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Efectuar elecciones viables se produce en un crisol de errores informativos. Así acepta la Inteligencia la falibilidad. Y cuando no son conocidas las elecciones absolutas (infalibles), la Inteligencia corre sus riesgos con los datos limitados que posee en una arena donde los errores no sólo son posibles sino necesarios.

DARWI ODRADE

No se trataba tan sólo de que la Madre Superiora abordara un transporte que la condujera a alguna no-nave conveniente. Había planes, arreglos, estrategias… contingencias sobre contingencias. Tomó ocho agitados días. La sincronización con Teg tenía que ser precisa. Las consultas con Murbella consumieron horas. Murbella tenía que saber a lo que se enfrentaba. Alcanza en pleno centro su talón de Aquiles, Murbella, y lo tendrás todo en tus manos. Permanece en la nave de observación cuando Teg ataque, pero mira cuidadosamente. Odrade aceptó detallados consejos de todos aquellos que podían ayudar. Luego vino el implante de signos vitales con el codificador para transmitir sus observaciones secretas. Una no-nave y un transbordador de largo alcance tuvieron que ser reacondicionados, y las tripulaciones fueron elegidas personalmente por Teg.

Bellonda murmuró y gruñó hasta que Odrade intervino.

—¡Estás distrayéndome! ¿Es eso lo que pretendes? ¿Debilitarme?

Era a última hora de la mañana, cuatro días antes de la partida, y estaban temporalmente a solas en el cuarto de trabajo. El tiempo era sereno pero anormalmente frío para la estación, y el aire tenía un tinte ocre de una tormenta de polvo que había barrido Central por la noche.

—¡La Asamblea fue un error! —Bellonda necesitaba decirlo.

Odrade se dio cuenta de que restallaba su respuesta a Bellonda, que se había vuelto un poco demasiado cáustica.

—¡Era necesaria!

—¡Para ti, quizá! Decirle adiós a tu familia. Y ahora nos dejas aquí lavándonos la ropa las unas a las otras.

—¿No crees que estamos realizando un auténtico servicio? —Suavemente… suavemente.

—¿Y cómo determina la Madre Superiora lo que es «real»? —Con un innegable acento de burla. Bell estaba demasiado nerviosa y lo demostraba. Intranquilizando a las otras.

—Me sorprende que lo preguntes. Los auténticos servicios se reconocen siempre porque sostienen la vida. Nos empujan hacia adelante como los golpes de remo del ocupante de una canoa.

—¡No somos poéticas!

—¿Has subido aquí simplemente para quejarte de la Asamblea?

—¡No me gustan tus últimos comentarios acerca de las Honoradas Matres! Deberías habernos consultado antes de difundir…

—¡Son parásitos, Bell! Ya es hora de que dejemos esto bien claro: se trata de una reconocida debilidad.

—Ignoras sus fuerzas, y eso podría…

—¿Qué hace un cuerpo cuando se ve afligido por parásitos? —Odrade dijo esto con una amplia sonrisa.

—Dar, cuando tú asumes esta… esta pose pseudohumorística, ¡te estrangularía!

—¿Y sonreirías mientras lo hicieras, Bell?

—¡Maldita seas, Dar! Uno de esos días…

—No tenemos muchos más días juntas, Bell, y eso es lo que te está devorando. Responde a mi pregunta.

—¡Respóndela tú misma!

—El cuerpo agradece un periódico espulgado. Incluso los adictos sueñan con la libertad.

—Ahhh. —El Mentat se asomó a los ojos de Bell—. ¿Crees que puede conseguirse que la adicción a las Honoradas Matres se vuelva dolorosa?

—Pese a tu terrible incapacidad para el humor, aún puedes seguir funcionando.

Una sonrisa cruel curvó la boca de Bellonda.

—He conseguido divertirte —dijo Odrade.

—Déjame discutir esto con Tam. Ella tiene una cabeza mejor para la estrategia. Aunque… el Compartir la ha ablandado.

