Las reglas construyen fortificaciones tras las cuales las mentes pequeñas crean satrapías. Algo peligroso en los mejores tiempos, desastroso durante las crisis.
Coda Bene Gesserit
Una oscuridad estigia inundaba el dormitorio de la Gran Honorada Matre Logno, una Gran Dama y la más antigua ayudante de la Altísima, entró procedente del pasillo sin iluminar tal como se le había advertido que debía hacer y, enfrentada a la oscuridad, se estremeció. Aquellas consultas sin la menor luz la aterraban, y sabía que la Gran Honorada Matre se complacía en ellas. De todos modos, era posible que aquella no fuera la única razón para la oscuridad. ¿Temía la Gran Honorada Matre algún ataque? Varias Altísimas habían sido destronadas en la cama. No… no había sido exactamente así; se les había dado la posibilidad de elegir el lugar.
Gruñidos y gemidos en la oscuridad.
Algunas Honoradas Matres reían por lo bajo y decían que la Gran Honorada Matre compartía su cama con un Futar. Logno pensaba que era posible. Aquella Gran Honorada Matre se había atrevido a muchas cosas. ¿No había salvado algunas de las Armas del desastre de la Dispersión? ¿Futars, sin embargo? Las Hermanas sabían que los Futars no podían ser ligados por el sexo. Al menos no por el sexo con los humanos. Ese podía ser sin embargo el modo en que lo hacían los Enemigos de Muchos Rostros. ¿Quién sabía?
Había como un olor a pelaje en el dormitorio. Logno cerró la puerta tras ella y aguardó. A la Gran Honorada Matre no le gustaba ser interrumpida en nada de lo que hacía allí en aquella protectora oscuridad. Pero me permite que la llame Dama.
Otro gemido. Luego:
—Siéntate en el suelo, Logno. Sí, aquí junto a la puerta.
¿Me ve realmente, o sólo supone?
Logno no tenía el valor de comprobarlo. Veneno. Algún día me encargaré de ella de este modo. Es cautelosa, pero puedo conseguir que se distraiga. Aunque sus hermanas se burlaran de ello, el veneno era un instrumento aceptado de sucesión, siempre y cuando el sucesor poseyera otras formas de mantener su dominio.
—Logno, esos ixianos con los que hablaste hoy. ¿Qué dicen del Arma?
—No comprenden su función, Dama. No les dije qué era.
—Por supuesto que no.
—¿Sugeriréis de nuevo que Arma y Carga sean unidas?
—¿Te estás burlando de mí, Logno?
—¡Dama! Jamás haría algo así.
—Espero que no.
Silencio. Logno comprendió que ambas consideraban el mismo problema. Sólo trescientas unidades del Arma habían sobrevivido al desastre. Cada una de ellas podía ser utilizada tan sólo una vez, a condición que el Consejo (que retenía la Carga) aceptara armarlas. La Gran Honorada Matre, controlando el Arma en sí, tenía tan sólo la mitad de aquel horrible poder. El Arma sin la Carga era simplemente un pequeño tubo negro que cabía en la mano. Con su Carga, era como una guadaña que abría un sendero de muerte sin sangre a lo largo del arco de su limitado alcance.
—Los de Muchos Rostros —murmuró la Gran Honorada Matre.
Logno asintió hacia la porción de oscuridad de donde procedía el murmullo.
Quizá puede verme. No sé qué otra cosa salvó, o lo que pueden haberle proporcionado los ixianos.
Y los de Muchos Rostros, malditos fueran por toda la eternidad, habían ocasionado el desastre. ¡Ellos y sus Futars! ¡La facilidad con la que todo excepto aquel puñado de ejemplares del Arma había sido confiscado! Asombrosos poderes. Tenemos que armarnos bien antes de volver a esa batalla. Dama tiene razón.
—Ese planeta… Buzzell —dijo la Gran Honorada Matre—. ¿Estás segura de que no está defendido?
—No detectamos defensas. Los contrabandistas dicen que no está defendido.
—¡Pero es tan rico en soopiedras!
—Aquí en el Antiguo Imperio, la gente no se atreve a atacar a las brujas.
—No creo que tan sólo haya un puñado de ellas en ese planeta. Es una trampa de algún tipo.
—Eso siempre es posible, Dama.
—No confío en nuestros contrabandistas, Logno. Atrapa a unos cuantos más y comprueba de nuevo eso de Buzzell. Puede que las brujas sean débiles, pero no creo que sean estúpidas.
—Sí, Dama.
—Di a los ixianos que incurrirán en nuestro desagrado si no pueden duplicar el Arma.
—Pero sin la Carga, Dama…
—Trataremos de ese otro punto cuando debamos hacerlo. Ahora vete.
Logno oyó un sibilante «¡Sssssí!» mientras salía. Incluso la oscuridad del pasillo era bienvenida tras la oscuridad del dormitorio, y se apresuró hacia la luz.