Capítulo 22

Llegó mayo y la historia entre Paul y Rebeca seguía viento en popa. Siempre que podían se veían y él respetó el no hablar de lo ocurrido con su padre. La boda de Kevin se acercaba y Paul podría acompañarla. Los novios al final se retrasaron y Rebeca se tuvo que encargar de todo. A Bianca le surgió un problema en su trabajo y no llegarían hasta un par de días antes de la boda.

Donna, Miguel y María llegaron a España desde Chicago. Rebeca, feliz por tenerlos junto a ella, no paraba de reír. Su sobrina era preciosa y su hermana y su cuñado encantadores. Tras tres días juntos, Donna, su marido y su hija, se marcharon para Andalucía. La familia de Miguel les esperaba y pasados unos días regresarían a Madrid para la boda.

Días después llegó Kevin con Bianca, su futura mujer. La chica era bonita, menuda y agradable, aunque no muy habladora. Rebeca se alegró al ver a su hermano tan feliz y centrado. Aquello no era propio de él. Aunque le vio más delgado que en Navidad, pero divertida pensó que serían los nervios y el amor.

Al día siguiente de la llegada de los futuros novios, llegó Paul. Rebeca decidió darle una sorpresa. Pasó por su casa, recogió a Lorena, y las dos se dirigieron felices al aeropuerto.

Encantadas, fueron hacia la puerta que indicaba su llegada y los pasajeros que llegaban de Francia comenzaron a salir. La niña estaba inquieta, quería ver a su papá. Las puertas se abrieron varias veces hasta que apareció Paul hablando con una despampanante morena vestida con glamour.

En un principio él no las vio, pero Rebeca no le quitó la vista de encima. Se le veía enfrascado en una discusión con aquella. La mujer le asía continuamente del brazo para llamar su atención, pero él se soltaba furioso. De pronto Lorena le vio y comenzó a llamarle. Él, sorprendido, buscó la procedencia de la voz de su hija, y al verlas les mandó una sonrisa, pero con un gesto con la mano le pidió a Rebeca que se quedaran donde estaban.

La mujer que le acompañaba miró a la joven a la que Paul había dirigido la sonrisa y comprobó que era todo lo opuesto a ella en glamour. Pero su curiosidad hizo que su mirada se centrase en la niña que estaba a su lado. Era una niña muy guapa, y estaba muy graciosa con aquel peto rojo a juego con la gorra torcida que llevaba en la cabeza. Paul, al ser consciente de cómo las observaba, hizo que la mujer centrara otra vez su atención en él poniéndose en el campo de visión entre ambas. Instantes después, Paul se volvió y se dirigió a ellas. Sonreía, pero en sus ojos Rebeca vio tensión.

Lorena salió corriendo al encuentro con su padre, al que abrazó y besó nada más estar entre sus brazos. Mientras tanto Rebeca continuaba observando a la mujer que seguía mirándoles a distancia. Cuando Paul llegó hasta ella, la besó y juntos se encaminaron hacia la salida del aeropuerto. En el coche, y aunque Lorena no paró de hablar y de contarle cosas a su padre, Rebeca le preguntó si le ocurría algo. Con rapidez él lo negó. Pero su mirada le delataba y Rebeca decidió no seguir preguntando. No era el momento, pero quería saber más sobre aquella elegante mujer.

Aquella noche salieron a cenar Kevin, Bianca, Paul y Rebeca. Fueron a Di Roma, un restaurante italiano que gustaba mucho a los hermanos Rojo. Durante la cena no pararon de reír. Kevin y Paul eran divertidos y se compenetraban muy bien. Horas después, al salir del restaurante, Paul propuso tomar una copa. Finalmente se acercaron al Buda donde el encargado, tras saludar a Paul, les invitó a unas copas.

En el local, y mientras Kevin y Bianca bailaban, Paul atrajo a su chica hacia él.

—Bueno, preciosa ¿me has echado de menos?

—Pues la verdad es que un poco. ¿Y tú a mí? —respondió sonriendo feliz por estar entre sus brazos.

Él sonrió a su vez. No había parado de pensar en ella. En sus ojos. En su boca, en su entrega en la cama.

—No veía el momento de aterrizar. Gracias por ir a buscarme al aeropuerto.