Cuando Bellonda se hubo ido, Odrade se reclinó y se echó a reír suavemente. ¡Ablandado! «Tú no te ablandes mañana, Dar, cuando Compartas». El Mentat tropieza con la lógica y calla el corazón. Bell ve el proceso y se preocupa por el fracaso. ¿Qué debemos hacer si…? Abrimos ventanas, Bell, y dejamos entrar el sentido común. Incluso la hilaridad. Pone los asuntos más serios en perspectiva. Pobre Bell, mi imperfecta hermana. Siempre algo para ocupar tu nerviosismo.

Odrade abandonó Central por la mañana muy absorta en sus pensamientos… de un humor introspectivo a causa de lo que había aprendido Compartiendo con Murbella y Sheeana.

Estoy volviéndome indulgente conmigo misma.

Aquello no le ofrecía ningún alivio. Sus pensamientos estaban enmarcados por las Otras Memorias y por un fatalismo casi cínico.

¿Abejas reinas reuniéndose en enjambre?

Eso había sido sugerido por las Honoradas Matres.

¿Pero Sheeana? ¿Y Tam lo aprueba?

Aquello era más trascendental que una Dispersión.

No puedo seguirte hasta tu lugar salvaje, Sheeana. Mi tarea es producir orden. No puedo arriesgar lo que tú te has atrevido a arriesgar. Hay distintas clases de habilidad artística. La tuya me repele.

Absorber las vidas de las Otras Memorias de Murbella ayudaba. Los conocimientos de Murbella eran una poderosa palanca sobre las Honoradas Matres, pero llenos de inquietantes matices.

No hipnotrance. Ellas utilizan la inducción celular, ¡un subproducto de sus malditas sondas-T! ¡Compulsión inconsciente! Qué tentador utilizarla para nosotras mismas. Pero ahí es donde las Honoradas Matres son más vulnerables… un enorme contenido inconsciente encerrado ahí por sus propias decisiones. La llave de Murbella no hace más que enfatizar su peligro para nosotras.

Llegaron al Campo de Aterrizaje en medio de una tormenta de viento que las azotó cuando emergieron del vehículo. Odrade había vetado un paseo a través de lo que quedaba de huertos y viñedos.

¿Marchándose por última vez? La pregunta estaba en los ojos de Bellonda mientras decía adiós. En el preocupado ceño fruncido de Sheeana.

¿Acepta la Madre Superiora mi decisión?

Provisionalmente, Sheeana. Provisionalmente. Pero no he advertido a Murbella. Así que… quizá comparta el juicio de Tam.

En el vehículo que había transportado al grupo de Odrade, Dortujla había permanecido retraída.

Es comprensible. Ha estado ahí… y ha visto a sus hermanas ser devoradas. ¡Valor, hermana! Aún no estamos vencidas.

Tan sólo Murbella parecía tomarse aquello sin alterarse, pero ella estaba pensando por anticipado en el encuentro de Odrade con la Reina Araña.

¿He armado lo suficiente a la Madre Superiora? ¿Conoce en sus entrañas lo muy peligrosa que será?

Odrade apartó a un lado aquellos pensamientos. Había cosas que hacer entretanto. Ninguna de ellas más importante que acumular energías. Las Honoradas Matres podían ser analizadas casi fuera de la realidad, pero la confrontación real debería ejecutarse en el momento en que se presentara… como una pieza de jazz. Le gustaba la idea del jazz, aunque la música la distraía con sus antiguos aromas y sus zambullidas a terrenos salvajes. El jazz hablaba de vida, sin embargo. Dos ejecuciones nunca eran idénticas. Los concertistas reaccionaban a lo que recibían de los demás: eso era el jazz.

Aliméntanos con jazz.

El viaje por el aire y por el espacio no requería mucha preocupación por la meteorología. Te abrías camino a través de interferencias transitorias. Dependías del Control del Clima para que te proporcionara pasillos de entrada a través de tormentas y cielos nublados. Los planetas desiertos eran una excepción, y aquello era algo que habría que entrar en las ecuaciones de la Casa Capitular dentro de muy poco. Habría que hacer muchos cambios, incluido el retorno de las prácticas mortuorias Fremen. Entrega de los cuerpos para recuperar el agua y el potasio.

