31

—Qué, ¿alguna noticia del misterioso Marco? —pregunté a Hannah, apoyada en la pared de su dormitorio, mirándola pegar un póster del cantante de una de las bandas de rock indie más conocidas. La chica tenía buen gusto.

Hannah soltó aire entre los labios y se apartó de la pared para analizar el póster.

—Le he ayudado a hacer un trabajo de la escuela, así que lo he visto bastante.

—Por el tono detecto que no ha pasado nada importante.

Se volvió y me miró.

—Creo que entre nosotros hay cierta tensión sexual.

La prosaica respuesta me hizo reprimir un leve resoplido.

—¿Tensión sexual?

Hannah se volvió del todo y me miró con la expresión perpleja de un profesor ante una teoría desconcertante.

—Bueno, él me gusta, pero no sé si estoy proyectando esos sentimientos en la situación o si la tensión entre nosotros se debe al hecho de que los sentimientos son recíprocos.

Pensé en la tensión entre Cam y yo antes de que empezáramos a salir juntos y luego me fijé bien en Hannah. La chica era deslumbrante, y para tener quince años estaba muy desarrollada. Kriptonita para un chico adolescente. Sonreí con suficiencia.

—Él siente lo mismo.

Brilló la esperanza en sus ojos.

—¿Tú crees?

—Sin lugar a dudas.

Complacida, se puso a colgar oro póster, sonriendo como una idiota.

—Entonces, ¿cómo tienes las costillas?

—Pues aún me duelen. —Hacía una semana de la paliza, y tras pasar otra semana descansando en cama, supliqué a Cam que me dejara ir a la comida del domingo. Viendo mi desesperación, admitió que ya era momento de salir de casa. Teniendo en cuenta que debía volver al trabajo al día siguiente, era para mí como un ensayo. Al salir del piso con Cam y Cole a la zaga, me sorprendió descubrir que lo de andar por ahí aún me daba canguelo. Cuando subimos al autobús, me sorprendí a mí misma mirando la calle para asegurarme de que la cara de Murray Walker no se hallaba entre la multitud.

Cam captó lo que me pasaba. Las nubes que se congregaban en sus ojos me hacían sentir amada, pero me fastidiaba que su aire sombrío de debiera en parte a su impotencia ante el conjunto de la situación. En esencia, Cam se sentía culpable por no haber estado ahí para impedir lo sucedido, lo cual era enternecedor pero también tonto e irracional. En resumidas cuentas, los dos necesitábamos consuelo respecto a la terrible experiencia. Le había tomado la mano para hacerle saber que lo entendía, y él se había mantenido pegado a mí para hacerme saber que lo entendía.

Durante la última semana, nuestra relación había cambiado. Las confesiones de amor nos habían dado a los dos la seguridad que necesitábamos. No creía yo que eso curase la posesividad de uno u otro, ni que apagase la llama de celos que sentíamos ante la mera mención de una ex pareja, pero saber que confiábamos mutuamente nos hacía más fuertes.

Esto también me ponía cachonda como una perra, y no ser capaz de hacer nada al respecto me destrozaba.

Mi frustración quedaba mitigada por el hecho de que también destrozaba a Cam.

—Ya está. —Hannah dio un paso atrás, y las dos miramos el dormitorio recién decorado con los pósters—. ¿Qué te parece?

—Creo que Elodie te va a matar.

—Me dio permiso.

—Dijo «un póster».

—Bueno, solo oí la parte del permiso.

—Venga. —Sonreí burlona señalando la puerta—. Vamos a comer antes de que Elodie descubra que tu dormitorio ha sido transformado en el paraíso de una grupi.

Antes de cruzar el umbral, Hannah me preguntó en voz baja:

—¿Estás bien de verdad, Jo?

Me volví y la miré, y la preocupación en su rostro me conmovió.

—Estoy bien, pequeña. De hecho, estoy mejor que bien. Me siento de maravilla.

—Pero tu padre…

Por la necesidad de desahogarse, Joss había contado a Ellie lo sucedido, y Ellie se lo había contado a Elodie y Elodie a Clark, y al parecer Hannah había escuchado casualmente la conversación entre su padre y su madre. Le tomé la mano y se la apreté cariñosamente.

—Sé que, con el padre tan increíble que tienes, para ti ha de ser difícil entenderlo. Primero, señalar el hecho de que a mi padre le da igual a quién haga daño, como si son sus hijos. Pude encontrar en otro sitio lo que no me daba él. Tengo al tío Mick. Y vosotros sois mi familia. Pero esto no cambia lo que me hizo papá, y la verdad es que me está costando superarlo. —Le dirigí una sonrisa tranquilizadora—. Unas personas nacen en una familia, y otras han de formarla. —Me encogí de hombros—. Puedo convivir con eso si significa que pasaré tiempo con unos capullos sarcásticos.

