Capítulo 99

sa mañana de marzo, en un lugar de la ciudad.

Un nuevo viernes que se termina, al menos para los alumnos del instituto. Se acaban las clases hasta el lunes, ocasión de festejos y celebraciones, aunque no muchos. La semana que viene es la última del segundo trimestre y está llena de exámenes que determinarán las notas finales.

Las cuatro Sugus caminan juntas por los pasillos del edificio hacia la salida.

Miriam y Cris llevan discutiendo todo el día sobre los motivos de Mario para no ir al examen. ¿Fingió que estaba enfermo o no? Su hermana se reafirma una y otra vez en que sí, pero Cristina opina que Mario no es capaz de algo así porque, además, es el mejor de la clase en Matemáticas y, si se hubiera presentado al examen, lo habría aprobado sin dificultad. No necesita mentir y decir que se ha puesto malo. Paula y Diana se mantienen al margen. Prefieren no expresar su opinión, aunque ambas creen comprender las razones por las que el chico no ha aparecido.

Desde que terminó el examen de Matemáticas, Paula y Diana están más unidas que nunca: son más amigas, se conocen un poco más. Por primera vez, Diana se ha abierto. Ha sacado sus sentimientos al exterior y Paula estaba allí para tenderle su mano. Aunque ella es la tercera implicada de ese extraño triángulo amoroso, siente la necesidad de estar al lado de su amiga. En el cuarto de baño hablaron. Diana se desahogó y soltó todo lo que su corazón escondía. Paula la escuchó durante esa hora en la que faltaron a clase de Tutoría. Nunca había visto a su amiga llorar de esa manera. Desconsolada, repetía que no sabía qué le estaba pasando, no entendía cómo había podido llegar a eso por amor, o lo que ella creía que era amor. Su primer amor.

Un beso en la frente de Paula a Diana selló su apoyo incondicional hacia su amiga, fueran cuales fueran los próximos acontecimientos.

—Bueno, entonces quedamos a las ocho en mi casa —apunta Miriam, que ya se ha olvidado por completo del examen de Matemáticas—. Las Sugus tenemos que celebrar tu cumpleaños a lo grande.

—Vale. Vale. Llevaré helado y comeremos pizza —comenta Paula.

Aunque sea en casa de Miriam y con Mario cerca, en otra habitación, le vendrá bien olvidarse de todo al lado de sus amigas. Y a Diana también.

—Lo pasaremos bien. Mis padres no están y podremos desmadrarnos un poco. ¿Contratamos un boy?

—Estás loca, Miriam —comenta Cris, negando con la cabeza, aunque con una amplia sonrisa.

—Hey, ¿qué pasa? ¿A ti no te gustaría ver a un tío de esos bailando para nosotras solas?

—¡No! ¡Qué vergüenza!

—Ya, ya, vergüenza… Tú eres tímida y vergonzosa hasta que dejas de serlo. ¿O ya no recuerdas qué pasó hace un mes cuando te pillaste aquel ciego de Malibú?

—Pues no, no me acuerdo, lista.

—¿Te refresco la memoria?

—Déjalo, anda.

Diana y Paula observan en silencio la divertida discusión de sus amigas. Sonríen. Están más relajadas. Aunque saben que las cosas pueden cambiar pronto, ellas permanecerán unidas. Las cuatro comparten una forma parecida de vivir la vida. Son diferentes, pero su espíritu es muy similar, un espíritu libre, una misma esencia. Se divierten juntas, se entienden bien y, envidias de esas que llaman sanas aparte, se respetan. Pero sobre todo se quieren, ese es el gran secreto de las Sugus: se quieren mucho.

—Vale, pues sin boy. Ya inventaremos algo.

—Podemos jugar un trivial —comenta Cristina.

—Sí, o un parchís, ¡no te jode! Para un día que me dejan sola en casa, nos vamos a poner a jugar al trivial.

—Eso lo dices porque siempre pierdes.

—Eso lo digo porque… ¡Bah, paso de ti! Las Sugus llegan a la puerta del instituto entre gritos y risas. Llueve desde hace un rato con mayor intensidad.

—A las ocho en mi casa. ¡Sed puntuales! —exclama Miriam, que sale a la calle abriendo su paraguas—. ¿Vienes, Diana?

—Sí, espérame.

Se despide primero de Cristina, a la que guiña un ojo, y luego de Paula, a quien da un beso en la mejilla.

—Esta noche nos vemos. Y gracias por todo.

Paula sonríe y contempla cómo su amiga corre hasta Miriam y se refugia bajo su paraguas. Es una gran chica y le da mucha pena que lo esté pasando tan mal. Solo espera que todo se arregle y que las cosas vuelvan a la normalidad.

Ya lejos, Miriam y Diana dialogan.

—¿Crees que se ha enterado de algo?

—No, no sospecha nada.

—Lo del boy ha estado bien, ¿verdad?

—No te habrías atrevido a contratar uno.

—¿Que no?

—No.

—Pues tienes razón. Pero seguro que no necesitamos un boy para que el cumpleaños de Paula sea un éxito.

—Seguro.

—¿Tienes ya los condones?

—No. Esta tarde iré a por ellos.

—Bien. Yo ya tengo reservada la habitación del hotel.

Diana sonríe. Recuerda su primera vez. No fue como había imaginado: lo hizo mal, deprisa y con quien no debía, pero aún así fue especial. Y seguro que para Paula también lo será. Se lo merece.