Odrade habló de esto mientas aguardaban el transporte que las llevaría hasta la nave. Ese amplio cinturón de cálida y seca tierra que se expandía en torno al ecuador del planeta empezaría a generar vientos peligrosos antes de mucho. Un día, habría tormentas de coriolis: un estallido ardiente procedente del desierto interior con velocidades de centenares de kilómetros por hora. Dune había visto vientos de más de setecientos kilómetros por hora. Incluso los cargueros espaciales notaban una tal fuerza. El viaje aéreo se veía sujeto a los constantes cambios de las condiciones de la superficie. Y la carne humana debía encontrar el refugio que pudiera, fuera cual fuese.

Como siempre hacemos.

La sala de espera del Campo era vieja. De piedra por dentro y por fuera, su principal material de construcción allí. Los sillones espartanos y las bajas mesitas de plaz moldeado eran más recientes. La economía no podía ser ignorada ni siquiera para la Madre Superiora.

El transporte llegó en un remolino de polvo. Nada de colchón a suspensor. Aquél iba a ser un despegue rápido, con incómodas Ges acumulándose sobre una, pero no las suficientes como para dañar la carne.

Odrade se sintió casi como vacía cuando dijo su adiós final y depositó la Casa Capitular en manos de un triunvirato formado por Sheeana, Murbella y Bellonda. Una última palabra:

—No interfiráis con Teg. Y no quiero que le ocurra nada malo a Duncan. ¿Me has oído, Bell?

Con todas las maravillosas cosas tecnológicas que podían conseguir, y seguían sin poder impedir que una densa tormenta de arena casi les cegara cuando despegaron. Odrade cerró los ojos y aceptó el hecho de que no le estaba permitida una última visión a bajo nivel de su amado planeta. Despertó con el golpe del atraque. Había un coche eléctrico en un pasillo al otro lado de la compuerta. Un zumbante recorrido hasta sus aposentos. Tamalane, Dortujla y la acólita sirviente guardaban silencio, respetando el deseo de la Madre Superiora de estar con sus propios pensamientos.

Los aposentos, al menos, eran familiares, estándar en las naves de la BG: un pequeño comedor-sala de estar en plaz elemental de un uniforme verde claro; un dormitorio más pequeño aún con paredes del mismo color y un solo camastro duro. Conocían las preferencias de la Madre Superiora. Odrade miró a un cuarto de baño fusiforme. Comodidades estándar. Los aposentos contiguos para Tam y Dortujla eran similares. Ya habría tiempo más tarde para examinar las otras instalaciones de la nave.

Se había previsto todo lo esencial. Incluidos elementos no llamativos de apoyo psicológico: colores relajantes, muebles familiares, un entorno que no molestara a ninguno de sus procesos mentales. Dio las órdenes necesarias para la partida antes de regresar a su comedor-salón.

La comida estaba aguardando en una mesita baja… unas frutas azules, dulces y jugosas, y un sabroso paté amarillo untado sobre pan adecuado a sus necesidades energéticas. Muy bueno todo. Observó a la acólita asignada en su trabajo de arreglar los efectos de la Madre Superiora. Su nombre escapó por un segundo a Odrade; luego: Suipol. Una mujer pequeñita con un rostro redondo y tranquilo y unos modales acordes con él. No una de las más brillantes, pero de una eficiencia garantizada.

De pronto chocó a Odrade el hecho de que aquellas misiones tenían un aire de insensibilidad en sí mismas. Un entorno pequeño, para no ofender a las Honoradas Matres. Y para reducir nuestras pérdidas al mínimo.

—¿Has sacado todas mis cosas, Suipol?

—Sí, Madre Superiora. —Muy orgullosa de haber sido elegida para aquella importante misión. Lo demostró en su forma de andar cuando se fue.

Hay algunas cosas que no puedes sacar por mí, Suipol. Las llevo en mi cabeza.