Hannah se echó a reír, y se le esfumó la tristeza de los ojos. Me apretó la mano a su vez, y la llevé al comedor, donde la familia estaba esperando.

Cam, Cole, el tío Mick, Olivia, Joss, Ellie, Braden, Adam, Elodie, Clark y Declan.

Qué imagen tan bella para unos ojos doloridos. En el otro extremo, Cam me ofreció una silla y le sonreí.

En cuanto estuvimos acomodados en la mesa y todos empezaron a charlar, Cam se inclinó hacia mí.

—¿Qué tal las costillas?

Le miré los preocupados ojos mientras me llevaba a la boca una patata asada.

—Exactamente igual que cuando me lo has preguntado hace veinte minutos.

—Bueno, perdóname por ser un novio angustiado.

Le puse mala cara, y compartimos otra conversación silenciosa.

Solo quieres saber si ya podemos hacer el amor.

Los labios de Cam se retorcieron en torno a su bocado de comida.

Aciertas de lleno, joder.

Divertida y excitada en igual medida, procuré distraerme con Ellie, que estaba hablando de vestidos de damas de honor para la boda de Joss y Braden.

—Vi unos trajes de boda fucsia preciosos en una página web de diseños españoles. Estaba pensando…

—Que si Joss lleva un vestido color fucsia en su boda es que se ha vuelto majara —terminó Joss por ella con sequedad.

Braden y Adam atacaron con diligencia su plato, y me pregunté cuántas veces se habían visto implicados en algún desacuerdo entre la novia y la dama de honor.

—También podríamos dejar lo de los vestidos de las damas de honor —sugerí lanzando a Ellie una mirada suplicante.

Ellie pareció tan adorablemente descorazonada que me dieron ganas de abrazarla.

—Pero el fucsia es un color muy romántico.

Clark bajó un poco las cejas.

—Por cierto, ¿qué color es el fucsia?

—Rosa —soltó Joss.

Braden soltó un bufido y, incapaz por lo visto de evitarlo, dirigió a su hermanita una mirada de incredulidad.

—¿Vas a vestirte realmente de rosa en nuestra boda? ¿En mi boda… con Joss?

—No es solo rosa —espetó Ellie como si los demás fueran idiotas—. Es un color magenta púrpura rosado de lujo.

Joss levantó una ceja.

—Es rosa.

Ellie hizo un mohín.

—No habéis seguido ninguna de mis sugerencias para la boda.

—Ellie, te quiero con locura, en serio, pero tú eres todo dulzura y colores del arco iris, y yo soy todo lo contrario.

Aventuré una idea.

—¿Y si en los vestidos incluyésemos algo de color metálico?

Ellie se lo pensó un rato y luego se le iluminó la cara.

—Nos quedaría muy bien el champán. Creo que incluso Rhian llevaría champán.

Rhian era la mejor amiga de Joss de la universidad, y las dos no se veían tanto como antes porque Rhian vivía en Londres. De todos modos, estaban en contacto y también asistirían a sus respectivas bodas inminentes.

—Hemmm… —Joss se tragó un trozo de pollo y se encogió de hombros—. Quizá no estaría mal.

Todos dejaron de comer y la miraron. Joss alzó la vista, los ojos muy abiertos ante tanta atención. Hizo una mueca y lanzó a Braden una mirada lasciva.

—¿Qué pasa? Puedo transigir.

Él se echó a reír.

—Es que es la primera vez que te oigo aceptar algo relacionado con la boda.

—Porque nuestra planificadora de la boda es un desastre. Sin ánimo de ofender, Els.

Ellie puso los ojos en blanco.

—Bueno, puedes planificarla tú misma, ya ves.

—Solo accedí a casarme con la condición de no tener que hacerlo.

Cam se tragó una risita a mi lado.

Braden miró a su prometida con los ojos entrecerrados.

—¿Por qué no la organizo yo, entonces?

Ante la propuesta, todos alzamos las cejas.

—¿Tú? —dijo Joss boquiabierta.

—Yo. —Braden se encogió de hombros y tomó un trago de agua antes de continuar—: Como tenemos los mismos gustos, seguramente te gustará lo que yo decida. Y creo que puedo hacerlo más deprisa que el perro y el gato siempre a la greña.

—Pero ahora mismo estás muy ocupado… No puedo pedirte que hagas eso.

Braden volvió a encogerse de hombros y le dirigió una sonrisa a modo de «¿qué más da?».

