Capítulo 28

sa misma noche de marzo, en un lugar de la ciudad.

Lleva despierta desde hace un rato. Abre los ojos. Lo mira, comprueba que sigue allí, y vuelve a cerrarlos. No se ha marchado. Sonríe. Ángel duerme en la cama de al lado. ¿Cuánto tiempo hace que no siente algo así por alguien? Mucho. Ni lo recuerda.

Ha tenido ligues, rollos y algún que otro novio de quita y pon. Sí, le gustaban, pero no le latía el corazón como lo hace ahora. Con todos los hombres que se le acercan y se tiene que ir a enamorar de uno imposible. ¿Imposible? ¿Imposible, por qué? Porque no se ha fijado en ella. Porque quiere a otra. Porque tiene novia. Que tiene novia.

Pero han empezando la relación hace muy poco tiempo. ¿Y si aquella Paula no fuera la chica de su vida? ¿Y si la chica de su vida fuera ella? Estaría desperdiciando una oportunidad. Es más, nunca sabría qué habría pasado entre ambos.

Katia vuelve a abrir los ojos. Lo mira otra vez. Está guapo incluso mientras duerme. Enseguida los cierra sonriente. Está allí. Eso querrá decir algo. Ni siquiera ha tenido que llamarle para que acudiera a verla al hospital. Y, además, se ha quedado a pasar la noche, aunque está segura de que, en eso, su hermana ha tenido mucho que ver.

¿Tiene alguna posibilidad? ¿Y si le cuenta lo que siente? Quizá a él le pase lo mismo. Tal vez él también esté empezando a experimentar algo parecido. Pero, si no es así, ¿puede perderlo para siempre si le confiesa su amor? La chica del pelo rosa se agita nerviosa bajo las sábanas blancas de aquella cama de hospital. Le duele la cabeza y no precisamente por el golpe del accidente.

De todas formas, mañana todo habrá acabado. Mañana, cuando le den el alta, se despedirán. Él seguirá con su vida, con su entrevista, con sus artículos. Con su Paula. Y ella sufrirá el acoso de los medios, de los interesados, de los admiradores. Todos querrán saber qué ha pasado, si está bien…

¡Uff! Se agobia. Pero abre los ojos y lo observa una vez más. Eso le ayuda a tranquilizarse. Respira hondo y se relaja. Aun queda noche por delante, horas compartidas, minutos en los que estarán juntos. No dormirá más: quiere disfrutar de esos instantes; de él, aunque esté dormido. Puede mirarlo y soñar despierta.

Dentro de Katia brota un fuerte impulso, una sensación inexplicable. Se desenreda de las sábanas y, con cuidado, se sienta en la cama. Se tambalea un poco, las piernas le tiemblan, pero consigue ponerse de pie.

Lentamente, descalza, camina hasta la cama de Ángel. Su dulce expresión mientras duerme le cautiva un poquito más. Ella sigue sintiendo algo arrollador en el interior de su pecho. Lo mira, fija sus ojos vidriosos en su rostro, se inclina despacio y lo besa. No nene miedo de que despierte, pero el beso es delicado, casi imperceptible, solo un roce de labios: una caricia que su boca hace a la boca de aquel chico, que no parece enterarse de que le están dando un beso de auténtico amor.

Esa misma noche de marzo, en ese mismo punto de la ciudad, en la cama de al lado a la de Katia.

Se despierta. Parpadea y abre los ojos lentamente. ¿Qué hora debe ser? Muy tarde. La noche está bien entrada y una tenue luz ilumina la habitación. Allí, acostada de frente a él, continúa ella. La observa detenidamente. Es una chica preciosa. Su cara transmite algo especial incluso dormida.

Pero él tiene ya a Paula. ¿Y qué hace allí?: un favor. No se pudo negar a lo que le pidió Alexia. ¿Cómo iba a hacerlo? Pero no deja de pensar que ese no es su sitio.

Son demasiadas mentiras en muy poco tiempo. Ha entrado en un peligroso círculo de falsedades o verdades a medias del que no puede salir. Desea que aquello quede en el olvido, como si nunca hubiese pasado. Sobre todo por Paula, que sufriría si se enterase de la verdad.

Suspira levemente. Está cansado: preocupaciones, responsabilidades…

Peter Pan huyendo del País de Nunca Jamás. Y cuando salga de aquel hospital será mucho peor. Mañana le espera un día duro. No ha adelantado nada de trabajo durante el fin de semana y además deberá dar explicaciones tanto a su jefe como a Paula de lo que ha pasado en el hospital.

Se pregunta cómo va a enfocar el tema. Por un lado está la noticia del accidente de Katia. Tendrá que escribir sobre ello irremediablemente. Y por otro lado, la parte personal. Ahí surgirá un conflicto consigo mismo, saber qué puede contar y qué no. Es una situación nada fácil.

Y a Paula le tendrá que decir más mentiras. Se promete que serán las últimas e intenta convencerse de que será así. Pero eso será mañana, ahora tiene que descansar. Cierra los ojos de nuevo e intenta dormir. No hay manera. Minutos más tarde sigue despierto. No consigue conciliar el sueño. Entonces percibe algo. Como si alguien se desplazara lentamente por la habitación. Sí, está más cerca. Abre un ojo a medias, con un párpado tembloroso, y ve cómo Katia se inclina sobre él y deposita sus labios en los suyos. Suave, demasiado suave. No es un beso caprichoso, es un beso con cariño. ¿Agradecimiento? ¿Despedida? ¿Amor? Ángel se deja llevar, y sin decir nada, lo acepta y sigue haciéndose el dormido. La cantante regresa a su cama y él, perdido, confuso, no pegará ojo en toda la noche.