Ninguna Bene Gesserit de la Casa Capitular abandonaba nunca el planeta sin llevarse consigo una cierta cantidad de chauvinismo. Los otros lugares nunca eran tan hermosos, nunca tan serenos, nunca tan agradables como hábitat.

Pero esto se refiere a la Casa Capitular que era.

Aquél era un aspecto de la transformación del desierto que nunca antes había considerado de aquella manera. La Casa Capitular estaba extirpándose a sí misma. Desapareciendo, para no regresar nunca, al menos no en la vida de aquellos que la conocían ahora. Era como verse abandonada por un amado padre… desdeñosamente y con malicia.

Ya no eres importante para mí, niña.

En el camino hacia convertirse en una Reverenda Madre, se les enseñó muy pronto que el viajar podía proporcionar un pacífico modo de descanso. Odrade tenía intención de aprovecharse completamente de ello, y dijo a sus compañeras, inmediatamente después de comer:

—Ahorradme los detalles.

Suipol fue enviada a llamar a Tamalane. Odrade habló con la misma tensa concisión de Tam.

—Inspecciona las instalaciones y dime lo que debo ver. Llévate a Dortujla.

—Es inteligente. —Una gran alabanza viniendo de Tam.

—Cuando hayamos terminado con eso, aisladme tanto como sea posible.

Durante parte de la travesía, Odrade se ató en la red de su camastro y se ocupó en componer lo que consideraba su última voluntad y testamento.

¿Quién será el albacea?

Su elección personal era Murbella, especialmente después de haber Compartido con Sheeana. Sin embargo… la expósita de Dune seguía siendo una candidata potencial si aquella aventura en Conexión fallaba.

Algunas suponían que cualquier Reverenda Madre podía servir si la responsabilidad recaía sobre ella. Pero no en estos tiempos. No con esta trampa tendida. Era muy poco probable que las Honoradas Matres evitaran la trampa.

Si las hemos juzgado correctamente. Y los datos de Murbella dicen que hemos hecho todo lo posible. La puerta está ahí para que las Honoradas Matres entren por ella, y oh, qué invitadora parece. No verán el hecho de que no tiene ninguna salida hasta que no se hayan metido muy adentro en ella. ¡Demasiado tarde!

¿Pero y si fracasamos?

Las supervivientes (si quedaba alguna) despreciarían a Odrade.

A menudo me he sentido disminuida, pero nunca objeto de desprecio. Sin embargo, puede que las decisiones que he tomado nunca hayan sido aceptadas por mis hermanas. Al menos, no me disculpo por ellas… ni siquiera ante aquellas con las que he Compartido. Ellas saben que mi respuesta procede de la oscuridad antes del amanecer humano. Cualquiera de nosotras puede hacer algo fútil, incluso algo estúpido. Pero mi plan puede proporcionarnos la victoria. No «simplemente sobreviviremos». Nuestro grial requiere que persistamos juntas. ¡Los humanos nos necesitan! A veces, necesitan religiones. A veces, necesitan simplemente saber que sus creencias están tan vacías como sus esperanzas de nobleza. Nosotras somos su fuente. Una vez son retiradas las máscaras, eso es lo que queda:

Nuestro Nicho.

Entonces sintió que aquella nave la estaba llevando al abismo. Más y más cerca de aquella terrible amenaza.

Voy hacia el hacha; no es ella quien viene hacia mí.

Ningún pensamiento de exterminar a sus enemigos. No desde que la amplificada población humana de la Dispersión había hecho eso posible. Una imperfección en los esquemas de las Honoradas Matres.

El agudo bip y la parpadeante luz naranja que indicaba la llegada la sacaron de su descanso. Se extrajo de su red elástica y, con Tam, Dortujla y Suipol cerca de ella, siguió a un guía hasta la compuerta del transporte donde había sido unido el tubo estanco de conexión del transbordador de largo alcance. Odrade contempló el transbordador visible en las pantallas monitoras del casco. ¡Increíblemente pequeño!

