Habían pasado dos semanas desde aquella desastrosa noche. Su padre, Iñigo Rojo, intentó hablar con ella. La llamó por primera vez a la oficina pero ella se negó a responder. No quería hablar con él. Tras lo ocurrido, habló con Paul sobre el tema sin profundizar. Pero solo aquel día. No volvieron a hablar de ello y él se marchó al Gran Premio de Motociclismo de Italia.
Una mañana, mientras estaba sentada en su despacho, oyó voces en el pasillo. Entró Belén con gesto de disgusto.
—Es el señor Cavanillas.
—¿Cavanillas? —preguntó Rebeca extrañada—. ¿Pero no estaba en Barcelona?
No pudo decir más. Aquel odioso individuo apareció por la puerta con su mirada inquisidora de siempre. Convencida de lo que pensaba de ella, Rebeca se levantó y, con tranquilidad, escuchó cómo se dirigía a ella.
—Rebeca, querida, ¿cómo estás? —saludó agriamente.
Con la mejor de sus sonrisas, le tendió la mano.
—Buenos días, señor Cavanillas. ¿Cómo usted por aquí?
Mirando a su alrededor, se dio una vuelta por el bonito despacho de Rebeca y soltó:
—Necesitaba regresar a Madrid. ¿Qué tal todo?
Ella iba a responder cuando le vio que se paraba ante su mesa y, sin preguntar, cogía unos documentos y los ojeaba.
Eso sí que no, pensó molesta. Y acercándose hasta él, le tendió la mano.
—Espero que no se tome a mal esto, pero ¿me devuelve los papeles? Son confidenciales.
Con una fría risa, él se los devolvió.
—¿Pero qué dices, querida? —replicó con sorna—. Esto es el contrato para Importaciones-Exportaciones Textiles Airward. —Y con la furia instalada en los ojos aclaró—: Sé perfectamente de lo que va el tema.
—Tiene razón —respondió Rebeca marcando distancias—. Este contrato es algo que usted comenzó, pero desde hace unos meses las cláusulas acordadas ya no existen. Y sin ánimo de ofenderle, ahora es algo mío, no suyo.
Cavanillas se disponía a replicar. Aquella idiota, ¿quién se había creído? Pero no pudo; entró Peterson por la puerta.
—Cavanillas, querido amigo, ¿cómo estás?
—De visita… —aclaró este, y mirando a Rebeca dijo—: Hablaba con ella sobre el contrato de Exportaciones-Importaciones Textiles Airward.
Peterson miró a Rebeca.
—Oh… sí. Estamos consiguiendo cambiar algunas cláusulas a nuestro favor gracias a esta estupenda abogada. Es infalible en las negociaciones.
Encantada por aquello, Rebeca, llamándole por su nombre de pila, se lo agradeció.
—Gracias, Thomas, eres muy amable.
—Por cierto, ¿ya está firmado?
Con los papeles aún en la mano, ella se los tendió.
—Le estaba echando un último vistazo antes de la comida que tengo hoy con ellos para la firma.
—¡Estupendo!
—Esperemos que lo acepten y por fin cerremos esta negociación —añadió ella ante el entusiasmo de Thomas. En ocasiones parecía un crío a pesar de los años que tenía.
Sin entender nada, Cavanillas les miró y Peterson le aclaró.
—Exportaremos nuestras telas también al mercado europeo. Sabemos que al principio será lento y trabajoso, pero ya hemos abierto sucursales en Hamburgo y Milán, y en breve espero que en Grecia.
—¿Cómo? —preguntó Cavanillas con los ojos desencajados—. ¿Habéis abierto sucursales en Europa?
—Sí —sonrió Rebeca al ver su sorpresa.
—¿Pero cómo? Otras veces lo hemos intentado y no ha dado resultado. Allí utilizan sus propios tejidos.
—Tienes razón, Cavanillas. Pero Rebeca se puso en contacto con varios despachos de algunas ciudades y encargó un estudio de mercado —aclaró orgulloso Peterson—. Solo te puedo decir que después de mucho trabajo, hemos llegado a la conclusión de que podemos exportar nuestras telas a unos precios competitivos. —Y acercándose a Cavanillas indicó—. Amigo mío, esto es un reto. Nunca había sido posible pero ahora lo es. —Volviéndose hacia Rebeca, el jefazo sonrió—. Entonces querida, ¿no puedes venirte con nosotros a comer?
—No, gracias. He quedado para comer en La Cremerie, y quiero tener todo revisado y atado.
Con gesto agrio, Cavanillas se despidió de ella. Rebeca le miró. Había descubierto cosas durante aquellos meses que, si salieran a la luz, a aquel estúpido se le caería el pelo. Pero aquello era algo que guardaría. Quizá tuviera que utilizarlo en otro momento.