—Hablando del aeropuerto, ¿quién era la mujer con la que hablabas?

La sonrisa desapareció de su rostro. Paul, se tensó.

—Rebeca, no me apetece hablar de ese tema —contestó fastidiado, pero al ver cómo ella le miraba, soltándola de la cintura endureció la voz—. Si te refieres a si era un lío mío, te contesto que no. No era ninguna amante ni nada por el estilo.

—Yo no he mencionado la palabra amante. Solo quería… —contestó ella a la defensiva.

Cortándola, y con el ceño fruncido, Paul le respondió mientras se sentaban.

—Al igual que tú me pediste que no volviera a mencionar a tu padre, yo te pido que no vuelvas a mencionar esta conversación, ¿entendido?

En ese momento Kevin y Bianca dejaron de bailar y regresaron a la mesa. Kevin, al ver a su hermana tan seria, la invitó a bailar con él. Ella accedió.

—Bueno, hermanita, ¿qué te parece mi futura mujer?

—Hablas de Bianca, ¿no? —intentó bromear, todavía un poco aturdida por lo ocurrido con Paul.

Si bien era cierto que él intentaba ser el de siempre, Rebeca veía en su mirada una oscuridad que nunca había visto. A Paul le pasaba algo que intentaba disimular.

—Eh… estoy esperando —apremió Kevin.

Soltando una risotada, miró a su hermano.

—Me parece una chica encantadora.

—¿Solo encantadora? Vaya, hermanita, esperaba algún cumplido más de ti.

Rebeca miró hacia la mesa donde aquella hablaba ahora con un sonriente Paul.

—No sé, Kevin. Apenas la conozco. Solo te puedo decir de momento que me parece una chica mona, agradable, y poco más.

—Vale… —se mofó él—. Por lo menos ya sé que piensas que es encantadora, simpática y agradable. Ah… y también mona, se me olvidaba.

—Pero qué tonto eres —rio tirándole de la melena—. ¿De verdad estás seguro de lo que vas a hacer?

Kevin, como un bobo, miró en dirección a Bianca y suspiró.

—Joder, hermanita, según lo dices parece que voy directamente al patíbulo. Estoy loco por ella, y creo que ha llegado el momento de hacer algo con mi vida. Además, no creo que encuentre a otra persona mejor. Oye, y cambiando de tema, ¿qué tal tú y el guaperas? Veo que finalmente estáis juntos.

—Eso parece —asintió mirando a Paul. Era tan guapo cuando sonreía y le salían esos hoyuelos en las mejillas.

—Sinceramente, cuando conocí a ese guaperas en la fiesta de Navidad y vi cómo os observabais, supe que iba a haber algo más que miraditas.

—¿De verdad?

Gesticulando, Kevin asintió.

—Oh, sí… Cuando vi cómo miraste a aquella morena y sacaste el genio de mamá, pensé: ¡aquí hay tomate! —Ambos rieron—. Creo que es un tipo estupendo, y me parece genial que le hayas invitado a la boda.

—Me alegro —dijo Rebeca cruzando una mirada con Paul, quien le sonrió—. Por cierto, el viernes llega Donna a las diez de la mañana.

—Uf… tengo muchísimas ganas de verla. ¿Sigue tan loca como siempre?

—Más… yo no sé a qué rama de la familia ha salido pero está como una chota —contestó Rebeca divertida—. Tenías que haberla oído el día que le dije quién era Paul. ¡Casi le da un infarto!

Kevin miró a su hermana extrañado.

—Pero bueno, ¿quién coño es Paul? La verdad es que me tiene sorprendido. Todo el mundo parece conocerle y eso de que nos inviten continuamente a champán y del bueno… me tiene alucinado.

Sabiendo cómo reaccionaría su hermano, Rebeca esbozó una cuca sonrisa para responder en un susurro.

—Es un piloto de MotoGP.

Kevin abrió los ojos descomunalmente.

—¿Es Paul Stone? ¿El loco que corre en Ducati?

Rebeca asintió.

—El tipo con el que sales, y que está sentado en la mesa con mi futura mujer, ¿es Paul Stone? —preguntó Kevin incrédulo.

Tras suspirar, Rebeca volvió a asentir y Kevin, soltándola, se dirigió hacia la mesa donde reían.

—¡Estupendo! ¡Otro loco más en la familia!