—Serán solamente diecinueve horas —había dicho Duncan—. Pero es todo lo cerca que nos atrevemos a traer una no-nave. Es seguro que ellas poseen sensores del Pliegue espacial a todo alrededor de Conexión.

Bell, por una vez, había estado de acuerdo. No arriesguemos la nave. Está ahí para detectar las defensas exteriores y para recibir tus transmisiones, no simplemente para llevar a una Madre Superiora. El transbordador era el sensor a distancia de la no-nave, señalando todo lo que encontrara.

Y yo soy el sensor más de avanzada, un frágil cuerpo con delicados instrumentos.

Había flechas guía junto a la compuerta. Odrade abrió camino. Cruzaron un pequeño tubo en caída libre. Luego se halló en una sorprendentemente lujosa cabina. Suipol, tropezando detrás, la reconoció y se ganó un punto en la estimación de Odrade.

—Era una nave contrabandista.

Una persona las aguardaba. Masculina por su olor, pese a que una opaca capucha de piloto erizada de conectores ocultaba su rostro.

—Que todo el mundo se ate.

Una voz masculina dentro de toda aquella instrumentación.

Teg lo eligió. Será el mejor.

Odrade se deslizó en un asiento tras una compuerta de descarga y encontró las abultadas protuberancias que se desenrollaban en redes de sujeción. Oyó a las demás obedecer la orden del piloto.

—¿Todas aseguradas? Permaneced así a menos que yo diga otra cosa. —Su voz les llegó desde un altavoz flotante tras su asiento en la consola de pilotaje.

El cordón umbilical del tubo de conexión se retiró con un chasquido. Odrade notó una serie de suaves movimientos, pero la vista en el monitor al lado de ella mostró a la no-nave retrocediendo a una notable velocidad. Desapareció de la existencia con un parpadeo.

Yendo a cumplir con su misión antes de que pueda venir alguien a investigar.

El transbordador poseía una sorprendente velocidad. Los monitores señalaron estaciones planetarias y barreras de transición cuando faltaban dieciocho horas y algo, pero los parpadeantes puntos que los identificaban eran visibles tan sólo porque habían sido intensificados. Un recuadro en el monitor indicó que las estaciones serían visibles a ojo desnudo en un poco más de doce de esas horas.

La sensación de movimiento cesó bruscamente, y Odrade dejó de sentir la aceleración que señalaban sus ojos. Cabina a suspensor. Tecnología ixiana para un nul-campo tan pequeño como éste. ¿Dónde lo había adquirido Teg?

No necesito saberlo. ¿Por qué decirle a la Madre Superiora dónde se halla localizada cada plantación de robles?

Al cabo de una hora empezó a ver los contactos sensores, y dio silenciosamente las gracias por la astucia de Idaho.

Estamos empezando a conocer a esas Honoradas Matres.

El esquema defensivo de Conexión era evidente incluso sin el análisis de los rastreadores. ¡Planos superpuestos! Tal como Teg había predicho. Con el conocimiento de cómo estaban espaciadas las barreras, la gente de Teg podría tejer otro globo en torno al planeta.

Seguro que no es tan simple.

¿Estaban tan confiadas las Honoradas Matres de su poder abrumador que ignoraban las precauciones más elementales?

La Estación Planetaria Cuatro empezó a llamar cuando estaban exactamente a tres horas de distancia.

—¡Identifíquense!

Odrade oyó un «o de lo contrario» en aquella orden.

La respuesta del piloto sorprendió evidentemente a los observadores.

—¿Y venís en una pequeña nave contrabandista?

Así que la reconocen. Teg tiene razón una vez más.

—Voy a quemar el equipo sensor en el impulsor —anunció el piloto—. Eso aumentará nuestro impulso. Aseguraos de que estáis bien sujetas.

La Estación Cuatro se dio cuenta de aquello.

—¿Por qué estáis aumentando vuestra velocidad?

Odrade se inclinó hacia adelante.