—Pues echaré una mano —anunció Joss con aire resuelto—. Lo haremos juntos.

—¿En serio?

—En serio.

—Pero… —La alicaída oposición de Ellie a verse desplazada de los planes fue interrumpida por Adam, que le dio un rápido beso en los labios. Cuando él se retiró, pareció que ambos mantenían una conversación silenciosa, lo que esos días parecía hacer furor. Con independencia de lo que pasara entre ellos, Ellie dejó caer los hombros y se dio por vencida.

—Me alegro de que ya esté todo arreglado —dijo Elodie con una sonrisa radiante—. Si tuviera que recibir otra llamada telefónica en la que me pidieran que hiciera de árbitro, daría un grito.

—Escucha eso, escucha —murmuré pasando por alto la mirada dolida de Ellie.

—Bien. Mick, Olivia… —Braden cambió bruscamente de tema—. Jo nos ha dicho que ya tenéis piso.

Olivia asintió.

—En Jamaica Lane. Y el de papá está justo al doblar la esquina. Nos mudamos pronto. Ya es hora de dejar ese hotel. Ah, y papá ha conseguido su primer encargo. Gracias a ti, Braden.

Yo no lo sabía.

—¿En serio, tío Mick? ¿De qué se trata?

Al responder, Mick parecía más que satisfecho.

—Hay que hacer un par de casas piloto en una urbanización nueva de Newhaven. Empezamos en dos meses. Esto me da tiempo para formar un equipo. —Me miró desde el otro lado de la mesa—. ¿Qué te parece, Jo? ¿Tienes ganas de dejar el bar y la agencia inmobiliaria para trabajar de aprendiz?

La sorpresa me hizo golpetear el plato con el tenedor. El tío… el tío Mick, ¿estaba proponiéndome de veras que trabajara para él?

—¿Cómo? —dije como si no lo entendiera.

—He preguntado si te gustaría trabajar para mí. Al ser un negocio nuevo es un riesgo para ambos, pero tengo fe en que puede funcionar. Ya lo he hecho dos veces antes. Qué, ¿confías en mí? ¿Trabajarás conmigo?

—¿Cómo pintora y decoradora? ¿Contigo? —Oh, Dios mío, ¿el tío Mick me consideraba lo bastante buena para trabajar con él?

Sé que a muchos eso de un aprendizaje para ser pintor y decorador no les sonará nada sofisticado. Pero la verdad es que hacen falta ciertas habilidades, y paciencia, aparte de que era algo con lo que yo disfrutaba. Sería una verdadera carrera profesional, algo que jamás me había imaginado que iba a tener.

Porque no creía ser lo bastante buena en nada.

Mis viejas inseguridades susurraban y maldecían en mis oídos, lo que me provocó un revoloteo de mariposas nerviosas en el estómago. Esas inseguridades, seguras de que todo terminaría en fracaso, querían que dijera que no.

Cabía la posibilidad del fracaso. No solo por mí sino también, como decía Mick, porque era un negocio nuevo. Iba a dejar dos empleos seguros por este, y luego a lo mejor todo se desmoronaba. ¿Podía realmente ser tan egoísta? Cole necesitaba que yo pensara en estas cosas de manera lógica…

Noté la mano de Cam deslizarse en la mía bajo la mesa, y al mirarle sus ojos me dijeron todo lo que me hacía falta saber. Hice a un lado las inseguridades, los malos augurios.

Fue algo más difícil librarse de las mariposas, pero pese a ellas, dirigí al tío Mick un gesto de aceptación y compuse una sonrisa radiante.

—Me encantaría.

***

Al cabo de unas horas, todavía estaba pasmada por el ofrecimiento del tío Mick. Sentada en el escritorio del salón de Cam, escuchando a Cole reírse por alguna tontería que Olivia le había dicho a Nate mientras se entretenían con un videojuego, en ese momento yo aún estaba a medias en casa de Elodie y Clark.

Cam, Cole, Olivia y yo habíamos ido a casa de Cam a reunirnos con Nate y Peetie, que se habían pasado por ahí con cervezas, comida preparada y el último videojuego de peleas.

Olivia enseguida estableció una sorprendente camaradería con Nate, y ahora estaban los dos haciendo comentarios con muchos rombos (aún estaba yo lo bastante consciente para regañarles seriamente si decían palabrotas delante de Cole) mientras destrozaban a sus contrincantes virtuales.

—¡No vales una mierda, tío! —decía Olivia, burlona, mientras el fastidioso comentarista bramaba: «¡Eliminado!»

Nate la miró fingiendo enfado.

—Dame una oportunidad, yanqui. No había jugado nunca a esto.

