oche de ese día de marzo, en un lugar de la ciudad.
Le duelen los oídos. One, de U2, suena a todo volumen en su MP4. Se ha debido de quedar dormido. Mario se quita los auriculares. No oye casi nada, solo un fuerte y desagradable pitido. Se levanta de la cama, con los ojos achinados y la cabeza a punto de explotar. Se sienta sobre las mantas y se frota los ojos. ¡Qué mal se encuentra!
Poco a poco va recuperando sensibilidad en sus oídos. ¿Hay música puesta abajo? Eso parece. Se escuchan, además, muchas risas y algún que otro grito. Sí que han montado su hermana y las demás una buena fiesta de pijamas. No quiere salir de la habitación, pero tiene unas ganas enormes de ir al baño, así que no le queda otro remedio.
Mario abre la puerta despacio y sale de puntillas del dormitorio. Mira hacia abajo para comprobar que no hay nadie que le pueda ver, pero se equivoca. Dos chicas de su clase observan embobadas a un tipo que acaba de entrar en su casa con un saxofón. ¿Quién es? ¿No será un boy?
Sacude la cabeza negativamente y enseguida se da cuenta de que hay algo que su hermana y el resto se han olvidado de contarle.
Al mismo tiempo, esa noche de marzo, en el mismo lugar de la ciudad.
Dos invitadas a la fiesta, compañeras de clase de Paula, comentan entre ellas la última jugada.
—¿Quién es ése?
—Ni idea. Pero está muy bueno.
—Ya te digo.
—¿Es mayor que nosotras, no?
—Mejor. Seguro que tiene mucha experiencia.
—¿Eso que lleva es un saxofón?
—Sí. Igual han contratado a una banda y este es uno del grupo.
—Pues si todos los del grupo están así…, ¡uff!
Álex acaba de llegar y ya se siente observado. Desde una esquina, dos amigas de Paula lo miran y cuchichean. El escritor las saluda amablemente y continúa caminando.
¡Menuda sonrisa tiene el desconocido! Las dos chicas se apresuran a presentarse, pero es demasiado tarde. El joven entra en el salón con su saxofón en las manos y se pierde entre la multitud.
No hay demasiada luz en la habitación. Aquel sitio es tan grande como la pista de baile de una discoteca. La música que suena es muy estridente, tecno dance. ¿Dónde está Paula? No la ve. Hay mucha gente, todos chicos jóvenes, estudiantes de instituto la mayoría. Quizá él es el mayor de todos. Por fin divisa a Paula. Está hablando con tres amigas. Un escalofrío le recorre todo el cuerpo. Ella todavía no lo ha visto.
El chico se acerca sigilosamente hasta el aparato de música y pulsa el stop. Un segundo de silencio, al que sigue un murmullo de protesta. ¿Quién ha quitado la música?
Álex se sube encima de una mesa y mira a Paula. La chica, sorprendida, se pone una mano en la boca. ¿Qué hace ahí arriba? Todos los invitados observan expectantes al chico del saxofón.
—Felicidades, Paula. Éste es mi regalo de cumpleaños. El tema se llama Simplemente, Paula y lo he compuesto exclusivamente para ti.
Álex se moja los labios con saliva, prepara el saxo y comienza a tocar esa melodía que se sabe de memoria y que tantas veces ha interpretado. La ha escrito para ella, solo para ella. Cierra los ojos y se deja atrapar por la música una vez más. Pero ahora no está en su casa, en su azotea, en la libertad de la soledad, ahora todos le escuchan, ella especialmente, y con emoción, atendiendo a cada nota y a cada segundo de Simplemente, Paula.
En la chica se despierta un sentimiento distinto, como si la música del saxofón la transportara a un lugar en el que solo existieran él y ella, Álex y Paula. No comprende por qué su corazón se ha acelerado de repente. Es parecido a lo que siente cuando está con Ángel. Pero no puede ser, eso no puede ser. Ella no quiere a Álex. Ama a su novio. ¿O también quiere a Álex? Su cabeza está hecha un lío.
¿Se puede querer a dos personas al mismo tiempo y de la misma forma?
Nadie dice nada en tres minutos. Solo habla el saxo.
Los acordes finales están llenos de melancolía, de preciosa tristeza, de amor no recibido, pero esperanzado de que algún día cambie de lado.
El tema termina. Álex respira profundamente para recuperar el aire perdido. Baja de la mesa y va a buscar a la chica del cumpleaños, que lo mira con ojos llorosos. Algunos aplauden, otros se preguntan quién es ese chico y todos le felicitan cuando pasa a su lado.
El chico llega hasta Paula y se abrazan. Muchos observan. Esperan un beso en los labios, que no llega.
—Felicidades —le dice en el oído.
—Muchas gracias, Álex. Ha sido precioso.
Los dos sonríen y se separan. Se miran indecisos. Son el centro de atención hasta que la música vuelve a sonar y cada invitado regresa a lo que estaba haciendo.
—¿Podemos ir a un sitio más tranquilo un momento? Tengo que decirte algo.
Paula asiente con la cabeza, aunque está nerviosa por lo que Álex pueda decirle. La pareja se aleja de la multitud cogida de la mano.
Entran en la cocina. Allí solo está Miriam preparando una bandeja de medias lunas rellenas de jamón y queso.
—Hola, tú eres Álex, ¿verdad? Yo soy Miriam, la dueña de la casa —se presenta la chica, dándole dos besos.
—Encantado, Miriam.