—Repite la contraseña y di que nuestro grupo está cansado por haber permanecido demasiado tiempo en unos aposentos reducidos. Añade que voy equipada como precaución con un transmisor de signos vitales para alertar a mi gente en caso de que muera.

¡No encontrarán el cifrador de mensajes! Es listo Duncan. Y Bell no se sentirá sorprendida de descubrir lo que ocultó en los sistemas de la nave. «¡Más romanticismo!».

El piloto transmitió las palabras. De vuelta les llegó la orden:

—Reducid la velocidad y centraos en esas coordenadas para el aterrizaje. Tomaremos el control de vuestra nave en ese punto.

El piloto tocó un campo amarillo en su tablero.

—Exactamente de la forma en que el Bashar dijo que lo harían. —Había un placer malicioso en su voz. Alzó la capucha de su cabeza y se volvió.

Odrade se sintió impresionada.

¡Un cyborg!

El rostro era una máscara de metal con dos brillantes esferas plateadas por ojos.

Entramos en terreno peligroso.

—¿No os lo dijeron? —preguntó—. No malgastéis vuestra lástima. Estaba muerto, y esto me devolvió la vida. Soy Clairby, Madre Superiora. Y cuando muera esta vez, eso me hará ganar una nueva vida como ghola.

¡Maldita sea! Estamos comerciando con una moneda que tal vez nos esté negada. Demasiado tarde para cambiar. Y ese fue el plan de Teg. Pero… ¿Clairby?

El transbordador aterrizó con una suavidad que hablaba de un soberbio control por parte de la Estación Cuatro. Odrade supo que lo habían hecho debido a que el acicalado paisaje visible en su monitor ya no se movía. El nul-campo fue desconectado, y sintió la gravedad. La compuerta directamente frente a ella se abrió. La temperatura era agradablemente cálida. Había ruido ahí afuera. ¿Niños jugando a algún juego competitivo?

Con el equipaje flotando tras ella, se dirigió hacia un corto tramo de escaleras y vio que el ruido procedía efectivamente de un amplio grupo de jóvenes en un campo cercano. Bien pasados ya los quince años. Todos chicas. Golpeaban hacia un lado y hacia otro una pelota a suspensor, gritando mientras jugaban.

¿Una representación dedicada a nosotras?

Odrade pensó que era probable. A buen seguro había más de dos mil mujeres jóvenes en aquel campo.

¡Mirad cuántos reclutas tenemos a nuestro lado!

Nadie para recibirles, pero Odrade vio una estructura familiar al final de un sendero pavimentado a su izquierda. Obviamente un artefacto de la Cofradía Espacial, con una reciente torre añadida. Habló de la torre mientras miraba a su alrededor, dándole al transmisor implantado datos de un cambio para el plan en tierra de Teg. Nadie que hubiera visto alguna vez un edificio de la Cofradía podría equivocar el lugar, sin embargo.

Así que era como otros planetas de Conexión. En algún lugar en las grabaciones de la Cofradía había sin lugar a dudas un número de serie y un código para él. Había estado durante tanto tiempo bajo el control de la Cofradía antes de las Honoradas Matres que, en esos primeros momentos del desembarco, mientras «estiraban las piernas», todo lo que veían a su alrededor parecía tener aquel aroma especial de la Cofradía. Incluso el campo de juegos… diseñado para las reuniones al aire libre de los Navegantes en sus gigantescos contenedores de gas de melange.

El aroma de la Cofradía: algo compuesto por tecnología ixiana y diseño de los Navegantes… edificios construidos en torno al espacio con la máxima conservación de la energía en mente: caminos directos, pocas cintas deslizantes. Eran costosas y solamente la gravedad las necesitaba. Tampoco había plantaciones de flores en las cercanías de los Campos de Aterrizaje. Eran susceptibles de destrucción accidental. Y ese permanente grisor en todas las construcciones… no un color plateado sino ese apagado gris de la piel de los tleilaxu.

La estructura a su izquierda era una enorme forma abultada llena de protuberancias, algunas redondeadas, otras angulares. Aquello no había sido nunca un hotel de lujo. Había algunos pequeños rincones opulentos, por supuesto, pero eran raros, y construidos para VIPs, en su mayor parte inspectores de la Cofradía.