—Yo tampoco.

—Pero tú tienes los dedos más pequeños. Son más rápidos y ágiles con los botones.

Olivia soltó una carcajada.

—Hasta tus excusas son una mierda.

—Tío. —Cole meneó la cabeza decepcionado.

—Vaya, hombre. —Nate hizo un gesto de abatimiento—. Y menos «tío». —Miró a Olivia estrechando los ojos—. Llevas aquí diez minutos y has conseguido echar por la borda meses de culto al héroe.

—Oh, vamos —respondió Olivia con tono alegre—. He hecho un favor al chaval. Al final él habría descubierto la verdad.

Retorciendo los labios, Nate volvió a centrarse en la pantalla.

—Muy bien, Liv. Prepárate para morir.

—Te toca.

Me pregunté cuándo los adultos iban a dejar jugar por fin a Cole. De todos modos, me daba cuenta de que mi hermano se lo pasaba bien con los chicos y escuchando las bromas de Olivia y Nate. Llegué a sospechar que estaba enamorándose un poco de Olivia, pero nunca le incomodaría preguntándoselo.

Mientras se reían, me levanté y abandoné tranquilamente la estancia y me dirigí al dormitorio de Cam para tener un momento de paz y poder hacerme a la idea de que en cuestión de meses estaría empezando una nueva carrera.

Una carrera.

Meneando la cabeza, aún asombrada, cerré la puerta y crucé la habitación para tenderme con cuidado en su cama. Me quité los zapatos para estar cómoda, y mi cabeza se puso a zumbar con nuevos planes.

Abrí los ojos de golpe al oír la puerta abrirse, y no me sorprendió ver a Cam entrar en su cuarto y cerrar a su espalda. Me sonrió, se acercó y se instaló a mi lado.

—¿Estás bien?

Asentí y extendí la mano para acariciarle la mejilla.

—Solo necesitaba un momento para procesar.

Me acogió y me acurruqué en él, disfrutando del contacto de sus brazos a mi alrededor. Aspiré el olor de su aftershave y me froté la frente contra la rasposa línea de su mandíbula.

—Hoy es un buen día —susurré satisfecha.

—Bueno, no sé si estoy a punto de mejorarlo o de empeorarlo.

Recordé la última vez que él me había dicho eso y me puse tensa ante lo inminente. Había sido justo antes de encontrarme con el tío Mick y Olivia en su salón. Ojalá lo que quisiera decirme fuera una sorpresa tan bonita como aquella. Crucé los dedos.

—Muy bien —respondí con cautela.

Cam tomó un poco de aire.

—La semana pasada dijiste que necesitabas dejar a tu madre pero no sabías cómo.

—Así es. —Solo pensar en ello desapareció mi buen humor.

—Me parece que tengo una solución, pero no sé cómo te lo vas a tomar.

Esperé.

Con la mano ahuecada agarrándome la cadera, Cam murmuró por encima de mi cabeza:

—Mudaos aquí. Tú y Cole.

Ante la insólita propuesta, di una sacudida hacia atrás y me estremecí ante el agudo dolor del costado. Compuse mi semblante para que no pensara Cam que ponía yo mala cara ante la idea de vivir juntos y le observé el rostro de pronto vacilante.

—¿Estás diciendo que vengamos a vivir contigo?

—Sí. —Hizo un gesto hacia la habitación—. Hay mucho espacio. Así no tendrás que preocuparte por dejar a Cole en el piso con tu madre, pero en cualquier momento también podrás ir a ver cómo está ella.

—Pero el alquiler de mamá… con el subsidio de invalidez no le alcanzará.

—Sigue pagándolo tú. También podemos usar el piso como almacén adicional.

—No puedo pagar dos alquileres.

—No tienes por qué. Yo en todo caso pago el de aquí. Y lo seguiré pagando. Solo hemos de compartir los gastos de comida y agua, luz y todo eso.

Ante el ofrecimiento, el corazón empezó a latirme con fuerza; mis emociones (y mi cuerpo) gritaban «¡sí!» ante la idea de despertarme junto a él cada mañana, pero mi cabeza se mostraba mucho más precavida.

—No podemos meternos en tu vida así como así, Cam. Y no solo estás proponiéndole a tu novia que vaya a vivir contigo. También hay un muchacho adolescente.

Mi cautela hizo que se dibujase una sonrisa en aquella boca perfecta.

—Nena, ya me he hecho cargo del adolescente. Paso con él tanto tiempo como contigo. Es un buen chico. Le quiero. Os quiero a los dos. ¿Entonces, qué? ¿Os venís conmigo?

