marido de la mano.
—Vamos, cariño, mi hermano nos llama.
Paul no se movió, Rebeca se acercó a él y tras darle un azote en aquel duro trasero repitió haciéndole reír.
—Vamos, cariño, mi hermano nos llama.