Una vez más, Teg tiene razón. Las Honoradas Matres han mantenido las estructuras existentes, remodelándolas mínimamente. ¡Una torre!

Odrade se recordó entonces: Esto no es sólo otro mundo sino otra sociedad, con su propio aglutinante social. Sabía esto tras Compartir con Murbella, pero no creía haber captado lo que mantenía unidas a las Honoradas Matres. Seguro que no era tan sólo la avidez de poder.

—Caminaremos —dijo, y abrió la marcha por el sendero pavimentado hacia la gigantesca estructura.

Adiós, Clairby. Haz estallar tu nave tan pronto como puedas. Haz que sea nuestra primera gran sorpresa para las Honoradas Matres.

La estructura de la Cofradía se alzaba cada vez más imponente a medida que se acercaban a ella.

Lo más sorprendente para Odrade cada vez que veía una de esas construcciones funcionales era que alguien se hubiera tomado algún cuidado en planearlas: Había detalles intencionales en cada elemento, aunque a veces tenias que buscarlos para descubrirlos. El presupuesto dictaba su ley en muchas elecciones, la duración era preferida al lujo o al atractivo visual. Era un compromiso y, como la mayoría de los compromisos, no satisfacía a nadie. Indudablemente los interventores de la Cofradía se habían quejado del precio, y los actuales ocupantes aún era probable que se sintieran irritados por las carencias. No importaba. La estructura poseía una sustancia tangible. Estaba allí para ser utilizada ahora. Otro compromiso.

El vestíbulo era más pequeño de lo que había esperado. Algunos cambios interiores. Tan sólo unos seis metros de largo, y quizá cuatro metros de ancho. La cabina de recepción estaba a la derecha según se entraba. Odrade hizo un gesto a Suipol para que registrara al grupo e indicó que las demás aguardarían allí en el centro, a una cierta distancia las unas de las otras. La traición aún no había sido descartada.

Obviamente Dortujla la esperaba. Parecía resignada.

Odrade efectuó una cuidadosa inspección y comentó lo que les rodeaba. Estaba lleno de com-ojos, pero el resto…

Cada vez que entraba en uno de esos lugares, tenía la sensación de hallarse en un museo. Sus otras Memorias le decían que los hoteles de ese tipo no habían cambiado de una forma significativa en eones. Incluso en los tiempos antiguos hallaba prototipos. Un atisbo del pasado en los candelabros… enormes cosas resplandecientes imitando artilugios eléctricos pero provistos de globos. Dos de ellos dominaban el techo como imaginarias naves espaciales descendiendo del vacío en todo su esplendor.

Había más atisbos del pasado, que pocos transeúntes de su época observarían. La disposición de la zona de recepción tras ventanillas enrejadas, el espacio para esperar con su mezcla de asientos y una mal distribuida iluminación, señales dirigiendo a los distintos servicios: restaurantes, narcosalones, bares, piscinas y otras salas de ejercicios, habitaciones de automasaje, y cosas así. Tan sólo el lenguaje y la escritura habían cambiado de los antiguos tiempos. Una vez comprendido el lenguaje, los signos serían fácilmente reconocibles por los primitivos preespaciales. Aquel era un lugar de parada temporal.

Lleno de instalaciones de seguridad. Algunas tenían la apariencia de artefactos de la Dispersión. Ix y la Cofradía nunca habían gastado oro en com-ojos y sensores.

Había una frenética danza de robosirvientes en la zona de recepción… yendo de aquí para allá, limpiando, recogiendo basura, conduciendo a los recién llegados. Un grupo de cuatro ixianos había precedido al grupo de Odrade. Ella les dedicó una cuidadosa atención. Qué importancia se daban, y sin embargo cuánto miedo tenían.