Empezaron a llenárseme los ojos de lágrimas mientras se me comprimía el pecho por la acumulación de emociones.

—¿Le quieres?

Cam meneó la cabeza al ver mis lágrimas.

—Dios todopoderoso, te he dado un disgusto.

Le di una bofetada sin demasiada convicción.

—No estropees el increíble romanticismo de este momento.

—¿Esto es un «sí»?

Ir a vivir con Cameron era un paso muy importante para los tres, pero de todas las vicisitudes sufridas habíamos salido más fuertes que nunca. Yo creía que podíamos, me sentía preparada, y de momento era la mejor solución para el problema de mamá.

Hundí más la nariz en el pecho de Cam y cuando sus brazos me estrujaron automáticamente, cerré los ojos.

—Es un sí grande y gordo. —Cam se relajó debajo de mí, y entonces reparé en lo tenso que había estado él antes y me invadió una ráfaga abrumadora de amor por él. Ese amor se convirtió enseguida en un activo cosquilleo en mis zonas erógenas mientras sentía el calor de su piel a través de la camiseta—. Malditas costillas —farfullé con voz ahora ronca debido a la frustración sexual.

Cam lo entendió y soltó un gruñido.

—No, nena. Dadas las circunstancias, si me aguanto yo también te aguantas tú.

—Lo sé —murmuré con tono lastimero, mis pensamientos perversos concentrados en mi mano mientras esta se deslizaba despacio por el estómago de Cam y sus vaqueros. Cam siseó e inhaló bruscamente al empezar yo a frotarle la creciente erección.

—¿Pretendes torturarme?

Negué con la cabeza.

—Si te apetece algo agradable y lento —a tientas, mis dedos desabotonaron los pantalones y bajaron la cremallera—… puedo mitigar un poco el dolor.

—Jo, no tienes por qué hacerlo —objetó él, pero era una protesta poco convencida, y empecé a notar que le subía y le bajaba el pecho y se le agitaba la respiración.

—Yo quiero.

No hizo falta más para convencerle, y a partir de ahí me ayudó a liberarle de las pegas de sus vaqueros y sus calzoncillos. Una época de frustración sexual acumulada me contemplaba ahora desde una polla palpitante, gruesa, veteada, que se estiraba hacia su estómago. Cuando la envolví con la mano fría, Cam intentó ahogar otro gruñido y echó la cabeza atrás ante la sensación.

Con la mano cerrada y moviéndose despacio, me puse a acariciarlo. Era imposible ir más deprisa para no tirar de mis costillas, y el desesperante ritmo tuvo en Cam un efecto erótico. En vez de mirarme la mano, le examinaba la cara. Él había cerrado los ojos, las pestañas descansando en las mejillas, sonrojadas ahora en lo más prominente. Tenía los labios ligeramente abiertos de placer.

Dios, estaba cachondo.

Junté las piernas con fuerza, sintiendo que mi sexo palpitaba y se humedecía.

—Nena, voy a… —Tomó aire ruidosamente, y de repente me alegré de que el volumen de la televisión estuviera alto—. Voy a correrme… —Apretó la mandíbula y emitió un sonido gutural al eyacular en mi mano y su camiseta.

Tras unos segundos de oírle jadear, me mordí el labio y pensé en voz alta señalando la camiseta.

—Espero que no fuera nueva.

Su cuerpo empezó a temblar con una risa compungida.

—Me he corrido como un joven imberbe.

—Mano de santo —bromeé.

Cam negó con la cabeza.

—Mano de Jo —corrigió, y me besó dulcemente en la boca.

Una vez se hubo limpiado y me hubo limpiado la mano y se hubo cambiado de camiseta, volvió a la cama, pero esta vez se sentó a horcajadas sobre mí.

—¿Qué haces? —dije, excitada pero aún dolorida—. No podemos hacer nada.

Cam meneó la acalorada cabeza.

—Tú no tienes que hacer nada, solo quedarte lo más quieta posible. —Y sin mediar palabra, procedió con mis pantalones, que me quitó cuidadosamente junto con las bragas.

Me separó las piernas y se retrepó en la cama. Me metió con suavidad dos dedos en el coño y soltó un gruñido.

—Joder, estás empapada.

—Me lo he pasado bien haciendo que te corrieras —susurré, intentando no retorcerme ante la deliciosa sensación de Cam dentro de mí.

—Lo puedo entender. —Cam tomó aire temblando—. Esto es una tortura.

—¿Sabes lo que de verdad es una tortura? Tener tu lengua tan cerca y a la vez tan lejos.

Me dirigió una sonrisa pícara y al punto decidió dar a la lengua un mejor uso.