—Ha sido precioso lo que has tocado.
—Muchas gracias.
—¿Tocarás más?
—Pues…
Paula le hace un gesto a su amiga, que enseguida entiende que se quieren quedar a solas.
—Bueno, me voy a llevar esto al salón —dice, refiriéndose a la bandeja de medias lunas—. Algunos parece que no han comido en su vida. Luego os veo.
—Adiós, Miriam.
La anfitriona sale de la cocina con una sonrisa y preguntándose qué se proponen esos dos.
No hay sillas, todas están en el salón, así que Paula y Álex se sientan encima de una mesa que a veces la familia Parra usa para comer. Uno al lado del otro.
—De verdad, me ha encantado tu regalo.
—Me alegro de que te haya gustado. Lo he hecho con mucho cariño.
—Lo sé. Gracias.
Entonces él le coge una mano y la mira a los ojos. Paula se sorprende, pero no se aparta.
—Verás…, no quiero agobiarte. Sé que quieres a tu novio, y puede que yo te esté dando demasiados problemas, pero estoy muy enamorado de ti, Paula. Cada momento que pasa crece lo que siento. Y no puedo detenerlo.
—Álex, yo…
—Cada minuto miro el móvil por si me has mandado un mensaje. Pienso en ti a todas horas. No sé qué hacer ya.
El chico suspira y baja la mirada. Paula le imita.
—No te voy a negar que algo has despertado en mí —reconoce la chica—. No sé si es posible querer a dos personas al mismo tiempo. Estoy muy confusa. Sé que amo a Ángel. Lo sé. Él me hace sentir especial y me tiembla el cuerpo cuando estoy a su lado. Pero tú… lo has conseguido también.
Álex vuelve a mirarla a los ojos. No esperaba que le dijese algo así. Ella siente algo, aunque no sabe hasta qué punto. Debe actuar.
—Paula, bésame y comprueba realmente lo que tu corazón te dice.
—¿Qué?
—Bésame y sal de dudas.
—No puedo besarte. Le estaría siendo… infiel a Ángel.
—¿No has dicho que he conseguido despertar algo en ti?
—Sí, pero…
—Pues es el momento de saber si realmente me quieres o no.
Álex cierra los ojos y se inclina sobre ella. Paula suspira, está confusa. Tiene que decidir en un segundo. ¿Qué hace? ¿Lo besa?
La puerta de la cocina chirría y se abre.
Paula y Álex se separan y bajan rápidamente de la mesa. A la chica le viene a la cabeza lo que ocurrió ayer cuando Erica entró en su habitación de repente.
—¡Ah, estás aquí! —exclama Cris, que viene acompañada—. Mira a quién me he encontrado.
Un chico alto con los ojos azules y sonriente va de la mano de Cristina.
—¡Cariño! —grita Paula, que reacciona deprisa y corre hacia su novio.
Ángel la envuelve entre sus brazos y se besan en los labios.
Después mira al chico con el que Paula estaba a solas en la cocina. Es guapo, demasiado guapo; no le gusta.
Álex cruza la mirada con el recién llegado. Así que ese es Ángel… Es un tipo muy atractivo, no esperaba menos. No puede evitar sentir cierto odio hacia él.
—Perdona por llegar tan tarde. Había mucho tráfico por la lluvia.
—¡No te preocupes! La fiesta acaba de empezar… Muchas gracias por venir. Me habéis dado todos una gran sorpresa —comenta la chica, hablando muy deprisa. Está nerviosa. ¿Ha visto Ángel algo de lo que ha pasado con Álex?
El periodista vuelve a besar en la boca a Paula y la abraza más fuerte.
—Oye, ¿no nos presentas? —pregunta Cris, que continúa allí observándolo todo.
—Ah, claro. Qué tonta estoy.
Paula se acerca de nuevo a Álex con su amiga y su novio a cada lado. Está muy tensa, aunque trata de disimularlo todo lo que puede. Que Cristina esté allí es de gran ayuda.
—Pues este es mi amigo Álex. Es músico y escritor.
La chica es la primera que se aproxima y lo saluda con dos besos.
—Yo soy Cristina, encantada. Tocas genial.
—Muchas gracias —responde con timidez.
Cris sonríe y da un paso atrás, momento que aprovecha Ángel para avanzar.
—Y yo soy Ángel, el novio de Paula. Me alegro de conocerte.
—Igualmente.
Los chicos estrechan con fuerza sus manos y se miran a los ojos. Paula los observa inquieta. Parece un pulso, un duelo entre ambos. Es extraño que dos personas como Ángel y Álex, tan serenas, mantengan esa actitud desafiante.
—Bueeeeno, ¿nos unimos a la fiesta? —pregunta Paula, deseando salir de allí cuanto antes.
—¡Sí! —grita Cristina, que ya se ha tomado un par de Malibú con piña—. Baila conmigo, saxofonista.
La chica agarra del brazo a Álex y, sin que este pueda evitarlo, lo empuja hasta al salón donde suena Take me out, de Franz Ferdinand.
Paula los sigue, pero Ángel la coge suavemente del brazo y la frena antes de cambiar de habitación.
—Te quiero. —Sus ojos azules brillan.
—Y yo —responde ella.
Y se vuelven a dar un nuevo beso. Pero es un beso diferente. Lo quiere, pero dentro, en su corazón, se está desatando una tormenta de sentimientos y sensaciones. En el corazón de Paula llueve. Ama a Ángel, pero ya no tiene tan claro que él sea el único.