Para sus ojos Bene Gesserit, la gente de Ix era siempre reconocible, no importaban los disfraces. La estructura básica de su sociedad teñía a sus individuos. Los ixianos desplegaban una actitud hogbonesca hacia su ciencia: la de que eran los requerimientos políticos y económicos los que determinaban una investigación permisible. Eso decía que la inocente ingenuidad de los sueños sociales ixianos se había convertido en la realidad del centralismo burocrático… una nueva aristocracia. Así que se encaminaban hacia un declive que no podría ser detenido no importaba los acuerdos a los que llegara aquel grupo ixiano con las Honoradas Matres.

No importa el resultado de nuestra confrontación, Ix está muriendo. Testimonio: no ha habido ninguna gran innovación ixiana en siglos.

Suipol regresó.

—Nos piden que aguardemos a una escolta.

Odrade decidió iniciar las negociaciones inmediatamente con una charla en beneficio de Suipol, los com-ojos, y los oyentes de su no-nave.

—Suipol, ¿observas a esos ixianos que hay delante de nosotras?

—Sí, Madre Superiora.

—Fíjate bien en ellos. Son productos de una sociedad agonizante. Es ingenuo esperar que cualquier burocracia emprenda brillantes innovaciones y las ponga en práctica con éxito. Las burocracias formulan diferentes tipos de preguntas. ¿Sabes cuáles son?

—No, Madre Superiora. —Lo dijo tras una inquisitiva mirada a su alrededor.

¡Lo sabe! Pero se da cuenta de lo que estoy haciendo. ¿Qué es lo que tenemos aquí? La he juzgado mal.

—Son preguntas típicas, Suipol… ¿Quién se llevará el mérito? ¿Quién será culpado si surgen problemas? ¿Hará variar la estructura del poder, haciéndonos perder nuestros trabajos? ¿O creará algún departamento subsidiario más importante?

Suipol asintió como correspondía, pero su mirada de soslayo a los com-ojos tal vez fue demasiado evidente. No importaba.

—Esas son preguntas políticas —dijo Odrade—. Demuestran cómo los motivos de la burocracia se hallan directamente en oposición a las necesidades de adaptarse al cambio. La adaptabilidad es una exigencia primordial para la supervivencia de la vida.

Es el momento de hablar directamente a nuestras anfitrionas.

Odrade volvió su atención hacia arriba, escogiendo un prominente com-ojo en un candelabro.

—Observa a esos ixianos. Su «mente en un universo determinista» ha dado paso a una «mente en un universo ilimitado», donde cualquier cosa puede pasar. La anarquía creativa es el sendero hacia la supervivencia en este universo.

—Gracias por esta lección, Madre Superiora.

Bendita seas, Suipol.

—Después de todas sus experiencias con nosotras —dijo Suipol—, seguramente ya no se cuestionan nuestra lealtad las unas con las otras.

¡E1 destino la conserve! Está preparada para la Agonía, y puede que nunca lo hubiéramos visto.

Odrade no pudo hacer otra cosa más que estar de acuerdo con la conclusión de la acólita. La sumisión a las vías Bene Gesserit procedía de dentro, de esos constantemente monitorizados detalles que mantenían en orden su propia casa. No era una visión filosófica sino pragmática del libre albedrío. Cualquier afirmación que tuviera que hacer la Hermandad respecto a su propio camino en un universo hostil residía en una escrupulosa adherencia a la lealtad mutua, una admisión forjada en la Agonía. La Casa Capitular y sus pocas subsidiarias que quedaban eran guarderías de un orden fundado en compartir y Compartir. No basado en la inocencia. Eso había sido hacía mucho tiempo. Estaba firmemente asentado en la consciencia política y en una visión de la historia independiente de otras leyes y costumbres.

—No somos máquinas —dijo Odrade, mirando a los autómatas a su alrededor—. Siempre confiamos en las relaciones personales, sin saber nunca dónde pueden conducirnos ésas.

Tamalane avanzó hasta situarse al lado de Odrade.

—¿No crees que como mínimo deberían enviarnos algún mensaje?

—Ya nos han enviado un mensaje, Tam, llevándonos a un hotel de segunda clase. Y yo les he respondido como correspondía.